Los atracones de dos Juan Palomo

Historia de Cádiz-Herzegovina | Capítulo 35

En Torre Alháquime un alcalde de IU y otro del PSOE dimitieron de seguido tras conocerse irregularidades en su gestión

El primero reconoció haber pagado a votantes y a trabajadores sin contrato y el segundo fingió estar en el paro para ser colocado por la Junta

Torre Alháquime: Un alcalde que se va y otro que vuelve

Un ex alcalde del PSOE logra con la tercera peor nota un empleo público

Manuel Morilla (IU) se dirige a los concejales del PSOE en el pleno del 29 de septiembre de 2006 en el que tuvo que renunciar a la Alcaldía de Torre Alháquime.
Manuel Morilla (IU) se dirige a los concejales del PSOE en el pleno del 29 de septiembre de 2006 en el que tuvo que renunciar a la Alcaldía de Torre Alháquime. / Ramón Aguilar

Existió, claro que existió, pero su nombre real no era el de Juan Palomo. Y tampoco era de profesión cocinero, como por error se podría deducir después de comprobar que ese dicho de “como Juan Palomo, yo me lo guiso, yo me lo como” haya sobrevivido durante más de dos siglos pasando de generación en generación.

El verdadero Juan Palomo se llamaba en realidad Diego Padilla y era uno de esos bandoleros que tantos quebraderos de cabeza dieron a las tropas de Napoleón y a la población afrancesada en las diferentes serranías andaluzas durante la Guerra de la Independencia. En concreto, el nombre de Juan Palomo empieza a hacerse famoso a principios del siglo XIX en el norte de la provincia de Córdoba, para ser más precisos en el Valle de los Pedroches. En la llamada Casa Grande del municipio de Fuente la Lancha, Diego Padilla y su cuadrilla de bandoleros, conocida como Los Siete Niños de Écija, instalaron su cuartel general, convirtiéndolo en una fortaleza inexpugnable. Las habitaciones eran el presidio donde alojaban a sus ilustres prisioneros y las cuadras se utilizaban para depositar allí todas las joyas y el dinero robado al enemigo o cobrado como rescate antes de liberar a los reos. Padilla demostraba tener una gran capacidad para recaudar, y todos estos recursos económicos los compartía luego con su banda y también con los vecinos más necesitados de los alrededores. Y así se convirtió en Juan Palomo, cuando el pueblo recuperó una expresión utilizada por Francisco de Quevedo –“Yo me soy el rey Palomo/yo me lo guiso y yo me lo como”, escribió el referente del Siglo de Oro español en su Letrilla Satírica III– cambiando, sin una explicación lógica, lo del rey por lo de Juan. Y hasta hoy. Dos siglos de Juan Palomo comiéndose todo lo que cocinaba, una expresión que puede ser considerada en negativo, por lo que tiene de egoísmo, o en positivo, por lo que conlleva de autosuficiencia.

En la Sierra de Cádiz igual no hubo tanto bandolerismo como en la Serranía de Ronda o en Sierra Morena, pero sí ha habido varios casos de Juan Palomo. En la política, por ejemplo, se sucedieron dos ejemplos de ello en el mismo pueblo, Torre Alháquime, y en un intervalo de apenas cinco años. Dos alcaldes de dos partidos opuestos tuvieron que dimitir de seguido tras detectarse diferentes irregularidades en su gestión, algunas de ellas de lo más variopintas. Digamos que ambos fueron descubiertos dándose un atracón de todo lo que habían guisado previamente.

Hay que ponerse en situación. Torre Alháquime es el tercer pueblo menos habitado de la provincia de Cádiz –sólo supera en habitantes a Benaocaz y a Villaluenga– con una población que a finales de la década de los noventa bajó de los mil vecinos y que ahora tiene en torno a los 800. Y es uno de esos municipios serranos en los que la derecha ni está ni se le espera. Todo se reduce desde hace décadas a un pulso continuo por el poder entre el PSOE e IU, algo que se repite en otras localidades de la comarca como Olvera, Alcalá del Valle, Puerto Serrano o Espera.

En esta tesitura se produjo en 2006 una ofensiva total del PSOE contra Manuel Morilla, de IU y que sumaba 11 años como alcalde de Torre Alháquime. En ese mandato corporativo los dos concejales socialistas –Francisco Castro Barriga y el actual regidor, Pedro Barroso– fueron recopilando las supuestas gestiones oscuras de su regidor, y cuando tuvieron la carpeta bien repleta se plantaron ante la dirección provincial de su partido. Y ésta primero estudió esos papeles con detenimiento y, tras llevarse las manos a la cabeza en varias ocasiones, optó por dar traslado a quien era entonces coordinador provincial de IU y alcalde de Conil, Antonio Roldán. “O echáis al alcalde de Torre Alháquime o llevamos esas irregularidades a la prensa y a la Fiscalía”, se supone que le dirían los del PSOE a Roldán. Pero los izquierdistas no movieron un dedo durante muchos meses, que una Alcaldía es siempre una Alcaldía. Y, claro, todo llegó a la prensa.

Las irregularidades, a cual más llamativa, estaban ahí. No era que Morilla se lo llevara calentito a su casa, que no se trataba de eso. Pero sí había habido un descontrol absoluto de los recursos económicos. Y como muestra, ahí van varios botones.

Morillo expidió una factura de 18,000 euros para instrumentos que se destinarían a una Banda de Música que ni existía ni existió jamás

El alcalde torreño reconoció en un pleno que había tenido trabajando para el Ayuntamiento a personas sin contrato a quienes él mismo había pagado de su propio bolsillo, así como que su partido había dispuesto autobuses para traer desde Huelva a vecinos de Torre Alháquime para que votaran en el pueblo en unas elecciones.

En otro pleno, a preguntas de la oposición, cifró en casi 17.000 euros el dinero recaudado por varios conciertos en las Ferias del pueblo, aunque el secretario del Ayuntamiento le corrigió precisando que nada de ello se ingresó en la contabilidad municipal. Bien al contrato, el fedatario público alertó de que la Feria de 2005 había acarreado unos gastos al municipio de más de 171.500 euros.

Otro gasto llamativo fue una factura expedida por el Ayuntamiento de casi 18.000 euros en concepto de compra de material musical para una supuesta Escuela y Banda de Música de Torre Alháquime que ni existía entonces ni existió jamás. O los 2.282 euros que el Consistorio pagó al primer teniente de alcalde, Juan Guerra Hidalgo, también de IU, en concepto de kilometraje realizado en los meses de julio y agosto de 2005. Como en este Ayuntamiento se pagaba el kilometraje a 17 céntimos de euro por kilómetro, eso suponía que el referido edil tuvo que recorrer 13.423 kilómetros en sólo 62 días (incluyendo sábados, domingos y festivos), algo que evidentemente nadie se creyó.

El alcalde de IU cedió a su hijo gratis y sin contrato la gestión de la Caseta Municipal en la Feria del pueblo

Y finalmente estaba el lío del servicio de explotación de la Caseta Municipal en la Feria de 2005, el cual fue adjudicado gratuitamente al hijo del alcalde, mientras que otro vecino tuvo que pagar 765 euros para poder gestionar un servicio similar pero en la Caseta de la Juventud.

“He podido equivocarme, puede que haya habido irregularidades, pero soy un alcalde honrado”, repetía Manuel Morilla cuando era preguntado por estas denuncias. Y en sus explicaciones venía a decir que lo de traer votantes a los pueblos “lo hacen todos los partidos y yo no sé a quién vota cada uno”, que los trabajadores a quienes había pagado de su bolsillo “eran voluntarios que se habían ofrecido a pintar o a arreglar el pueblo”, y que el kilometraje cobrado por su primer teniente de alcalde “también incluía los almuerzos y otras cosas”.

Sobre la factura para la compra de instrumentos para esa hipotética Banda de Música, Morilla sorprendía al afirmar que el Ayuntamiento simplemente pidió presupuesto a un proveedor “y éste mandó una factura que se empeñó en cobrarla pero que nunca pagamos”.

Y en referencia a la adjudicación de la Caseta Municipal a su hijo, dijo que en el pueblo era habitual que se le cediera este servicio a quien explotaba también la Piscina Municipal, como era el caso. “No hay nada escrito porque mantuvimos el mismo acuerdo verbal que teníamos con el anterior adjudicatario”, aclaró.

Todo sonaba raro, tremendamente raro, incluso para la dirección provincial de IU que, aunque tardó, no tuvo más remedio que abrirle primero un expediente a Morilla y luego forzar su relevo. Lo de expulsarlo era inviable porque el alcalde torreño jamás militó en este partido.

La sustitución en la Alcaldía se demoró seis meses pero al final Morilla dimitía y su puesto era ocupado por Juan Guerra Hidalgo, que apenas duró en el cargo ocho meses, porque la candidatura que encabezó fue claramente derrotada por el PSOE en las elecciones municipales de 2007.

Se abría ahí una etapa del socialista Francisco Castro Barriga en la Alcaldía que ni siquiera llegó a los cuatro años. Y es que en marzo de 2011, cuando ya había sido confirmado como candidato a la Alcaldía para las elecciones de ese mismo año, Castro se convertía en noticia tras confirmarse que había fingido estar en el paro para intentar ser colocado en la Junta.

En concreto, siendo alcalde, cobrando del Ayuntamiento y estando dado de alta en la Seguridad Social, Castro se fue al paro exactamente el día anterior a que la Junta abriera la convocatoria del SAE para contratar a 73 promotores de empleo en la provincia. Y apenas 20 días después, cuando supo que su nombre figuraba en la lista provisional de adjudicatarios con plaza en Alcalá del Valle, Castro volvía a darse de alta en la Seguridad Social, como si nada hubiera pasado.

Una denuncia del CSIF frenó in extremis la contratación de Castro Barriga por la Junta

Una denuncia del CSIF ante la Delegación de Empleo de la Junta frenó in extremis su contratación. La anulación de un sospechoso certificado firmado por una concejala suya de Torre Alháquime que resaltaba la experiencia del alcalde como promotor de empleo dejaba a Castro Barriga a última hora fuera de la lista de adjudicatarios. Y aunque amagó con recurrir ante el SAE, finalmente también se comió eso, viéndose obligado a dimitir y, evidentemente, a no repetir como alcaldable.

Eso fue en 2011 pero tres años después, cuando ya no estaba en política, Castro Barriga volvió a ser noticia por un nuevo intento por ser colocado en una administración pública, en ese caso como agente de empleo en el Ayuntamiento de Villaluenga. El proceso de selección constaba de dos fases. En la primera, el currículum de Castro lo situaba con la tercera peor nota de los 16 candidatos al único empleo en liza. Pero luego, tras serle rectificada esa baremación y tras lograr en la entrevista de trabajo la mejor puntuación posible a años luz de los demás aspirantes, se situaba el primero de la lista.

Las quejas sindicales y la publicación en prensa de estos hechos hicieron reaccionar al alcalde de Villaluenga, Alfonso Moscoso, que en primer lugar decía que él no podía dudar “de la profesionalidad de un tribunal” pero que luego paraba el proceso y, tras revisar la documentación presentada, dejaba al ex regidor torreño sin plaza.

Castro Barriga nunca más sonó para un cargo público pero Morilla sí lo intentó. Una vez que hizo la digestión de todo lo que se había cocinado y comido, volvió a presentarse como candidato a la Alcaldía por IU en las elecciones locales de 2011, cinco años después de dimitir. Pero las urnas le tenían reservada una clara derrota a manos del PSOE. Y es que eso de guisar para uno solo no está bien. Con lo bonito que es compartir.

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