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Historias de Cádiz-Herzegovina | Capítulo 1

Todos contra Barroso

José Antonio Barroso, visitando a Fidel Castro en La Habana (Cuba) en el año 1992.

José Antonio Barroso, visitando a Fidel Castro en La Habana (Cuba) en el año 1992. / D.C.

Con un frondoso mechón que le cuelga de la frente pero con el resto de la cabeza, incluida la nuca, totalmente rapada, calva, sin un solo pelo. Así es como la mitología grecorromana representaba a Ocasión, la diosa de las buenas oportunidades perdidas. Y es de ahí de donde proviene el dicho 'la ocasión la pintan calva', porque si esa oportunidad pasa delante tuya y no la aprovechas, ya no podrás asirte a ella de ninguna manera, porque no encontrarás ni una mata de pelo de su cabeza a la que poder agarrarte. Y es una verdad como un templo que en la vida hay oportunidades que no se presentan dos veces.

Pues calva, muy calva, tendría que ser la diosa Ocasión que quiso darse un paseo por Puerto Real a mediados de 1995. Las elecciones municipales de ese año dejaron sorprendentemente sin mayoría absoluta a un José Antonio Barroso que reinaba sin despeinarse en la Alcaldía de esta localidad gaditana desde hacía 16 años, desde las primeras elecciones municipales de la democracia de 1979. Un pacto a cuatro bandas entre partidos de diferente ideología (PP, PSOE, Ecologistas y PA) posibilitaría destronar a ese alcalde tan carismático que parecía intocable. Y como la ocasión era pintiparada y como era posible que no volviera a presentarse, esos cuatro partidos se agarraron al mismo tiempo a ese frondoso mechón de la frente de la diosa y sellaron un acuerdo de gobierno que fue histórico.

Decir que Barroso parecía intocable no es ninguna exageración. Salvo en el primer mandato (1979-1983) en el que gobernó en minoría en Puerto Real tras ganar como cabeza de la lista del Partido de los Trabajadores de Andalucía (PTA) logrando seis concejales, lo que vinieron después fueron tres mayorías absolutas incontestables: 13 concejales de 21 en 1983 (cuando encabezó la lista de Unidad Puertorrealeña), otra vez 13 ediles en 1987 ya en las filas de Izquierda Unida, y luego dos escalones más hacia arriba hasta los 15 concejales que logró en los comicios locales de 1991, en los que por desavenencias con la dirección de IU se vio abocado a crear un nuevo partido, la Agrupación Democrática de la Izquierda (ADI).

Barroso estaba en la cresta de la ola, jamás pensó en eso de que 'cuanto mayor es la subida más dura será la caída', pero cayó, vaya sí cayó. Y con estruendo además. 'José Antonio Barroso sufrió un tremendo descalabro electoral' fue el titular de la crónica de Diario de Cádiz de las elecciones municipales celebradas en Puerto Real el 28 de mayo de 1995. Barroso, regresado por segunda vez a IU, volvió a ganar, sí, pero dejándose por el camino más de la mitad de los concejales que había logrado cuatro años antes. Sus siete ediles le dejaban a la intemperie, pendiente de lo que hicieran los cinco concejales del PP, los cuatro del PSOE, los cuatro de Ciudadanos más Ecologistas y Solidaridad (C+E y S) y el único edil del PA. Si 11 de estos 14 concejales se ponían de acuerdo, Barroso no tendría más remedio que empezar a calentar los sillones de la oposición por primera vez.

Página de Diario de Cádiz del lunes 29 de mayo de 1995. Página de Diario de Cádiz del lunes 29 de mayo de 1995.

Página de Diario de Cádiz del lunes 29 de mayo de 1995.

Ese acuerdo empezó a olerse desde la misma noche electoral, marcada por la euforia sin freno de todos los grupos de la oposición y por el funeral que hubo en IU. Sin embargo, el pacto no se cerraría hasta 20 días después, pocas horas antes del inicio de la sesión de investidura del sábado 17 de junio.

Entre medias hubo muchas, muchísimas reuniones interminables en el hotel Catalán en las que, curiosamente, no participaban una representación de cada partido sino los 14 concejales electos que tenían en sus manos dar un cambio de rumbo a la política puertorrealeña. Como en Fuenteovejuna.

Todos estaban de acuerdo en dos cuestiones básicas. La primera era que de ninguna manera Barroso podía seguir en la Alcaldía y así lo dejaron claro algunos de los líderes de la oposición tras conocerse el escrutinio de las urnas: "El voto de castigo a IU ha sido definitivo" (Antonio García, del PSOE), "El monopolio del poder y de la verdad se ha roto, ahora hay pluralidad" (Luis Pérez, de C+E) o "Se acaba la dictadura" (Miguel Ángel Tamayo, del PA). Quizás el más comedido era Antonio Carrión, el cabeza de lista de la segunda fuerza más votada ese 1995 en Puerto Real, el PP, quien se limitaba a asegurar que "lo más seguro" era que se planteara ese pacto a varias bandas que empezaba a fraguarse. Curiosamente, estas fuerzas políticas no sólo aseguraban públicamente que no iban a pactar con Barroso. Es que directamente se comprometían a ni tan siquiera sentarse con él.

El segundo punto de encuentro se basaba en la omnipotencia que hasta ahora había lucido el alcalde y con la que querían acabar impulsando una "democratización" del Ayuntamiento. De ahí que rápidamente acordaran que quien fuera elegido alcalde tenía que ver limitadas sus funciones, que no podía interferir en todas las delegaciones municipales y que, en todo caso, la última palabra la tendría siempre la comisión de gobierno, donde se debatiría y votaría todo.

Con estos dos pilares asentados, y con las áreas de gobierno distribuidas ya entre las cuatro fuerzas impulsoras del cambio, sólo quedaba acordar algo que inicialmente parecía fácil pero que se fue complicando con el paso de los días: decidir quién sería el alcalde.

Ese choque surgió porque los cinco concejales del PP entendían que la Alcaldía le debía corresponder a su cabeza de lista, Antonio Carrión, al ser la fuerza más votada después de IU, mientras que en el lado contrario los de PSOE, C+E y PA opinaban que ellos sumaban nueve concejales de izquierdas, por tanto más que los del PP, y que les debía corresponder ese puesto de máxima responsabilidad municipal. Y ponían otro argumento encima de la mesa: votar a un candidato del PP escocería en las direcciones de algún partido, especialmente en la del PSOE.

Eso lo sabían Barroso y los mandos de IU, que durante tres semanas presionaron al Partido Socialista a todos los niveles. “Ojo con lo que se avecina. Que Dios nos coja confesados con lo que venga después de la investidura”, llegó a advertir Barroso. Hasta Julio Anguita llevaría semanas después al Congreso de los Diputados ese pacto anti Barroso, recriminándoselo a Felipe González.

Sí, porque fue un acuerdo claramente anti Barroso, aunque los firmantes del mismo lo bautizaran como 'pacto por Puerto Real'. Pero, ¿de dónde venía ese rechazo generalizado al entonces alcalde? José Antonio Aldayturriaga, uno de esos concejales del cambio y referente del PP en Puerto Real durante lustros, sigue defendiendo a día de hoy que en el mandato 1991-1995 "Barroso perdió totalmente el norte". En especial se refiere a sus continuos viajes a Centroamérica y a América del Sur. "Inició una campaña contra el V Centenario del Descubrimiento y contra la Expo del 92, como si se creyera el Che Guevara español. En eso gastó un dineral de las arcas municipales, se olvidó de la Alcaldía y nadie en Puerto Real entendió esa cruzada", reflexiona un Aldayturriaga que, además, recuerda que el gobierno municipal de IU cosió a impuestos al comercio local, con muchas protestas en el sector, privatizó el cementerio y disparó la deuda municipal, con los correspondientes problemas para pagar las nóminas a la plantilla municipal.

Por su parte, el socialista Andrés Bernal niega que hubiera un matiz personal en ese pacto a cuatro bandas contra Barroso, aunque sí hace hincapié en "el rodillo absoluto" con el que el gobierno local trataba a la oposición. "No había el más mínimo atisbo de democracia, y lo peor era cómo se reían de la oposición a todas horas", rememora Bernal, quien incide en que hoy no suscribiría un pacto como el de 1995 pero que no se arrepiente de lo que hizo "porque eran otras circunstancias y porque hicimos un gran trabajo".

José Antonio Barroso, por su parte, hace una lectura diferente. Reconoce por un lado que quizás se metió "en demasiados charcos", aunque se siente orgulloso de ello. Y considera que fue "la fobia generalizada contra mí" la que le apartó de la Alcaldía, precisamente después de un mandato, el de 1991-1995 "en el que desarrollamos una gestión sin parangón, propiciando una transformación de Puerto Real que aún hoy se ve".

Al final hubo acuerdo en torno a la Alcaldía, aunque se selló en la misma mañana del 17 de junio. Y se hizo de una manera jamás vista hasta entonces en esta provincia: Antonio Carrión, del PP, sería el alcalde durante dos años y medio, hasta el 31 de diciembre de 1997, y el año y medio restante el puesto sería para Antonio García (PSOE).

Página de Diario de Cádiz del domingo 18 de junio de 1995. Página de Diario de Cádiz del domingo 18 de junio de 1995.

Página de Diario de Cádiz del domingo 18 de junio de 1995.

Y ese gobierno del cambio echó a andar, y tuvieron que hacer piruetas para poder ir pagando las nóminas, y Barroso se puso a trabajar en la Mancomunidad del Bajo Guadalquivir, y el PSOE abrió expediente de expulsión a los dos concejales que eran militantes (Andrés Bernal y Francisco Mangano), aunque ambos serían confirmados en el partido una vez que la Alcaldía pasó a ser socialista. Porque Carrión cumplió su palabra y cedió el testigo.

Transcurridos cuatro años, y cuando las urnas volvieron a hablar a mediados de 1999, Barroso tomó oxígeno, volvió a ganar, subió a diez concejales pero se quedó a uno de la mayoría absoluta, con lo que volvía a quedar en manos del PSOE (que subió a seis ediles), del PP (que bajó a tres), del único representante de C+E y del que mantuvo el PA. Pero ese acuerdo a cuatro bandas ya no volvió a reeditarse. La mayoría entendió que la sociedad puertorrealeña había recuperado la confianza en Barroso y que eso había que respetarlo. Incluso el PA primero y C+E después (una vez que José Antonio Vargas relevara a Luis Pérez como concejal) terminarían colaborando con el gobierno municipal de IU.

Ahí arrancaría la segunda etapa de Barroso en la Alcaldía, que se prolongaría durante 12 años, hasta las elecciones de 2011. Entonces no fue la diosa Ocasión la que se dio una vuelta por Puerto Real. Más bien lo que pasó fue un trailer que aplastó a un José Antonio Barroso que sólo consiguió dos concejales, poniendo ahí el punto y final a su dilatada –y sui generis– trayectoria política.

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