De Cerca. Entrevista a Francisco Poveda, pedagogo

“La alfabetización fue el revulsivo para la emancipación de la mujer andaluza”

  • Fue uno de los artífices de la alfabetización de adultos en Andalucía en los años 80. Ahora la Consejería, a petición del profesorado, ha puesto su nombre al centro de adultos de Puerto Real

Francisco Poveda

Francisco Poveda

EN 1976 las cifras de analfabetismo en Andalucía eran aterradoras. Un 12% de la población era analfabeta total, no sabía ni leer ni escribir, y un 37% tenía un básico conocimiento de leer, escribir y calcular, pero no sabían rellenar una solicitud, entender un contrato... Esas cifras estaban muy por encima de cualquier otra región. 44 años después, no es tanto tiempo para esas cifras, se puede afirmar que el analfabetismo no existe prácticamente en Andalucía. Uno de los principales artífices de la alfabetización en Andalucía es Francisco Poveda (Salamanca, 1950), jubilado hace dos años como uno de los inspectores más respetados y queridos de Cádiz. Así lo ha reconocido la Consejería de Educación, que ha puesto su nombre en el Centro de Educación de Permanente de Puerto Real a petición del profesorado, del alumnado y del Ayuntamiento. Una forma de agradecer una increíble tarea.

–Usted es de Salamanca. ¿Qué se le había perdido aquí?

–Estudiando en la Universidad de Salamanca descubrí un personaje que me fascinó, el pedagogo brasileño Paulo Freire. Hice mi tesis sobre él cuando en España no lo conocía prácticamente nadie. Creó un método de lectoescritura que consiguió que un amplio sector de la población en Hispanoamérica pudiera alfabetizarse. Es un modelo de educación humanista, unido al desarrollo de una conciencia crítica cuyo objetivo esencial era la salida de la marginalidad. A raíz del golpe de estado militar de 1964 en Brasil, se exilió en Chile.Sus ideas han influido significativamente en los procesos democráticos de gran cantidad de países.

–Y quiso emularle.

–Eso sería muy pretencioso de mi parte. Me interesaba el ámbito de la alfabetización y por la información que manejaba Andalucía podría ser un campo apropiado para intentar desarrollar el método de Freire por la sencilla razón de que los índices de analfabetismo eran muy superiores a otros lugares de España. Por entonces la Educación de Adultos se consideraba como una modalidad subsidiaria de la enseñanza básica, para quien no había podido asistir a la escuela en su infancia y se los trataba como a tales. A las personas adultas no les agrada que les traten como a niños. Así no podía funcionar con éxito. De acuerdo con los principios pedagógicos de Freire, educador y educando tienen que avanzar y aprender juntos. Pero en aquel tiempo la atribución de esas Escuelas de Adultos era la expedición del título de Certificado de Escolaridad y de Graduado Escolar.

–¿Cuál fue su primer destino?

–Me incorporé en 1975 al colegio Princesa Sofía de Jerez .Allí me encontré casualmente con una compañera que estaba leyendo un libro sobre Freire, y me sorprendió. Le pregunté cómo había llegado a sus manos y me presentó a dos profesores concienciados que se lo habían pasado. Decidimos iniciar una experiencia por nuestra cuenta y todas las tardes, a las siete, nos íbamos a una barriada rural, La Ina, donde no había ni agua corriente, ni calles asfaltadas. Allí comenzamos a alfabetizar en un antiguo gallinero que acondicionamos nosotros mismos y es allí donde comprobamos los efectos tan rápidos y relevantes de la aplicación de este método.

–Alfabetizar por su cuenta no estaba bien visto por el poder.

–Recuerdo que la guardia civil nos hizo alguna visita.

–¿Cuándo se empieza a alfabetizar con un método y con los recursos debidos?

–Desde el mismo traspaso de las competencias educativas, en 1982, el presidente Rafael Escuredo, en su primera declaración manifiesta que la Educación de Adultos tiene que ser uno de los programas estrella de la nueva Administración. Se analizaron y valoraron distintos programas desarrollados en una serie de países y con el apoyo de la Unesco, se decide optar por el método Freire.

–Así llegaron a usted.

–La verdad es que no recuerdo cómo. Tuve la fortuna de estar desde los inicios en la génesis. Reclamaron mi presencia en la Consejería de Educación y, junto con un equipo de técnicos, comenzamos a crear el diseño de un método que la Unesco, sólo cuatro años después, premiaría internacionalmente. La fecha no se me olvida. El 24 de enero de 1983 nos dispusimos a poner las bases para contribuir a mejorar la educación de las personas adultas desde un marco específico y diferenciado de la enseñanza escolar básica. Ese día fue el nacimiento oficial del Programa de Adultos.

–¿Cuál fue el primer paso?

–Tener alumnos. Para la tarea sabíamos que necesitábamos un profesorado específico y comprometido, pegado al terreno. No valía el funcionario que llegaba y le tocaba ahí porque había que conocer el modelo de lectoescritura y eso no se daba en las escuelas de Magisterio, del mismo modo que no se trataba sólo de que aprendieran el abecedario, sino de tener un componente de animación que los mantuviera en la escuela, que los atrajera. Ya había gente trabajando en esto, pero necesitábamos más y nos valían profesores en paro, equipos de parroquia. Lo fundamental era el compromiso.

–¿Cómo consiguieron sus primeros alumnos?

– Mayoritariamente debemos de hablar de alumnas. Parece que los varones estaban habituados a mantener otro tipo de relaciones personales y sociales, el bar, el fútbol... pero una mayoría de mujeres no había tenido la oportunidad de salir de su reducido entorno familiar, de poder asistir siquiera a un centro educativo. Cuando visitaba las clases, observaba a algunos hombres, muy pocos, sentados atrás, les decía: “Benditos vosotros entre todas las mujeres”. Se pusieron en marcha las campañas de captación con las que los profesores recorrían los barrios y pueblos en sus propios automóviles con altavoces o a viva voz, dando a conocer la existencia de centros e invitando a asistir a las clases. Recuerdo algunos eslóganes como “nunca es tarde para aprender” o “esta no es tu firma. Entonces había mucha gente que firmaba con la huella dactilar. Esa época la retrata muy bien Juan Rincón, maestro en La arboleda perdida, de El Puerto, en una deliciosa trilogía titulada Carditos de Puchero. Visto en perspectiva es increíble la tarea de ese profesorado. Eran militantes de la alfabetización comenzando prácticamente desde la nada, sin experiencia previa, sin medios ni recursos, sin locales, sin alumnado... Poco a poco comenzaron a llegar mujeres a los centros. Primero unas cuantas, después muchas. La mejor publicidad fue el boca a boca. A las cuatro de la tarde se veían desfilar grupos de mujeres con unas bolsas en las que sobresalían las dos agujas de hacer punto. No se atrevían a decir que iban a la escuela, sino que iban al corte, a hacer punto. No decían que iban a aprender a leer, pero fueron valientes porque descubrieron por ellas mismas otra manera de entender su existencia rutinaria y su propia vida.

Íbamos en los coches por los pueblos y con un altavoz diciendo ‘nunca es tarde para aprender’”

–Es que no era sólo leer y escribir.

–Me atrevería a decir que el Programa de Educación de Adultos ha sido un revulsivo en el proceso de liberación de la mujer andaluza respecto a su pequeño mundo, el microcosmos en que se movían. Comienzan a relacionarse con otras personas con parecida situación, a socializarse, muchas de ellas a conseguir autonomía respecto de los maridos. Ese complejo proceso no fue sencillo. Muchas encontraron serias resistencias en su entorno familiar. Expresiones comentadas por ellas mismas como: “pero tú dónde vas a estas horas”, “a tu edad qué pintas en un colegio”...

–La vinculación de la mujer a la educación de adultos llega a nuestros días.

–Aún hoy es significativo ese sector de alumnas que por diversas razones tienen problemas, se han quedado solas, viudas. A este perfil de mujer, la mejor medicina que les receta el médico es apuntarse en la escuela de adultos. Antes querían escribir al hijo o al familiar que estaba lejos, y, con enorme mérito, aprendieron a leer y a expresarse por escrito. Ahora ha llegado la alfabetización informática y a ese hijo que se ha ido más lejos aún, incluso está en el extranjero, los pueden ver a través del ordenador porque se lo han enseñado en las clases de informática. Creo que es García Márquez quien afirma que “no es cierto que la gente deje de perseguir sueños a medida que cumple años, sino más bien que envejece porque deja de perseguir sus sueños”. Eso también es una importante tarea de esta Educación Permanente.

–¿En qué consistió la segunda fase?

–Se consiguió implantar la Educación de Adultos con la creación de centros en la mayoría del territorio andaluz. Fue necesaria la colaboración de los ayuntamientos. Se fue ampliando la red de centros, de los cuales 52 eran públicos y 540 municipales con más de 128.000 alumnos y 1.970 profesores. De ellos, más de 770 eran laborales, dependientes a en un principio administrativamente de los respectivos ayuntamientos, el resto lo conformaba profesorado de funcionario e interinos. La auténtica razón de su éxito estuvo en la profunda implicación y compromiso del profesorado, específicamente preparado y formado para ello.

–¿Cómo se les enseñaba?

–El Programa de Educación de Personas Adultas se organizó en tres ciclos, el primer nivel referido propiamente a la alfabetización, un segundo de neolectores, y el tercero, preparación para la obtención de la titulación del Graduado Escolar. La metodología didáctica utilizada por el profesorado estaba fundamentada en el diálogo, en la investigación participativa porque aunque en un principio no dominaban las técnicas lectoescritoras, de su realidad vital sabían tanto o más que el profesorado. Tenían que ser protagonistas de su aprendizaje. Lo llamamos “Diseño Curricular de Educación de Adultos”, término que ahora todo el mundo conoce, pero que en el sistema educativo español no aparecería hasta la promulgación de la LOGSE en el año 1990.

–Llegaría un momento en el que se le acabarían los analfabetos.

– Puede quedar un sector residual de la población que así se podría catalogar, esencialmente por su avanzada edad. Pudiera parecer que ello sucedió hace mucho tiempo, pero desde una perspectiva histórica no lo es tanto. Hace unos 40 años una parte no pequeña de la población andaluza no iba a los colegios porque no había suficientes plazas. De ahí veníamos. Con el tiempo no fue necesario hacer campañas de captación,se consiguió aceptación social. Los centros se llenaron de personas adultas y ahora se han convertido en focos de encuentro y de desarrollo comunitario y se comenzó a dar respuesta educativa a los chicos fracasados del sistema escolar ordinario.

–Los más bolizas.

– En bastantes casos sí, chicos frustrados, sin expectativas personales y sociales, muy difíciles de trabajar con ellos. Sin embargo fue muy curioso observar su integración en las aulas, con una infinita paciencia del profesorado. Podrían ser cinco o seis en una clase, en una simbiosis mezclados con una mayoría de mujeres mujeres en las que ellas aportaban su granito de arena, contribuyendo en plan madres integración en los grupos, a pesar de las diferencias de edad.

–También entraron en las prisiones.

– Ampliamos el campo de intervención, se crearon centros de Educación de Adultos en todas las prisiones, en hospitales, en cuarteles. Uno de los de mayor éxito fue el programa de Educación Vial, en el que a través de un innovador convenio con la DGT, se utilizó como gancho para la obtención del carné de conducir. Por entonces había mucha gente que conducía sin carné. Si apenas sabían leer, cómo iban a superar un temario. Se llegó al acuerdo de que podrían examinarse de la parte teórica en el centro, pero para poder examinarse tenían que asistir y superar unos mínimos académicos. Creo que la vida está hecha de cosas grandes que parecen pequeñas, y de detalles y cosas pequeñas que al final son muy grandes. Aquí se encuentra la génesis y evolución del Programa de Educación Permanente.

–La Logse se llevó esta educación a los institutos.

–Sí, y fue un error. Generó una gran frustración en el colectivo del profesorado específicamente formado que había demostrado el éxito del Programa de Educación Permanente. También supuso un trauma para bastantes alumnos adultos al modificarse ese entorno suyo, propio, en el que se sentían seguros y apoyados.

–Ahora el perfil es totalmente distinto.

– Por supuesto, ningún parecido. El otro día en Puerto Real, en el acto de reconocimiento en el que ponían mi nombre al CEPER , me encuentro con dos alumnas que me saludaron de manera muy afectiva. Eran profesoras jubiladas y alumnas en el centro de adultos. Ahora en estos centros se imparte informática, idiomas, patrimonio andaluz, que tiene un montón de éxito, cultura de emprendimiento, y muchos más. La gente que hoy se matricula está mucho más preparada. Están elaborando y publicando trabajos de investigación sobre el patrimonio de un alto nivel. Afortunadamente es otra sociedad, otro tiempo. Para mí, que he tocado tantos palos, la educación de adultos, más que una actividad ordinaria y cotidiana, ha sido una pasión especial. Pero el éxito de este programa es una terea colectiva, del profesorado, los coordinadores y, por supuesto, del alumnado que supo rebelarse contra su destino y descubrieron un mundo que les estaba vedado.

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