El 'Príncipe de Asturias' pone a trabajar al 'Juan Carlos I' en la Bahía
El nuevo buque de proyección de la Armada entrena duro en las aguas de la Bahía ante la anunciada jubilación del viejo portaaviones, que precisa de una completa remodelación no prioritaria para Defensa
Con frecuencia, la vida imita al arte y los recortes gubernamentales engrosan el paro. Incluso, en gran sintonía con la vida nacional, el flamante buque de proyección marítima Juan Carlos I ha visto como se le sometía a una exigente evaluación, que ha exigido al máximo de todos sus tripulantes. ¿La razón? La habitual en estos casos: las empresas despiden gente y obligan a quienes se quedan a mantener la misma producción que antes. En fin, fantasías húmedas de agiotistas.
Ahora le ha tocado al veterano portaaviones de la Armada española, el Príncipe de Asturias. Con 24 años en sus cuadernas, el Gobierno le manda al paro. Lo del Gobierno con este buque viene de antiguo. En 2003, cuando el navío alcanzó el ecuador de su vida activa, 15 años de servicio, se le debió someter a una completa remodelación. Como el país andaba metido en una guerra lejana, el Príncipe de Asturias se quedó sin los 400 millones de euros que hacían falta para esa reparación. Eso le ha condenado a todos los achaques de la edad, que en un barco así son muchos, y a que parte de su tecnología haya quedado antigua.
El resultado de tal decisión obliga a Defensa a un gasto anual de 30 millones de euros para mantener navegando al portaaviones. Como el Gobierno tiene las prioridades claras, la cacareada jubilación del Príncipe de Asturias parece inevitable. Salvo un milagro, será uno de los cincos navíos de guerra españoles que este año pasen de los viernes en tinieblas de los consejos ministeriales, a los lunes al sol.
Dicha perspectiva hace que el otro gran buque de la Flota española, el Juan Carlos I, ande siendo sometido, estos días, a un exhaustivo programa de entrenamientos, comprobaciones, y calificaciones. Un duro examen que concluirá antes de su visita a los muelles de Cádiz, el próximo 2 de junio, cuando podrá ser visitado por la ciudadanía, con motivos de los actos de las Fuerzas Armadas. Esa escala solo durará un par de días, pues el navío zarpará el día 4 de ese mes.
Los entrenamientos que afronta este buque de proyección estratégica son rigurosos. Una prueba. En el capítulo de movimiento de aeronaves, el Juan Carlos I ha alcanzado ya en aguas gaditanas la famosa 'Toma Mil'. Un hito singular que algunos buques similares tardan tiempo en alcanzar. El aterrizaje número mil sobre la cubierta del buque lo realizó un helicóptero Sea King- H3D, perteneciente a la 5ª Escuadrilla de Aeronaves de la Flota. Fue un apontaje dificilito y le tocó hacerlo al Morsa-8 [la denominación individual de cada helicóptero en la Armada, la forma su indicativo de llamada radio y el numeral dentro del escuadrón].
Los pilotos del Morsa-8 posaron las casi cuatro toneladas de helicóptero, en condiciones de visibilidad reducida, a las diez y media de la noche del pasado 24 de abril, justo cuando una ciclogénesis explosiva iniciaba su andadura por territorio español. La toma salió redonda, pues los pilotos del helicóptero demostraron su pericia y el buen uso que saben hacer de las gafas de visión nocturna (intensificadores fotoeléctricos de imagen), que ambos llevaban caladas.
Con mil aterrizajes ya en su haber, está claro que el Juan Carlos I se desempeña bien como porta-aeronaves, pues desde él también han tomado y despegado cazas navales "Aguilucho" (Harrier), para que sus pilotos se acostumbrasen a las características de dicho navío. Por reducción al absurdo, la diferencia entre un portaaviones y un buque de proyección estratégica radica en que este último es bastante más polivalente. El Juan Carlos I no sólo es capaz de recibir aeronaves a bordo, sino que además puede lanzar oleadas de asalto embarcado, tanto en helicópteros como en lanchas rápidas.
Ambas funciones también las ha estado entrenando el citado navío, que probó su diligencia a la hora de zafar embarcaciones "Super-Cat" de la Infantería de Marina, mientras de cubierta se realizaban embarques helitransportados con equipos de asalto de dicho cuerpo. Finalmente, y para que nada faltara, el buque anda completando ejercicios de seguimiento a aviones no tripulados con el radar Lanza, fabricado por la empresa española Indra.
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