Debajo del tópico, está Andalucía

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Ante lo injusto de gran parte del cliché que rodea lo andaluz, el discurso oficial tampoco parece haber apostado por una imagen ni un tejido que vayan más allá

Una niña sostiene una bandera verde y blanca por el Día de Andalucía.
Una niña sostiene una bandera verde y blanca por el Día de Andalucía. / Manu

Los andaluces son: Guapos (no sé). Exagerados. Los mejores en la cama (¿tú crees?). Trabajadores. Maleducados. De raza (¿?). Españoles (sic). Emprendedores. Creativos. Esos son los primeros resultados que arroja el predictivo de Google. Todos sabemos que podemos sacar muchos más calificativos: graciosos, vagos, troleros, chaqueteros, convenidos. Ni amigo cordobés ni cuchillo burgalés.

Y todos sabemos, realmente, cuál es el arquetipo de lo andaluz. “Lo andaluz es la Juani de Médico de Familia: muy trabajadora, buena, ignorante… Ahí está el estereotipo –comenta al respecto Alberto Romero Ferrer, que ha escrito tanto sobre costumbrismo andaluz como sobre el teatro de los Machado y de los Álvarez Quintero–. La España industrializada se nutrió de botones, chachas, cocineros, albañiles… La mayor parte de los andaluces tenemos familia allí (Madrid, Cataluña). Y lo cierto es que no terminamos de despegar de ese estereotipo que, por otra parte, también responde a una realidad social”.

Por experiencia personal, José Ignacio García, ex parlamentario andaluz por Adelante Andalucía, asegura que fuera de aquí siguen pesando los clichés: “El arquetipo de que somos flojos está marcado a fuego, y mucho más presente de lo que creemos. Por no hablar del tema del acento, del que tienes que desprenderte nada más pasar Despeñaperros, sobre todo, si trabajas en medios. Y también el que somos gente a la que no se puede tomar en serio, o gente muy mansa, a la que se puede manejar, porque al fin y al cabo lo que queremos es estar siempre de fiesta”.

“¿Graciosa? Pues sí, en muchos sitios me llaman por dinamitadora, por el humor, por la graciosa andaluza –admite la documentalista sevillana María Cañas, que asegura ser mucho más de Juan Sebastián Bollaín que de García Pelayo–, pero a la hora de tomar en serio... Eso no. Sobre todo, si tiene su pizca de veneno, si propones un ocio terrorífico, que te haga reír pero que te active y te haga pensar, y no estar teledigiridos o aborregados. No tengo esa clase, ni esa aceptación. Aunque, desde luego, el derecho al pataleo, al baile, a la risa, eso nadie nos lo va a quitar”.

Lo cierto es que, como arquetipo, el del andaluz ha cundido: “El tópico ya está presente en tiempos de Cervantes, con La gitanilla y las Novelas ejemplares, así como en la literatura costumbrista de los siglos XVIII y XIX, pero no sólo a nivel nacional: ahí tenemos ejemplos tan potentes como la Carmen de Mérimée –desarrolla Romero Ferrer–. Ocurre que luego, cualquier intento de salir de esos estereotipos se ha quedado en el margen”. El catedrático pone como ejemplo las guerras napoleónicas: “Cuando José Botella llega a la Bahía gaditana durante la Guerra de Independencia, tiene una visión romántica de la zona, pero a la vez una visión de posible preindustrialización. También pensó, por ejemplo, que en la costa de Málaga la caña de azúcar podía ser un cultivo apto, y se desarrolló incluso un proyecto al respecto, pero quedó en el limbo, al igual que la idea de creación de un puerto moderno para Málaga”.

Alberto Romero Ferrer: "Los políticos no pueden quejarse de lo injusto de los estereotipos cuando es lo que promueven"

Las apuestas por crear una industria textil en el sur también cayeron y terminaron desarrollándose en el norte. Y en los tiempos modernos, por decir, no hemos estado mucho más acertados. Más allá del AVE, los grandes objetivos del mítico 92 fueron “el Rocío y la Feria de Sevilla –desarrolla el especialista–. No aprendemos, seguimos en la misma línea. Yo diría que nos hemos ganado a pulso esos estereotipos tan empobrecidos”, apunta Alberto Romero Ferrer, para el que la clase política no puede jugar a la indignación al respecto, ya que ese cliché que critican es por lo que siempre apuestan: “Si pones todos los huevos en esa misma cesta, tienes que aceptar sus consecuencias”.

Conformistas. Poco emprendedores. No saben ver la oportunidad. Latifundio, minifundio. Como recordaba el historiador Diego Caro, la estructura latifundista propiciaba una dinámica en la que “no se trabajaba siempre, ni trabajaba todo el mundo. Y solía haber gente en la plaza del pueblo o en la cantina: sí, esperando a que los llamaran para echar la peoná”. Cuando se habla de lo andaluz, nunca se cuenta “la revolución del vino en Jerez, ni la industria minera en Huelva, ni se menciona lo que fue la industria textil en Málaga”.

Mi impresión es que la historia la escriben siempre los vencedores –comenta al respecto José Ignacio García–. No es casualidad que esta sea la tierra donde hay gente más trabajadora, y más humilde. Para colmo, está ese mensaje que ha ido calando en las últimas décadas de que, si eres pobre, es por tu culpa”.

“Dentro de todos los tópicos que se pueden tener de los andaluces, está también que somos imaginativos y yo creo que, al contrario de lo que se dice, tenemos un punto inconformista”, comenta Milagros Cabral, la cabeza tras la firma Mariquita Trasquilá.Mariquita Trasquilá El tópico de la poca iniciativa y la ausencia de espíritu innovador se deshace como un azucarillo con su ejemplo: la tienda de moda que abrió en 2013 en Trebujena se ha convertido en un éxito, con locales en Sevilla y Sanlúcar y un altísimo ritmo de pedidos online. Sus proveedores son, mayoritariamente, andaluces. Su espíritu, también. “¿Quién va a venir a Trebujena?”, le decían cuando comenzó: “Lo primero que pensé cuando veía a la gente bajarse del autobús y entrar en la tienda era que debía estar haciendo muy bien de trabajo –comenta–. Antes de Mariquita, la gente venía a Trebujena para el ajo caliente, el Carnaval y poco más. Ahora vienen gente de Jerez y Sevilla, y a Sevilla vienen desde Córdoba. Todo esto es el indicativo de que estamos haciendo algo que vale la pena”.

Milagros Cabral: "Quizá no seamos tan... rigurosos, pero eso no quiere decir que trabajemos menos"

“Tengo a treinta empleados que están muy contentos con lo que hacen –prosigue Milagros Cabral–. La actual directora de operaciones que trabajaba en Zaragoza en una multinacional y ha venido aquí y está encantada de encontrar tantas sonrisas cuando llega al trabajo. Quizá lo que ocurre es que nuestro modo de trabajar en Andalucía no parece tan... riguroso, pero eso no quiere decir que seamos menos trabajadores, ni que nos esforcemos menos: de hecho, creo que así se rinde más. La alegría o, si no alegría, satisfacción, influye en el desempeño”.

Cuando Mariquita Trasquilá inició su periplo online, la venta por Internet no era algo tan asumido, sobre todo, en el pequeño comercio. Además de esta apuesta tan temprana por el modelo virtual, la principal novedad que introducía la marca era la cercanía: “Unas niñas normales, con cuerpos normales, que te hablaban con confianza, te decían cómo te podía favorecer más el vestido, qué te podía pegar, etc”. La cercanía de una charla de brasero. “Esto –insiste– no era nada común por entonces. Muchas veces, da incluso cierta sensación de desorden, porque en el vídeo podemos no decir el precio o las tallas, pero es que eso no es lo que quiero. Lo que quiero es ofrecerte una muestra de lo que somos y que te metas en la página, no recitar como un papagayo y perder calor”.

El escritor José Manuel Caballero Bonald aseguraba que el andaluz auténtico era “el reconcentrado, el introvertido, el melancólico, siendo el andaluz jaranero un lugar común que detesto”. ¿Qué pasa si no tocas las palmas, andalucito que vienes al mundo? “Como decía Cernuda, siempre me he sentido exiliada de mí misma, y de Sevilla –apunta María Cañas–. Yo hago una lectura muy esperpéntica de lo que me rodea, pero a la vez respetuosa. No pienso decirle a nadie lo que tiene que hacer, pero sí que me gustaría que los versos sueltos pudiéramos hacer sin presión lo que nos da la gana”.

Spain is different, proclamaba el Ministerio de Información y Turismo en tiempos de Franco –aunque lo que tenía de different Españita no era otra cosa que Andalucía–. “Desde entonces, en lo que se refiere al discurso oficial y las directrices económicas, vivimos en una permanente esclerosis lorquiana –afirma Romero Ferrer–. Desde entonces, la única apuesta real por parte de todas las administraciones de todo signo ha sido el turismo y el sector servicios, versión charanga y pandereta”.

El catedrático de la UCA, Alberto Romero Ferrer.
El catedrático de la UCA, Alberto Romero Ferrer. / Lourdes de Vicente

Señala Romero Ferrer que este no es un discurso contra la Semana Santa, el Carnaval o el Rocío, sino contra el desierto que supone tratar de ir más allá: “Cuando, precisamente, todo esto se vende solo. Si sólo te centras en eso, terminas dando una imagen reduccionista y pobre, que limita las posibilidades de nuestra tierra”. Apunta que, en la provincia gaditana, tres aportaciones de política cultural brillantes y valientes al respecto fueron la de Manolo Piñero y Josefina Junquera en el Ayuntamiento, o la de Rafael Román en Diputación: “Los tres intentaron abrirse a otros relatos complementarios sin renunciar a lo propio”.

Para la documentalista María Cañas, todo lo que se salga del “arraigo identitario y cultural” tiene un muro en contra: “No sólo la cultura contemporánea en sus muchas manifestaciones, también veo que es difícil que nos impliquemos en cuestiones sociales. Ya ves todo lo que pasó con el Coño Insumiso, cuando a mí lo que me gusta son las cosas que cuestionan, como Flamenco 6x8, que homenajea el purismo pero lo lleva a otro territorio, a otra sensibilidad, a través de la libertad del humor”.

Cañas ha tratado en propuestas como Sé villana, Holy Thriller o Al compás de la marabunta Sé villanaHoly Thriller Al compás de la marabuntalos iconos y clichés de lo sevillano (y de lo andaluz) mediante un juego de contrastes. “Todo empezó con un encargo de la UNIA sobre el estudio del folclorismo desde otra mirada, sobre los tópicos que resisten, la industria de los fanatismos, etc. Pero luego, si vas a Latinoamérica, puedes ver que todo está conectado”, explica. Más de lo que creemos. La madre de Salvador Pániker, nacida en la India, decía que ir a Andalucía era como viajar a su país de origen: también era tierra, entendía, de gente de piel tostada y sol infatigable, con una ristra considerable de dioses (santos) a los que sacaban en procesión por las calles y les tiraban flores.

La imagen folclórica de Andalucía tiende, además, a fagocitarlo todo, indica Alberto Romero Ferrer: “Encontramos cosas tan inexplicables como que la Fundación Caballero Bonald acoja un encuentro de tunas al que va el Rector de la UCA, o que dos centros educativos lleven los nombres de Juan Carlos Aragón (autor de carnaval) o de Lola Flores (folclórica) –comenta el autor, que ganó un Premio Manuel Alvar de Estudios Humanísticos por su acercamiento a la figura de la artista jerezana–. Todo muy berlanguiano. Hemos convertido la cultura en Andalucía, y su imagen, en una especie de agujero negro low cost donde entra cualquier cosa y todo vale. Lo que resulta muy injusto, pero también muy peligroso”.

De ese rodillo no se salva ni el 28 de febrero. Ni el 4 de diciembre: “Todos los días festivos de Andalucía se han convertido en folclore desprovisto de identidad –añade José Ignacio García –. Por supuesto que el 28F es el día de tomarse una tostada con aceite en el cole y todo esto pero, sobre todo, es un día de pelear por cambiar las cosas. Pero tanto el anterior gobierno de la Junta como el actual lo han convertido en algo desprovisto de política y reivindicación”.

Alberto Romero Ferrer recuerda la descripción que realiza Cadalso de lo que sería una juerga flamenca (aunque, por supuesto, no utiliza estas palabras) en Cartas marruecas: “La voz del ilustrado va describiendo todo eso, despreciándolo, pero… de una forma embrionaria, está dando con el problema… los prejuicios asociados al Sur y a las clases populares. Ten en cuenta que, hasta hace nada, todo lo relacionado con el flamenco era lumpen, formaba parte de la España Negra. Y frente a esos prejuicios e imágenes, por el contrario, tampoco hemos sabido digerir un discurso autocrítico con nuestra cultura”.

María Cañas: "Me duele que al final, por ejemplo, el poderío sea la Cruzcampo"

Hubo un momento, sin embargo, en el que la tendencia pudo haberse reseteado, opina Romero Ferrer, con la llegada de las vanguardias: “En los años 20 y 30, la cultura española vivió un momento muy brillante, en el que lo andaluz estuvo en el centro del debate. Lorca o Falla mezclan modernidad y tradición, y obtienen piezas tan potentes como el Romancero gitano o El sombrero de tres picos. Con ejemplos como estos, Andalucía moderniza sus tópicos y los pone en diálogo con lo que se hace en París o en Nueva York de forma muy fluida”.

“Pero, ojo, tanto cuando publica el Romancero como Poema del cante jondo, sus compañeros ‘tristes’ de la Generación del 27, Dámaso Alonso, Aleixandre, le vienen a decir a Lorca: bueno, estas cosas tuyas que sabemos que te gustan, las haces muy bien, pero no es el camino si quieres que te tomen en serio. Algo parecido, al fin y al cabo, a lo que le ocurrió a Quiñones años después”.

Uno de los problemas que tuvo Fernando Quiñones fue precisamente eso, el peso de lo andaluz –detalla–. No gana el Premio Planeta con Las mil noches de Hortensia Romero en el 79 porque fue un defensor a ultranza de una Andalucía que, desde los tópicos, hablaba también de la periferia y la marginalidad sociocultural del Sur. Porque se negó a escribir la novela en un castellano normativo, como le recomendaron desde la editorial. A Caballero Bonald, también siendo muy andaluz, pero desde su atalaya madrileña, no le sucede: el jerezano resultaba más normativo, más académico”.

En este sentido, Alberto Romero Ferrer destaca una iniciativa como la apuesta de la capital gaditana como sede del Congreso de la Lengua Española, con una invitación que subraya “la riqueza de nuestra manera de hablar, de expresarnos, con una variedad importantísima. La región andaluza tiene un patrimonio lingüístico brutal, siendo además la norma que va a Iberoamérica. Parece mentira que desde ciertos sectores académicos se siga viendo este patrimonio lingüístico como algo de segundo orden: otra vez los prejuicios”.

José Ignacio García: "Nuestra forma alegre y creativa de ver la vida tiene un punto paralizante"

El patrimonio andaluz, el valor patrimonial de Andalucía, es un término que aparece en todos los discursos, pero de lo que, opina Alberto Romero Ferrer, no todo el mundo es consciente: “El patrimonio hay que conocerlo de verdad para de verdad valorarlo, protegerlo y difundirlo con políticas reales y realistas. Pero esto supone inversión pública y privada, concienciación y rigor, elementos que escasean”.

“Digamos que hay dos cuestiones –indica José Ignacio García–, qué ponemos en valor y cómo lo ponemos en valor. Por ejemplo, el turismo entendido como un recurso inagotable está matando a las ciudades. Ahí entra en cómo ponemos el valor el enorme patrimonio que tenemos porque parece que, realmente, al final es lo de menos. Hay muchos elementos a los que podríamos sacar partido”.

A María Cañas, como documentalista, seguir viendo la misma postal en la televisión, por ejemplo, le aburre: “La única opción al respecto es reiventarlo, reventarlo. Pero es muy difícil, por ejemplo: algo tan chulo como el anuncio de Cruzcampo de Califato y Lola Flores está muy bien... Pero, al final, estás vendiendo cervezas. Cervecita. Volvemos a lo mismo. Me duele que al final el poderío sea la Cruzcampo, cuando la archivística te muestra a una Lola tremenda, polifacética, en multitud de entrevistas”.

Nos sobra complejo de inferioridad y nos falta autocrítica. Hay mucho aficionado y ausencia de rigor y diálogo –prosigue Romero Ferrer–. ¿Queremos vivir del patrimonio? Pues habrá que hacer un proyecto atractivo de estudio y de mercado serio, entre otras cosas, para que no se muera de éxito”.

‘Andalucía, en defensa propia’ es, precisamente, el lema que, desde Adelante Andalucía, se ha escogido este año para celebrar la fiesta de la comunidad autónoma. En defensa, en gran medida, del daño de su propio estereotipo. “Creemos que nos hace falta recuperar la autoestima colectiva, tenemos la sensación de que los andaluces necesitamos y merecemos más de lo que tenemos como tierra, necesitamos defendernos de la situación de precariedad y desempleo, de ser el patio trasero de tantas cosas”, comenta al respecto José Ignacio García, recordando ejemplos significativos como el vertedero de productos tóxicos de Nerva o el cementerio nuclear de El Cabril, en Córdoba. “Puede que como aquí no se viva en ningún sitio –continúa–, pero tan perfecto no será cuando hay mucha gente que se ha tenido que ir de aquí”.

Hay una cosa muy poco simpática de decir: nuestra forma de ver la vida, alegre y creativa, tiene un punto paralizante –prosigue–. Es admirable esa filosofía vital de al mal tiempo, buena cara, pero a veces deberíamos echar un poco los dientes: también merecemos buen tiempo alguna vez. Lo alegre no tendría por qué quitarnos lo inconformista y el exigir lo que nos merecemos. Al final, entre cerrar la planta de Airbus en Puerto Real y la de Getafe, está claro cuál chapa: no va a llegar la sangre al río porque son andaluces”.

“Al final, no es sólo andaluces, levantaos, sino andaluces, despertaos”, afirma Romero Ferrer.

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