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Reconocimiento

Bonito y mimado

  • Vejer trabaja desde hace mucho para cuidar su arquitectura popular y su casco histórico. Ahora, con un premio más, intentan aprovecharlo.

Manuel Crespo muestra sus flores y plantas. Cada día, a su 78 años de edad, Manuel riega a cada una de ellas, tarda sobre hora y media, dice. En la Casa del Mayorazgo, donde vive, limpian el patio todas las semanas y encalan cada dos años aunque, cuenta Manuel, hay que hacer algún arreglito cada cierto tiempo, un desconchón, un poquito de repellado por los bajos... Lo cierto es que da alegría entrar. Pasan turistas cada dos por tres y echan algo en la hucha. "El otro día vinieron siete u ocho autobuses", asegura. Este laborioso trabajo tiene su premio. Ha ganado el concurso de patios de Vejer en el que había más de una veintena de participantes.

Es pasear por Vejer y ver a un vecino encalando, a otro pintando la azotea. En varios locales hacen obras, seguramente para albergar algún negocio de hostelería o comercio. Todo el casco histórico reluce, se prepara para la temporada fuerte, y los turistas se hacen fotos por cualquier rincón. En Los Remedios, un paseo desde donde se ve la comarca de la Janda, un grupo de visitantes de Barcelona asegura que tenían ganas de ver el pueblo. "Me han hablado muy bien unos amigos que vinieron. La verdad es que merece la pena conocerlo".

Pero todo ese blanco impoluto no es fruto de la casualidad. Vejer hace mucho que cuida su casco histórico. La sensación de estar a gusto que le da al que lo visita tiene un trabajo detrás. Su arquitectura popular, sus estrechas calles, sus cuestas, son bonitas, pero además está mimado y se nota. "No es cuestión de que otros lugares sean más feos o menos, es cuestión de conservar la herencia, la pureza", comenta Antonio Morillo, el primer alcalde de la democracia en la localidad, y cuyo ayuntamiento fue pionero en iniciar una serie actuaciones y ordenanzas para cuidar el patrimonio. "Las hazas de suerte han caracterizado a Vejer. Aquí no hay palacios, hay arquitectura popular, con casas sencillas, que nuestras abuelas y bisabuelas pintaban con cal y barro, sólo había esos dos colores, y se ha cuidado nuestra tradición", afirma mientras hace de excelente anfitrión en una vuelta al pueblo.

En ese cuidado todos se implican, vecinos y ayuntamiento, porque cada vejeriego con el que hablamos dice que están concienciados en conservar lo que tienen y que eso trae una recompensa que hay que aprovechar. "La conciencia del vecino ha sido siempre de repellar y de escoba en mano para barrer en la calle", dice José Galván, confitero de segunda generación de la pastelería más antigua del municipio.

Hace apenas unos días, Vejer, que ya formaba parte de la Asociación de los Pueblos más bonitos de España, ha entrado en la de los pueblos más bonitos del mundo. No entra cualquiera. Su alcalde, José Ortiz, cuenta que han tenido que cumplir una serie de requisitos. Sólo pueden entrar municipios menores de 20.000 habitantes, debe ser confortable para sus vecinos y tiene que priorizar la cultura y su patrimonio. Por eso, cuando apostaron por ello se peatonalizaron muchas calles y se platearon distintas normativas. "De todas maneras -dice el alcalde- esta conservación es fruto del trabajo de muchos años de todos, cada uno de los alcaldes que ha tenido el pueblo ha aportado su granito de arena, nosotros sólo dimos el impulso definitivo".

Recuerda Morillo por ejemplo que cuando llegaron al Ayuntamiento le declararon la guerra a los zócalos. "Quitamos cientos de zócalos, prohibidos totalmente, y hoy no quedan más de cuatro", explica. "Hoy estaríamos imputados -cuenta- porque si a lo mejor algún vecino decía que no podía quitarlos, nosotros le decíamos que no se preocupara y le mandábamos a operarios del ayuntamiento". Además de rehabilitar toda la zona de la muralla, entonces empezaron a crearse distintas ordenanzas "e incluso quisimos hacer una ordenanza fiscal pero no nos dejaron". Aún así hoy en día, asevera, luchan contra varias 'enfermedades', como el tunecismo de los que quieren pintar de azul o el esnobismo de los que quieren hacer el Guggenheim en Vejer.

Para el responsable actual del Consistorio "el casco histórico es una niña mimada y hay que estar todo el día pendiente de él". "Cuidamos los detalles, como las señales de tráfico". Además de las ordenanzas al respecto -no se cobran licencias de obra para pintar o repellar una fachada y poner un andamio, o en el mobiliario de las terrazas está prohibida la publicidad-, el Ayuntamiento ha comprado ya dos partes del Castillo, se han recuperado los molinos de viento y ahora quiere regular el uso de placas solares y limitar las terrazas.

Y todo esto atrae. Siguiendo el paseo, nos encontramos decenas de establecimientos hosteleros. En una misma calle perdida por el centro, contamos hasta tres y cuatro alojamientos rurales. Todos tienen algo. Como se dice ahora son establecimientos con encanto, como Vejer. Morillo saca la palabra 'delicattessem' para describirlo, aunque sea un anglicismo, pero calza. "Digamos que aquí de todos los establecimientos que han abierto ninguno es un burguer", manifiesta. Y eso ha llegado a la gente pero ¿desde cuándo? El pueblo siempre ha sido bonito pero ¿cuándo lo hemos sabido los demás?

"Ahora estamos cerca de todo el mundo. Desde que se hizo la autovía es muy fácil llegar al pueblo", comenta un vecino. "Siempre ha habido turismo pero creo que ahora hay voluntad política y lo que hay es que gestionarlo bien y hacer un turismo de calidad y que cree economía para el pueblo", habla un hostelero.

Con la cercanía de la temporada veraniega, raro es el fin de semana que no haya algún evento que atraiga a público. Sin ir más lejos éste se ha celebrado el Festival de Jazz, pero también se han sacado de la manga el Día Internacional del Lomo en Manteca o la Noche de las Velas, que el año pasado fue un éxito rotundo y que se repite esta próxima semana. Antes, ya se habían fijado en Vejer el Congreso de la Felicidad, de la Cadena Ser, o el Circuito Hípico del Sol lleva años promocionando el nombre de este municipio.

Uno de los bares de toda la vida, el Bar Morillo, está ahora rodeado de restaurantes de diseño. "Esto ha venido desde hace cuatro o cinco años y la verdad es que se está aprovechando", afirma su dueño tras la barra. "Y más no se puede aprovechar porque puede ser que haya más gente que servicios. En la Noche de las Velas se fue gente a las cinco de la mañana sin cenar de la cantidad de público que vino", recuerda.

Mucho ha visto cambiar la cosa también Juan María. De un almacén en el que su padre se dedicaba a vender todo lo que le pedían, él se ha adaptado a los tiempos comprando el local de al lado para souvenirs y se ha adentrado en la artesanía. "Uf, esto ha cambiado muchísimo", apunta. "Yo me he reinventado para sobrevivir en un futuro. Ahora lo que queda es romper la estacionalidad. Se ve más gente en invierno los fines de semana pero, por ejemplo, los bares podrían ponerse de acuerdo para no cerrar todos a la vez y que se vea esto desierto", considera.

Volviendo a la pastelería Galván, a la que fuimos al principio del recorrido y la más antigua del pueblo, sigue contando José las variaciones que ha visto a su alrededor con los años. "La restauración puede haber subido un 90%, en la Corredera todo se ha convertido en restaurantes", incide. Cree que la publicidad que se ha dado de Vejer está dando sus frutos y ahora buena parte de su clientela son turistas, sobre todo en los meses fuertes. Uno de ellos es Jens, de Munich, que se ha acercado a comprar unos dulces típicos. "Vejer es diferente. La gente, los bares, el ambiente, es muy muy bonito. Repetiremos". Yo también.

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