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Claves del buen viajar: cómo escapar del turismo como pesadilla

Un turista contempla la Bahía de Cádiz en la Alameda. Un turista contempla la Bahía de Cádiz en la Alameda.

Un turista contempla la Bahía de Cádiz en la Alameda. / Miguel Gómez

Escrito por

· Pilar Vera

Redactora

Byron, Mary y Percy Shelley, Claire Clairmont, Polidori. El rat pack de los viajeros románticos. Su grand tour como epítome del gran viaje que, desde hace unos tres siglos, se empeñaban en hacer por una Europa en ruinas ingleses y alemanes con posibles. Francia, Italia y Grecia como absolutos. España, como posibilidad. Su tour ha terminado siendo nuestro tour, el tour de todos.

La escritora y periodista Eva Díaz Pérez es una gran fascinada tanto de ese momento –que retrató a la inversa en Travesías históricas. Viajeros andaluces que contaron el mundo– como del buen viajar, una de las cuestiones que trata en su última novela, Los viajeros del continente: “Viene a ser una reivindicación del viaje, de la memoria europea, de qué significa hoy día Europa, si es algo más que un parque temático en torno al prestigio de la ruina –explica–. Mis protagonistas viajan con un sentido del tiempo de los viajes del pasado, con una forma de moverse que se está perdiendo. El viajar actual hace un poco incompatible la contemplación de la belleza, es la antípoda de la lista de cosas que hay que ver”.

El prestigio de la ruina es mucho y muy potente. Italia cerró 2023 con 445 millones de visitantes, en torno a los 100 millones Francia (los dos, superando en un 8% los datos del año anterior) y, en lo que respecta a nuestro país, dejamos atrás los 85 millones por primera vez desde que existen registros: de esos, casi 34 se los comió Andalucía. Dicho así, asusta, ya que sabemos que el turismo es un sector de escaso valor añadido –nitroglicerina si lo conviertes en todos los huevos de tu cesta– y culpable de la escenificación de muchas ciudades: lugares encantadores y centros históricos se tensionan hasta transformarse en escenarios.

No sabemos muy bien cómo, pero viajar se ha terminado convirtiendo en sinónimo de depredar. Con nuestras mejores intenciones. Para Pablo Díaz, economista de la UOC, el turismo experimentó un salto cuántico unos años antes de la pandemia: “Hasta no hace mucho era un sector de estudio casi marginal, y de repente las cifras comenzaron a ser muy relevantes, con una enorme dimensión a nivel de impacto y demás. Y, tras la pademia, ha habido una especie de revancha: el resurgir del turismo ha sido un tanto desaforado”.

“Lo que más ha cambiado –añade Laura Pérez, country manager de WeRoad– ha sido la explosión de internet. Antes, por ejemplo, en las agencias tradicionales era fundamental el concepto de catálogo: un modelo en el que los precios eran estáticos. Lo típico era el bus por Europa: viajar en avión era para los ricos. Luego llegan los low cost y la gente quiere otra cosa. También a nivel de destino, porque ya han estado en los sitios de siempre, y buscan experiencias”.

El turismo aporta el 12% del PIB de la comunidad andaluza. Un valor que, sin embargo, no transmite la distribución real de esa riqueza: “Los beneficios económicos están bien calculados –aporta Pablo Díaz–, pero otra cosa son los impactos y sus repercusiones”. Díaz sostiene que son tantos los factores en juego en el turismo, y en los que repercute, que no le corresponde al sector lleva la batuta de su transformación: “Sí se está buscando regular cosas como el aspecto contaminante de los vuelos, hay zonas que empiezan a estar limitadas, se habla de tasa turística, de normativas contra los apartamentos turísticos (que no sean siempre casas de vecinos) o iniciativas curiosas, como el intercambio de casas. Es verdad que hay que desarrollar toda una política especializada para que la actividad sea más armoniosa, porque se están viendo las costuras”.

Viajeros recién llegados de un crucero en Cádiz. Viajeros recién llegados de un crucero en Cádiz.

Viajeros recién llegados de un crucero en Cádiz. / Julio González

“Aun así –añade –, en el discurso antiturístico hay mucho de hipocresía porque, al fin y al cabo, todos queremos viajar, y todos buscamos lo único, la autenticidad, sea lo que sea lo que es eso”.

“Hasta hace 50 años, nadie viajaba por placer –reflexiona uno de los socios fundadores de Altaïr, Pep Bernadas–. Así pasaba en el grand tour, pero también en casos como los de Agatha Christie: el ejemplo de una persona que se podía permitir moverse mucho, pasión por la arqueología mediante. No se mojaba jamás con la gente, pero sí tenía un objetivo en lo que hacía, que era conocer algo más. Cuando nuestra economía mejora un poco –continúa–, pues nos subimos al carro del viajar muchas veces para no ser menos. Y hemos llegado a un punto en el que muchas agencias hablan de producto: el lenguaje no es inocente”.

“Recuerda que en los años 60-70, los matrimonios empezaban a ir de viaje de novios lo mismo a Portugal o a Mallorca. No todo el mundo, claro, pero es que antes no se salía del pueblo –apunta Eva Díaz Pérez–. Piensas en los cruceros de los años 20-30, y ahora casi todo el mundo puede hacerlo, y en el paquete de una semana ves medio mundo. Pero, ¿eso de verdad es el paraíso? Pues no, pero le ha permitido a mucha gente hacer ese trampantojo de viaje”.

Pablo Díaz, sin embargo, cree que el turismo seguirá creciendo: “Aunque Alemania ya esté en recesión –reconoce–, la inercia principal sigue siendo el desarrollismo porque se incorporan otras economías, como la China, que antes no viajaban mucho. Me temo que será el propio cambio climático o el crecimiento desaforado lo que nos diga que se acabó el juguete”.

HUMANISMO VS PAISAJISMO

“Una cosa que decimos malvadamente los que nos hemos dedicado a esto de viajar es que ahora viaja todo dios”, bromea Sabela Montero. “En charlas y demás he hecho dos preguntas que son muy significativas –prosigue–. Una, si viajarías si no pudieras hacer fotos: en torno al 90% dijo que no. Otra, si te planten, por ejemplo, un viaje a Tanzania 200 euros más caro pero con condiciones decentes para los trabajadores, muchos dijeron también que lo más barato”.

“La diferencia podría estar en viajar con afán humanista o con afán paisajista. Si haces lo segundo, no hay mucha diferencia con ser un holograma –reflexiona Pep Bernadas–. Al viajar, lo están volviendo una farsa dos ejes malditos que nos joden el mundo: la vanidad y la banalidad. Como dicen en Mali:tenemos los ojos muy grandes, pero no vemos nada”.

El paroxismo de la divisa que camina tiene un buen reflejo en los recorridos instagrameables, como apunta Sabela Montero que ocurre en Tailandia: “Llegas con el itinerario, te pones en cola y te haces la foto”. Sabela se ha especializado en viajar sola, unas experiencias que ha ido plasmando en su blog (Viajando. Imágenes y Sensaciones), aunque ahora ha parado el ritmo por motivos de salud. Piensa retomarlo incidiendo en la cuestión macro del “buen viajar”.

Laura Pérez, que lleva toda la vida en el sector, relativiza: “Yo diría que hemos cambiado la postal por el post. Ahora nuestro tercer órgano principal, tras el corazón y el cerebro, es el móvil. Conoces la existencia de un mercadillo flotante y piensas, yo quiero estar ahí, pero luego en tiempo real es una experiencia impresionante, y la gente lo quiere compartir”. Por otro lado, añade, “sólo internet ha liberalizado muchísimo: te sientes más seguro. Antes, simplemente para llamar, tenías que buscar una cabina de teléfono”.

En Andalucía, el turismo supone el 12% del PIB. En la imagen, bañistas en la playa Victoria. En Andalucía, el turismo supone el 12% del PIB. En la imagen, bañistas en la playa Victoria.

En Andalucía, el turismo supone el 12% del PIB. En la imagen, bañistas en la playa Victoria. / Julio González

CONCIENCIA

A Sabela Montero viajar siempre le gustó, “pero no tenía mucho dinero ni amigos dispuestos. A los 20 años ya viajaba sola, pero por Europa. Yo diría que el punto de inflexión fue un safari fotográfico en Botswana: ahí decidí que quería hacer grandes viajes y a destinos que no fueran tan turísticos”.

Otro punto de inflexión fue Etiopía: “Los niños corren tras los 4x4 para que los visitantes les tiren dinero”, cuenta. Somos el rey mago blanco: así es como nos llaman. “Pagas por foto, claro: en un pueblo, llegaron a echarnos porque no nos hacíamos”. Hay una anécdota que muestra lo brutal de la disociación: “Entramos en un poblado nómada y preguntamos cómo iban los niños al cole. El guía se quedó muy sorprendido, porque éramos los primeros que se interesaban. En muchos sitios –continúa–, ya no llevaban pinturas y se las han vuelto a hacer, por el turismo. Pero lo más triste es que en Birmania se ha vuelto a introducir por lo mismo la tradición de las mujeres jirafa, que se había erradicado”.Otro ejemplo desolador es el de los falsos orfanatos de Uganda y Nepal: “Niños raptados, que tienen allí para que los visiten los blanquitos y, cuando crecen, los tiran a la calle”.

Realidades que ponen en perspectiva nuestro derecho inalienable a conocer el mundo. Por no hablar de los animales: “No puedes subirte un elefante al que le han partido el alma, que así lo llaman. Yo en el blog doy mucha caña y siempre consulto con FAADA antes de alguna interacción de este tipo”.

La caída del caballo fue similar para Pep Bernadas. Su formación como antropólogo le hizo viajar a África de joven, donde hacía también de guía para los primeros turistas: el abismo que encontraba entre una y otra realidad era frustrante. Embarcarse en el proyecto de Altaïr fue una especie de tercera vía para compensar esto. Es curiosa su opinión sobre las guías de viajes, “que suelen ser pésimas: te pagan una mierda por hacerlas y muchas veces se copian unas a otras”. Él mismo ha hecho unas cuantas: “Y, con toda intención, a veces he metido errores”.

Venecia se ha convertido en paradigma del turismo fagocitador: en 2023, Italia reunió 445 millones de visitantes. Venecia se ha convertido en paradigma del turismo fagocitador: en 2023, Italia reunió 445 millones de visitantes.

Venecia se ha convertido en paradigma del turismo fagocitador: en 2023, Italia reunió 445 millones de visitantes. / Efe

El intento de romper el muro entre los que llegan y los que están se sublimó en Altaïr con la organización de viajes: “Ofrecemos minibus, hotel y enlace, y un personaje ligado al turismo que resuelva posibles problemas –dice–. Pero luego te diré: podemos tomar un café con esta persona, en tal sitio, que se dedica a algo propio del lugar, o que estuvo en un acontecimiento importante. El guía no tiene por qué decidir, sino que tira del cordel para que las personas contacten”.

“Kapuscinsky decía que odiaba meterse en lo hoteles porque cundo salía era alguien que daba miedo o alguien a quien convencer –continúa–. El objetivo es romper esa idea del miedo, del nosotros y el vosotros”.

En WeRoad el viaje se extiende antes, después y durante: “Comienza en el grupo de Whatsapp con el coordinador y, posteriormente, se hacen quedadas, actividades, encuentros tematizados… –indica Laura Pérez–. Los contratos los hacemos con proveedores locales, que es algo de lo que nos sentimos muy orgullosos”.

TIEMPO ES ESPACIO

El tiempo parecer ser un factor implícito al buen viajar. Nada de saltar a un sitio un par de días, como una langosta, y largarte. No. La gente de bien, gente fetén, dedica varias jornadas a un mismo destino y lo paladea. A ello se suma la recién aterrizada reflexión sobre las emisiones: arrinconar el avión parece ser lo obvio en beneficio del tren -aunque pocos mencionan los cruceros, que contaminan mucho más- pero ahí asoma, también, la cuestión del tiempo.

Sabela Montero admite que les dedica dos meses y tira de mochila e itinerario: “Así que te diría que más tiempo, sí; pero no más dinero”. “El viaje sale mejor cuánto más rico en tiempo seas y más pobre en dinero”, apunta por su parte Pep Bernadas.

“Tras la pandemia, las tarifas se han disparado, pero siempre digo que viajar no significa tener que irse a la otra punta del mundo: cerca puedes encontrar experiencias impresionantes. Y nosotros tenemos la suerte de vivir en un país muy diverso y con vecinos muy potentes –comenta la gaditana Lourdes Pérez Román, una de las mentes tras las web especializada Viajandodo. Es verdad que llevamos un ritmo de vida tan desenfrenado que la rueda de hámster que gira en nuestras vidas ha entrado también en los viajes”.

El escenario parece inclinarse a un encarecimiento cada vez mayor de los traslados. Quizá viajar vuelva a ser algo elitista. O quizá, nuevas tecnologías y realidad inmersiva mediante, resulte que cada vez viajemos menos porque Cayo Coco está en el salón.

CONSCIENCIA

El buen viajar, para los consultados, sería en distintas formas el viaje consciente: saber adónde vas y qué vas a hacer. Otro elemento común es el de las experiencias asociadas. La preparación de un viaje tiene también, para muchos, una línea de salvación que son las lecturas o el conocimiento previo que puedas recoger del lugar: “Antes de llegar a un sitio –afirma Eva Díaz Pérez–, me gusta muchísimo saber que ocurrió allí: si en una plaza hubo una revuelta, o la casa de un escritor, o qué sirvió de inspiración…Esa dimensión invisible puede hacer que, a determinadas personas, la experiencia se le haga más profunda. También estoy muy pendiente siempre de la sensorialidad de las ciudades: de lo que te cuentan por sí mismas, más allá de la monumentalidad”.

“Nosotros siempre queremos dar un por qué, un marco de referencias que te permita mirar y ver la realidad cultural, política, económica… tampoco hace falta hacer una tesis. O aconsejamos lecturas, periódicos, revistas... Ese ir más lejos también lo aplicamos animando a que los viajeros vayan poniendo sus impresiones en forma de relato o historia, donde cada día es un capítulo”, desarrolla Pep Bernadas.

Otra máxima es estar abierto a lo imprevisto: dejar espacio a lo no planeado. “Si un día te levantas agotada, y ves dos cosas, pues dos –subraya Lourdes Pérez-. Y eso sigue siendo parte del viaje y de la experiencia”.

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