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Sucesos

Sicarios en Cádiz: Hachís, dolor y sangre

Las manos de un hombre torturado por sicarios en una operación en Cádiz.

Las manos de un hombre torturado por sicarios en una operación en Cádiz.

Pocas cosas son más escandalosas que la sangre. Quizá los disparos de una pistola. Por eso, cuando el lunes 19 de febrero resonaron varias detonaciones en la sanluqueña calle Molinillos se intuyó que el sonido no hacía sino presagiar la sangre. Y sangre hubo. Varios encapuchados habían entrado en la casa ocupada por un marroquí afincado en la ciudad y se lo habían llevado por las bravas en una furgoneta. La Policía baraja el ajuste de cuentas como trasunto de la historia, un negocio relacionado con el tráfico de hachís que se torció por cosas que pasan. Organiza un dispositivo que da sus frutos al filo de la medianoche. Un aviso ciudadano alerta de la aparición de un hombre herido en las márgenes de una carretera que une Sanlúcar y Chipiona. Cuando los agentes llegan atestiguan que ha recibido varios disparos en las piernas y que sufre heridas en el rostro, en una oreja y en las manos. Digamos que sus captores no le han tratado como a una damisela. El pasado domingo la Policía detuvo a tres hombres en Sanlúcar a los que considera “autores intelectuales” del secuestro del marroquí. Es decir, sostienen que, presuntamente, contrataron a unos sicarios para cobrar una deuda a esta persona, a la que dejaron malherida.

No es la primera vez que un grupo de sicarios actúa en la provincia de Cádiz. La espiral de violencia en la que se ha instalado el narcotráfico en el Estrecho augura tiempos duros para los cuerpos y fuerzas de seguridad del Estado pero también para los propios actores implicados. Estamos en una nueva era y los dueños del hachís no perdonan los errores. Si antiguamente se podía justificar la pérdida de un cargamento de mil maneras, ahora los números tienen que cuadrar. Tantos fardos de hachís salen de Marruecos, tanto dinero entra. Lo contrario suponen problemas serios. Diario de Cádiz ha estado hablando con investigadores de la Guardia Civil que llevan años combatiendo a los narcos en el Estrecho de Gibraltar y que han asistido a este cambio de tendencia. Podemos decir que ahora mismo lo que hacen los marroquíes es subcontratar la distribución, pero poco más. El negocio es suyo y eso quieren dejarlo muy claro desde el principio. Por eso tienen a su gente en las gomas que cruzan el Estrecho a toda velocidad, pero también en las organizaciones de tierra, en las descargas que se realizan en las playas gaditanas, en las guarderías, en los transportes... “Ellos tienen el control, y si pierdes un cargamento, respondes con tu vida”, dicen desde la Benemérita.

La cuestión de fondo no es sólo que el Estrecho se haya convertido en una de las fronteras más calientes del planeta para el tráfico de drogas, principalmente hachís pero también cocaína, que llega a Europa por la denominada Ruta Africana, el problema de fondo es que la Costa del Sol se ha erigido en epicentro mundial del narcotráfico, con más de 100 células de decenas de países instaladas en sus poblaciones. El Centro de Inteligencia contra el Crimen Organizado del Ministerio de Defensa ha alertado de esta circunstancia y advierte que el aumento de la rivalidad de las bandas que luchan por el control del negocio presagia que, a medio plazo, pueden verse situaciones cada vez más violentas. En Marbella ya han llegado a colocarse bombas en gimnasios y se ha matado a plena luz del día a miembros de bandas rivales. Este pasado viernes hubo otro tiroteo a las puertas de una discoteca en Fuengirola. Otro más. Es un fenómeno que costará contener.

En España actúan tres perfiles de sicarios según su procedencia. Por un lado están los que vienen de la Europa del Este, habitualmente ex militares, ex agentes de servicios secretos o ex miembros de organizaciones criminales con buena formación en armas y pocos escrúpulos que suelen afincarse en la Costa del Sol o la Comunidad Valenciana, principalmente Alicante. Hablamos de gente muy preparada que se encarga sobre todo de cobrar deudas de drogas y no se anda con sutilezas. Fuentes policiales consultadas por este medio no tienen dudas de que son “los más profesionales y despiadados. Nunca fallan”. Se encargan de rematar a sus víctimas y lo tienen todo perfectamente planeado. Por eso son los más caros. En algunos círculos se habla que su precio puede ir de los 20.000 a los 100.000 euros por trabajo. En ocasiones, el encargo consiste en dar un susto al sujeto en cuestión, con la certeza de que la segunda visita, de producirse, será definitiva.

Después están los sicarios que llegan desde el otro lado del charco, gente muy joven proveniente de países como México, Colombia, Guatemala o Venezuela. En ocasiones son integrantes de bandas latinas acostumbradas a arriesgar la piel por defender su territorio.

Por último, están los sicarios norteafricanos que viajan desde Marruecos, Argelia o Túnez y que en los últimos tiempos se han encargado, por ejemplo, de intentar darle pasaporte al fundador de Vox y ex vicepresidente del Parlamento Europeo, Vidal-Quadras. En el caso de estos últimos su precio, según los expertos, suele ser más barato que si se quiere contratar a asesinos del Este. Sicarios low-cost que no dudan en apretar el gatillo por unos miles de euros.

Tortura y muerte

En Cádiz hemos tenido ejemplos variados en los últimos años. En la mayoría de los casos, estas subcontratas del crimen han actuado contra personas relacionadas con el mundo del narcotráfico, pero no siempre es así. Por ejemplo, en enero de 2022 la aparición del cadáver de un ciudadano holandés asesinado en Chiclana puso en marcha una compleja investigación de la Guardia Civil. Al sujeto lo habían obligado a ponerse de rodillas y le habían disparado en la cabeza, recreando un escenario que completaba el cuadro clásico de una ejecución. Seis meses después la Benemérita detuvo a cinco personas a las que se acusó de ser las presuntas responsables del asesinato.

Camino del diseminado de Chiclana donde apareció el cadáver de un holandés asesinado por sicarios. Camino del diseminado de Chiclana donde apareció el cadáver de un holandés asesinado por sicarios.

Camino del diseminado de Chiclana donde apareció el cadáver de un holandés asesinado por sicarios.

La víctima tenía en Holanda estatus de testigo protegido por destapar las actividades de la conocida y temida Mocro Maffia. Hablamos de personas de origen magrebí de segunda generación que, aprovechando sus contactos familiares con los dueños de las plantaciones de hachís en Marruecos, empezaron a introducir en el mercado europeo grandes cantidades de droga a través de los puertos de Amberes y Rotterdam. Su poder es cada vez mayor y han extendido sus tentáculos por toda Europa. Por el Sur de España también.

Pero sin duda uno de los crímenes más recordados, por su crueldad, fue el que ocurrió en el verano de 2014 y que acabó con el chiclanero David Muñoz, conocido en el pueblo como El Pelón. Según se aseguró en el juicio contra Ismael López El Ojos y su banda, a El Pelón lo mataron por un supuesto botín de 400.000 euros. Tras varias horas de tormento, y después de un infructuoso asalto a un chalet de Sanlúcar en cuyo jardín se suponía que estaba escondido el dinero, todos sus esfuerzos resultaron baldíos. El cadáver de El Pelón fue hallado en los alrededores del Hospital Clínico de Puerto Real con signos de tortura. Durante el juicio celebrado en la Audiencia Provincial, y que acabó condenando a El Ojos a 63 años de prisión, la Fiscalía sostuvo que su banda secuestró a David Muñoz para apoderarse de una importante cantidad de dinero procedente, supuestamente, del tráfico de hachís. Para intentar saber el lugar donde David escondía ese montante, lo torturaron, le propinaron numerosos cortes, causándole un total de 14 heridas, alguna de las cuales alcanzaron órganos vitales. Finalmente le asestaron dos puñaladas que seccionaron la arteria carótida y abandonaron su cadáver en Puerto Real.

Otro ajuste de cuentas llevado a cabo por sicarios se sitúa en Chipiona en el año 2019. Un hombre murió y otros dos resultaron heridos de gravedad después de ser lanzados desde una furgoneta en la autovía A-480. Los supuestos agresores fueron detenidos posteriormente gracias a la información aportada por un guardia civil que, pese a estar fuera de servicio, les persiguió con su vehículo durante su huida para ir comunicando su posición a los compañeros que pretendían darles caza.

Una llamada anónima alertó a la Policía Nacional del suceso, pero no pudo precisar si en ese momento los tres varones arrojados a la autovía estaban vivos o muertos. La Policía dio el aviso y la Benemérita puso en marcha un dispositivo de interceptación de los vehículos implicados en el suceso. La información más valiosa que permitió las posteriores detenciones partió del agente antes citado, destinado en la Comandancia de Cádiz. El guardia iba en ese momento en su vehículo en dirección hacia Sevilla cuando recibió la descripción de los vehículos implicados. Poco después ambos le adelantaron a gran velocidad. Posteriormente se pudo interceptar el turismo en la carretera A-66 (Ruta de la Plata) por parte de patrullas de la Comandancia de Sevilla, deteniendo a cuatro franceses.

Tras llegar hasta Sevilla la Policía Nacional interceptó a la furgoneta en la que viajaba un quinto implicado en los hechos investigados, que portaba un arma larga en el vehículo y trató de huir a pie. La Policía Local sevillana se vio obligada a efectuar varios disparos al aire para reducirlo en las inmediaciones de la plaza de Cuba. Los investigadores relacionaron la muerte del joven chipionero con un problema por un presunto alijo perdido.

La Guardia Civil ha puesto en marcha operaciones como las denominadas Toante o Jacaranda en las que han desarticulado bandas de narcos que secuestraban y torturaban a otros compañeros de profesión que se habían quedado con un alijo ajeno. Es la nueva realidad de un negocio cada vez más peligroso.

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