10.000 cangrejos, gambas y almejas: el proyecto Taxón del IEO-CSIC cuenta con un espacio en el muelle de Cádiz
La sede científica gaditana forma parte de un proyecto nacional para coordinar todas las series marinas del Instituto Español de Oceanografia
La Colección de Crustáceos y Bivalvos del centro cuenta ya con unas 4.000 referencias catalogadas y digitalizadas
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Resguardados en condiciones óptimas de temperatura y humedad, la sede del Instituto Español de Oceanografía (IEO) en Cádiz alberga unos 10.000 ejemplares de crustáceos y bivalvos que forman parte del proyecto Taxón. A través de él, a nivel nacional, el IEO-CSIC se propone integrar y coordinar todas sus colecciones marinas, creando un recurso único para la investigación y la conservación de la biodiversidad. Estas colecciones, dispersas en diferentes centros de la institución, guardan especímenes singulares de aguas profundas y constituyen una fuente inagotable de información para la comunidad científica.
Y, por increíble que parezca, hasta ahora no se habían coordinado, aun cuando una buena clasificación con sus correspondientes referencias constituye la espina dorsal de los trabajos de investigación: “La base de todos los demás estudios es saber qué es lo que tenemos –explica la científica a cargo de la colección gaditana, Isabel Muñoz–. Por eso es esencial coordinar colecciones y hacer visible su funcionalidad, para que la gente entienda que no es un museo”.
La Colección de Crustáceos Marinos del (CRUST-IEOCD) surgió a partir de la necesidad de tener catalogados especímenes procedentes de campañas llevadas a cabo en aguas africanas. Cuenta ya con unas 4.000 referencias catalogadas y digitalizadas.
A nivel nacional, las principales series marinas están en el IEO de Barcelona y en el Museo de Ciencias Naturales. “En este último –apunta Muñoz– tienen unos fondos importantes, pero no existe una clasificación específica. Hay ejemplares ahí de más de 150 años”. El primer paso, desde el IEO, fue el reconocimiento de las distintas colecciones que conforman el proyecto, hasta llegar al año pasado, cuando se creó una unidad específica.
Del proyecto Taxón forman parte responsables de las diferentes colecciones marinas de referencia del IEO, que incluyen la Colección de Fauna Marina y Muestras Biológicas de Canarias, la Colección de Esponjas de Gijón o la Colección de Fauna Marina de Málaga.
La Colección de Crustáceos y Bivalvos Marinos de Cádiz está integrada en su mayoría por ejemplares africanos (procedentes de Guinea, Marruecos, Namibia... ), fruto de distintas campañas de pesca en las que participaban también científicos del IEO de Cádiz, Málaga y Canarias. Entre ellos, el Paralomis macphersoni, descubierto por Muñoz y García-Isarch, y hallado a 1.400 metros de profundidad en aguas de Namibia. Su holotipo se encuentra, por supuesto, entre la colección.
Todos los ejemplares de la compilación gaditana se mantienen a una temperatura de 20 grados y con un porcentaje de humedad de entre 40 y 50%; y flotan, fantasmales, en una disolución de etanol al 70%. No importa el color que hayan tenido en vida, el alcohol los iguala en ese flotar eterno: “Pierden la coloración enseguida, muchas veces, nada más traerlos de alguna campaña”, asevera Muñoz.
Curiosamente, los peces sí se siguen guardando en formol: “Pero aquí no se recomienda, ya que todos los estudios hoy van a lo molecular, para estudiar la genética”, indica Muñoz. De hecho, es así cómo se han diferenciado varias de las últimas especies halladas en ámbito gaditano (Polybius dioscurus, Inachus gaditanus, Pinnotheres bicristatus...), que también están presentes dentro del registro del IEO –varios de ellos, donaciones del ICMAN–. En el rastrilleo continúo, no es raro el hallazgo de nuevas especies, incluso en entornos cercanos.
MARCADORES MEDIOAMBIENTALES
El trabajo de campo, indica Muñoz, ha de ir bajo el paraguas de una campaña, ya sea en un oceanográfico o en buque de pesca. Aunque existen proyectos que se desarrollan a pie de playa –la chirla, por ejemplo, se recoge con un rastreador especial para la arena– o incluso, con buzos.
La importancia del mantenimiento y la conservación de colecciones como la que guarda la sede gaditana del IEO –explica Isabel Muñoz– tiene varias implicaciones. “Una, fundamental, es la de servir de marcador ante posible cambios medioambientales: lo mismo vemos que hace 20 años había una especie que ya no está, o que se ha desplazado, o cuya población ha disminuido, o han aparecido ejemplares de otro tipo de animal que hasta el momento no se daba en la zona”.
Tener ejemplares a los que recurrir es esencial también a la hora de medir, por ejemplo, los niveles de contaminación. Incluso para detectar cómo ha afectado a las poblaciones:“El vertido de Aznalcóllar, por ejemplo, borró erizos, holoturias... Si antes no sabes que han estado allí, no puedes compararlo ni calibrar los efectos”, señala.
“También se pueden tomar muestras biológicas analizando el ADN del contenido estomacal, y compararlo con el actual", enumera Muñoz, que también tiene en mente desarrollar un proyecto para ver qué come la cigala, “que no es tan fácil”.
“Luego –prosigue–está la cuestión de la biodiversidad, con todo eso que hablamos de la Sexta Extinción: recoger ejemplares y describirlos antes de que desaparezcan”.
En el campo de los crustáceos, sin embargo, no es común encontrar aplicaciones a nivel medicinal: “Ese espacio se abre con otro tipo de invertebrados”, indica la especialista.
LA PACIENCIA, CLAVE EN LA CATALOGACIÓN
Nacida en Sanlúcar, Isabel Muñoz estudió Ciencias del Mar en Puerto Real, antes de ir al IEO de Málaga con una beca, y regresar luego al centro gaditano. En breve espera recibir su doctorado en crustáceos. Carcinóloga, que es la denominación que obtienen estos especialistas, y que deriva del término griego para cangrejo (karkinos).
Dedicarse a la taxonomía, afirma Muñoz, es duro. Es un trabajo que exige muchísima paciencia y que forma parte de esas labores esenciales pero, a menudo, invisibles y poco reconocidas.
Ahora mismo, se está creando una normativa que rija las colecciones, pues no sólo hace falta que existan unos protocolos definidos, sino también las políticas que ha de desarrollar el organismo al respecto. Pero la misma labor de catalogación, advierte la científica, te abre caminos a otro tipo de cuestiones que nunca habrías considerado. Por ejemplo, el papel de la mujer: “Hay mujeres especialistas en taxonomía que colaboran y demás, pero pocas terminan dedicándose a ese campo de forma principal, y sus voces apenas aparecen”, señala.
DECOLONIZAR LAS COLECCIONES
Entre los objetivos de la moderna taxonomía está también el “decolonizar” las colecciones científicas: “En las campañas que hemos hecho en común con distintos países africanos, por ejemplo, sí se recogían ejemplares por duplicado: pero, muchas veces, ese duplicado se tiraba porque, simplemente, en los países de origen no había dónde mantenerlos. Pero –puntualiza Muñoz– lo puedes devolver a esos países de otra manera, a través de colaboraciones o de información”. También, indica, está la cuestión de la “recolección compasiva”, teniendo en cuenta lo que ya tienes.
Y –como muestra el maremágnum de colecciones y fondos de museos– no tenemos poco. El de las series científicas es un ámbito que dio comienzo cuando el mundo empezó a ensancharse, mostrando que era aún más extraño y tremendo de lo que la imaginación dictaba. El asombro de quien podía permitírselo se traducía en los famosos gabinetes de curiosidades: “Ha habido colecciones con animales que ahora están extintos, pájaros del hemisferio sur o especies de hábitats muy delicados, como Madagascar”, abunda Muñoz.
TROPICALIZACIÓN E INVASORAS
No deja de ser curioso que lo exótico, antropoceno mediante, llegue ahora a nuestras orillas. La tropicalización –la subida en altitud de muchas especies– es uno de los efectos sabidos de la progresiva subida de temperaturas, tanto a nivel atmosférico como oceánico. Sabemos que el cambio climático es uno de los factores que ha contribuido a la presencia de la Rugulopteryx okamurae en nuestras costas, quizá la invasora más famosa junto con el cangrejo azul: “El cangrejo azul ya está por toda la Península, y aquí lo hemos visto hasta en las salinas de Sanlúcar. Legalmente, de momento –afirma–, está en un limbo raro. La gente lo pilla y luego llega el Seprona, etc”.
Justo hace unas semanas, la Junta publicaba un Proyecto de Orden para regular la pesca de la especie: “Es verdad que el cangrejo azul llama la atención no sólo por el tamaño, sino por su color distintivo –señala Muñoz–, pero luego hay otras especies pequeñitas que también están afectando al ecosistema, como el camarón pistola (que es más bien una cigala pequeña), que llevan unos años rondando por el entorno de nuestra provincia”.