"El error de nuestra generación ha sido no educar en la memoria"

Francisca Sauquillo. abogada, presidenta del movimiento por la paz

Defensora. La histórica luchadora por las libertades opina sobre los problemas de la España actual y de la lucha por los derechos

Sauquillo, durante la entrevista.
Sauquillo, durante la entrevista.
M. Muñoz Fossati

12 de noviembre 2017 - 06:53

Se llama Francisca, pero todo el mundo la llama y ella prefiere que se la llame Paca, o incluso Paquita. Ha vivido, y en algunos casos protagonizado y sufrido, en sus propias carnes la historia reciente de España. Abogada, nacida en 1943 en el Madrid de la feroz dictadura, ha defendido con la ley vigente en cada época, "retorciéndola" cuando hacía falta, numerosas causas justas y siempre desde el lado de donde la democracia empujaba, a sindicalistas, líderes vecinales, detenidos (estos sí) políticos, librando incluso en lo más personal batallas judiciales, como cuando su hermano fue asesinado por fascistas en su despacho de abogados de la calle Atocha de Madrid; o cuando su hijo murió abandonado en una escalera del metro confundido y apartado como un yonqui enfermode sida,algo que no ha podido "olvidar nunca". Ha sido diputada y eurodiputado socialista, y ahora a sus 74 años es presidenta del Movimiento por la Paz, ha estado estos días en varias ciudades de la provincia hablando de uno de los grandes problemas del mundo actual: la emigración.

-¿Son los inmigrantes los marginados, los desfavorecidos de la Europa actual?

El verdadero drama de la emigración lo tienen en los países de procedencia, que pierden a los mejores"Los políticos de antes no eran mejores, sino que luchaban por las libertades y no por ocupar un puesto"

-Hay que distinguir entre los asilados, es decir los que huyen de su país perseguidos, y que están protegidos y tienen su derecho por una ley europea; los refugiados, un fenómeno que siempre ha habido, y que suelen ser grupos que son perseguidos colectivamente; y luego están los emigrantes, los que quieren salir de su país simplemente por ese sueño tan humano de vivir mejor. Muchas veces se confunden. El emigrante económico en su momento nos resolvió el problema de cuidar a nuestros enfermos, a nuestros niños, y en el caso de las mujeres nos ayudaron a salir a trabajar fuera. Pero el africano está viniendo en condiciones infrahumanas a nuestras costas, y produciéndose un doble fenómeno muy triste, que es que el Mediterráneo, que unía culturas, ahora mismo está siendo un cementerio; y que en momentos de crisis económica se rechaza a los inmigrantes.

-¿Se puede decir entonces que los perseguidos del franquismo tenían más simpatía social que la que ahora tienen los inmigrantes?

-Claro, el mundo ha cambiado. A partir de la guerra de Irak se produce un cambio en la mentalidad europea, y se produce un rechazo a aquellas pesonas que únicamente han venido a buscar bienestar a nuestros países, y se les acusa de ser terroristas, o de quitarnos el trabajo. Lo cual es mentira. El pueblo considera al inmigrante culpable de su mala situación económica, de la mala o poco democrática gestión económica. Y eso que en España, hasta ahora, el número de inmigrantes no tiene ni comparación con el de otros países europeos. Y que se está trabajando bien para que no se produzca el fenómeno de xenofobia. En España no hay zonas que se puedan considerar ghettos. El problema está en que hay que trabajar en eso, como hacemos en Movimiento por la Paz, que ahora vamos a tener en la Bahía de Cádiz pisos de subsaharianos, en donde intentamos integrarles, enseñarles español, Porque nos olvidamos de que el verdadero drama de la emigración se da en los países de donde emigran, que pierden cerebros y potencialidades muy importantes.

-Siempre del lado de los más desfavorecidos ¿de dónde le viene a usted ese impulso?

-Mire, yo procedo del movimiento católico, justo de cuando empezó el Concilio Vaticano II, cuya continuación podría ser el Papa actual. Empecé ahí, en la Universidad, pero enseguida me di cuenta de que vivía en una dictadura, aunque mi familia era, diríamos, de las personas que habían ganado una guerra. Me di cuenta de la falta de libertades y se me abrió otro mundo, me di cuenta de que esa idea que se nos había vendido de vencedores y vencidos era falsa. Ni unos eran tan buenos ni los otros tan malos. En la Universidad empecé ya a trabajar contra el sindicato vertical, y nada más acabar me percaté de que era una privilegiada por haber llegado a la Universidad. Monté uno de los primeros despachos laboralistas, acababa de crearse el Tribunal de Orden Público, que era el tribunal de la represión franquista, con miles de detenidos...

-Y con esa experiencia, cuando usted oye ahora decir a algunos que en España hay presos políticos ¿qué piensa?

-Pues me parece que tienen que leer la Historia. Yo llevé casi 1.800 casos ante el Tribunal de Orden Público, y la mayoría de ellos exclusivamente por delitos de manifestarse. Claro, ahora es muy difícil que las generaciones nuevas conozcan lo que era la dictadura de un Estado fascista. Tampoco saben que sí, durante la guerra hubo muchísimas atrocidades por los dos lados, pero cuando acabó, de 1939 al 45 hubo muchísimos asesinatos; ni que esta Andalucía no tiene nada que ver con la que yo conocí en Vallecas, en los que gran parte de la inmigración era andaluces que emigraron a Madrid, como a Bilbao y Barcelona. Allí había 12.000 chabolas. Llegaban a Madrid y se cambiaban de nombre, porque simplemente eran sospechosos. Conozco el caso de uno que se llamaba Bladimiro y se puso el nombre de Blas porque con ese nombre iba directamente a la cárcel. O una chica que se llamaba Libertad y se tuvo que cambiar a Esperanza. Esto lo cuentas ahora como broma ahora, pero suponía, por ejemplo que la especie de seguridad social que había entonces la podías perder si te detenían. Yo he defendido a gente que eran testigos de Jehová y les pedían seis años de cárcel, estaban prohibidos los libros de Teilhard de Chardin... Pero es difícil que esto lo puedan saber las generaciones jóvenes.

-A lo mejor es que no se les ha contado, que ha estado casi prohibido.

-Sí, quizá la culpa ha sido nuestra, que no les hemos contado lo que era vivir en el fascismo. Yo creo que ha sido un error de mi generación en el tema educativo. La educación se planteó olvidando contar la Historia. Y también hay que decir que de aquella reivindicación histórica que teníamos 'Libertad, amnistía, estatuto de autonomía', todas se consiguieron... Pero no hemos sabido explicarlo. También es verdad que han pasado cuarenta años de aquello y es otra España y quizá haya que ir a una reforma de aquello que hicimos.

-Eso se hizo sentándose, y tragándose cada uno sus 'principios inalterables'. ¿Falta eso ahora?

-Yo creo que sí. Ha faltado el diálogo, la comprensión y tener la generosidad para vivir todos juntos. Lo que me duele es que haya gente de izquierdas que en vez del internacionalismo, de una idea de solidaridad europea, cada vez piensen más en sí mismo y en su propio interés. Así que yo creo creo que ha faltado, además de ese relato de como se vivía en la época de la dictadura, una reforma de la Contitución para clarificarla con la España actual, porque la gente joven... si yo les digo a mis nietas que estuve tres meses en la cárcel, se creen que fue por un asunto de drogas, no pueden pensar que fue por luchar por una democracia. Y han faltado más cosas: que los dirigentes políticos tuviesen la generosidad de respetar el interés de todos los españoles. Y otro problema grave que también se tapa cuando únicamente se tiene en cuenta uno a sí mismo y a su entorno pequeñito, que son los problemas reales que España tiene: el paro en la gente joven, que necesita tener un trabajo e ilusión de país; y la corrupción, que siempre la ha habido, pero no tan institucionalizada como hoy. Y todo esto se ha tapado con el problema territorial de Cataluña, que en realidad se resolverá con el diálogo. pero hay que plantearse hoy qué tipo de España queremos, el Estado de bienestar.

-¿Y han faltado también grandes políticos como se dice, que antes eran mejores, o es un tópico?

-Es un tópico. Lo que sí que es verdad es que la situación es muy diferente. No creo que hubiera mejores políticos. pero al luchar contra la falta de libertades y por una democracia trabajabas más bien por unas ideas muy claras. Eso se ha ido perdiendo. Yo que pertenecía a la ORT, que éramos de la izquierda del PCE, teníamos una idea muy clara, trabajábamos sobre el terreno, y sobre ese terreno construíamos la política. Yo monté el primer despacho laboralista, intentamos "retorcer las leyes' para que hubiera de verdad sindicatos, sobre esa realidad montábamos la teoría. Quizás ahora hay grupos de izquierda que aprenden antes la teoría para aplicarla en la práctica. Como no estábamos en el Gobierno, como jamás pensaba que iba a estar en el Parlamento, sino que lo que me movía era la defensa de los demás, el constituir una España democrática para todo el mundo, no tenía la ambición de llegar a un puesto político. Como ahora las libertades ya están, ahora tal vez haya una ambición más personal que entonces no había de ocupar puestos.

-Después de haber estado en lo que se considera un retiro dorado como el Parlamento Europeo, sale usted y se mete en otras batallas...

-Bueno, en el Parlamento Europeo es verdad que hay gente que trabaja más que otra, pero no estoy de acuerdo con esa definición, aunque reconozco que para mucha gente es así. Pero bueno, después de 10 años en el Parlamento Europeo, que ya está bien, hay muchas cosas que puedes hacer. Cuando volví, fui presidenta del Consejo de Consumidores, un campo en el que las asociaciones tienen muy poca ayuda. Pero se han conseguido cosas. Y ahora estoy de presidenta del Movimiento por la Paz, una organización que surgió a raíz del movimiento pacifista europeo, que ayudó a derribar el Muro de Berlín. Ahora hay otros muros y vallas que derribar, como los que se ponen en Ceuta o Melilla, y que en realidad no impiden el paso. Es mejor contruir puentes que muros, como hacéis por aquí.

-También se ha metido usted en la batalla de la memoria histórica en Madrid

-Sí, bueno, lo cuento. Yo soy compañera de curso de Manuela Carmena, y trabajamos juntas. Y cuando Manuela llegó a la alcaldía quería resolver la asignatura pendiente de los cambios de nombres en las calles, y me lo encargó a mí. Yo lo primero que dije es que la memoria no es cambiar las calles, sino que tiene que ser que la gente joven sepa qué es lo que pasó en la guerra, qué hizo de positivo la República como la Institución Libre de Enseñanza, institutos... lo que pasó en la guerra, y luego lo que pasó después de ella, que un gobierno permitiera esos asesinatos y represalias, que se producían casi cuando yo nací, en Madrid. Madrid es muy emblemática, y cuando se dice de la represión en Cataluña o el País Vasco, hay que conocer la historia de Madrid, que tuvo las cárceles más grandes, llenas de presos políticos. Yo hubiera empezado por recuperar la historia de lugares, cárceles. Pero estudiamos el tema y decidimos cambiar el nombre de 52 calles. Y está paralizado por recursos de fundaciones como las de Francisco Franco y Millán Astray, cuya legitimidad es muy discutible e inconcebible en ningún país europeo. Y discuto que un juez tenga la capacidad de paralizar un acuerdo del Ayuntamiento en pleno, y sin votos en contra.

-¿La Guerra Civil habrá acabado cuando la expresión 'memoria histórica' no provoque sarpullidos?

-Está costando demasiado. Por la educación nuestra, que no es como la francesa, laica, sino una educación de resentimientos, de forzar los propios sentimientos... no sé si así va a acabar. Pero yo sí creo que tiene que hacerlo. Somos el único país en el que sigue habiendo gente perdida en las cunetas, y eso no puede ser. Sobre todo en un país que se ha considerado católico, y una de las obras de misericordia es enterrar a los muertos, y que la gente sepa dónde están sus muertos. Si somos capaces de explicarlo sin rencor, que ya no tiene sentido, la Guerra Civil puede acabar. La ley de memoria histórica era una asignatura pendiente, y teníamos que haberla hecho antes.

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