Tartamudez: "El Carnaval ha sido mi tabla de salvación"

TARTAMUDEZ

David Carbú ha logrado que su tartamudez no le impidiese cumplir su sueño de ser chirigotero

Tartamudez: Solo un poco más de tiempo

David Carbú en una de las chirigotas de las que ha formado parte / C.P.

David Carbú está a punto de cumplir 42 años, y desde hace más 30 convive con la tartamudez. Sus problemas en la comunicación comenzaron entre los 8 y los 9 años, coincidiendo con el fallecimiento de su padre, Antonio Carbú, una de las grandes figuras del carnaval de Puerto Real. Realmente no sabe si fue ese momento traumático lo que lo provocó o simplemente una coincidencia temporal, pero lo cierto es que hasta ese momento “hablaba perfectamente”.

Desde entonces convive con una tartamudez que no le define. Si hay que calificarlo de algo sería de chirigotero. “Para mí el carnaval lo es todo. Ha sido mi tabla de salvación”, dice. Lleva 22 años formando parte de chirigotas, y este año volverá a hacerlo. “Al principio tuve problemas para salir, pero no por esto (refiriéndose a sus dificultades) sino porque no conocía a nadie de ningún grupo”, dice bromeando.

Y aunque para mucha gente ponerse un disfraz, subir a un escenario y cantar pasodobles y cuplés podría ser una exposición insoportable, para él es un espacio seguro, donde más cómodo se encuentra. “En el escenario me trasformo porque cuando canto no me atasco como cuando hablo”, dice David. Además, asegura que en los meses en los que está liado con la chirigota incluso “me noto que hablo con más fluidez. Yo creo que es porque también ensayo la respiración, trabajo el diafragma cuando canto y eso influirá”.

Pero es evidente que el entorno social que ha creado es un punto muy a favor, Está arropado por unos compañeros que “ya son familia”. Está en un grupo donde se siente respetado y en el que “ni siquiera me dan carga por esto. Por otras cosas sí, pero con esto no lo hacen y se agradece”.

Él, como tantas otras personas que conviven con la tartamudez, también ha sido blanco de bromas impertinentes, risas, imitaciones y salidas de tono que, aunque de vez en cuando se siguen produciendo, cada vez le afectan menos. “Es que ya con 42 años, y después de todo, tengo la piel más dura y me importa menos. Además, también pienso cuando alguien se ríe: ¡Pobrecito, qué pocas luces tiene!”.

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