El orden de los tiempos

Los toros, El Puerto y sus plazas

  • No ha sido la Plaza Real la única en nuestra ciudad, ya que por los comienzos del siglo XVII se corrían toros en la amplia explanada de la Plaza de la Iglesia Mayor, cerrando sus accesos

EN LOS primeros días de este mes de junio que avanza inexorablemente hacia el solsticio de verano, concretamente el día 5, se cumplieron 128 años de la inauguración de la actual Plaza de Toros de El Puerto, la mejor iluminada del mundo también conocida como Plaza Real.

El 13 de septiembre de 1607 se tiene como referencia del primer festejo taurino celebrado en El Puerto, en la plaza de la Iglesia Mayor Prioral, donde se corrieron 6 toros, cuatro donados por el Ayuntamiento y dos ofrecidos por el regidor de la ciudad don Lucas Navas.

Es a finales del siglo XVII -concretamente en 1697- cuando cedió el cabildo un terreno gratis en la Plaza del Polvorista para labrar casa, con la condición de que el balcón principal de la misma había de quedar a disposición del Ayuntamiento durante los festejos de toros y demás diversiones públicas. Todo indica que en esta plaza se levantaron los primeros tinglados de vigas y tablazones, puntales y contrafuertes, que aun dentro de su fugaz provisionalidad, se pudieran considerar ya como auténticos circos taurinos, más o menos en embrión.

El correr del tiempo reubica estos festejos a mediados del siglo XVIII en otro espacio abierto como es la plaza de la Herrería. Este circo de la Herrería era sin duda el que se conocía con el nombre de plaza de Galeras, cuyo andamiaje se levantaba más que probablemente en medio de la plaza, asomándose así por el otro lado a la explanada que bordeaba la orilla del río.

El 19 de febrero de 1769 el gaditano Nicolás Lupo se convierte en el primer empresario de las corridas de toros que a beneficio del Hospital de Providencia se iban a celebrar en El Puerto, iniciando con ello la historia firme y continuada de la fiesta taurina en nuestra ciudad. Lupo, construye, pues, la primera plaza de toros propiamente dicha que va a tener El Puerto. La primera, decimos, porque las anteriores, a pesar de haber ganado ya para la ciudad un cierto prestigio, debieron limitarse a una simple agrupación de andamios sin una unidad de obra completa y también sin un carácter de permanencia.

La plaza se construye en el campo o ejido de San Francisco, toda de madera, con "quartones y tablas de pino de Flandes con clavazón de entablar mayor de Vizcaya o Génova, bien trabada y espesa", y se inaugura en la tarde del 4 de junio de 1769. Aquí se alzan, desde entonces, las sucesivas plazas de toros que tendrá El Puerto hasta nuestros días.

La segunda plaza, también de madera, se inaugura el 14 de junio de 1777 y se mantiene en pie hasta marzo de 1783, en donde la Junta Municipal ordena al asentista García de la Torre deje libre el sitio y desbarate la efímera construcción.

Con el tercer coliseo, la decadencia taurina se instala en El Puerto, que no celebra corridas en la última década del siglo XVIII; y ya no es hasta principios del XIX cuando se retoma la actividad con la construcción de una nueva plaza -la cuarta- por parte de Esteban Rice, que vio como su apuesta taurina se fue al traste cuando el 10 de febrero de 1805, el primer ministro de Carlos IV, Manuel Godoy, dispone la supresión tajante y definitiva del espectáculo de correr toros en todo el Reino.

Terminada la Guerra de la Independencia, la Regencia firma Real Orden en 17 de abril de 1813, por la que se autoriza a El Puerto de Santa María para celebrar 80 corridas de novillos de muerte a favor del mismo Esteban Rice, en compensación por el número que de las de toros dejó de celebrar al venir a producirse la suspensión oficial de Godoy. En aquel mismo año, y después de realizada una costosa obra en la vieja plaza, bastante maltratada por el tiempo y el abandono, ofrece a la afición portuense las nueve primeras novilladas de las 80 concedidas.

La calamidad, con todo, parecía perseguir al siempre animoso empresario Rice. Ahora, el 13 de septiembre del año 1813 contempla cómo un voraz incendio, estimulado por el calor y un recio levante, reduce a cenizas aquella antigua y remendada plaza de madera. Pero lejos de amilanarse, en enero del año siguiente solicita del Ayuntamiento y Junta de Beneficencia levantar nueva plaza a su costa, también de madera, reforzada con una sólida cerca de material que la defienda en parte de nuevos incendios y le dé mayor fortaleza, construida en el mismo sitio que la anterior y de igual capacidad. Esta quinta plaza se inaugura en 1815. Los años van pasando, y la Plaza, más veterana que ninguna de sus predecesoras, ya apenas si mal se sostenía en pie. En 1842, y tras un largo silencio, el lugar de las corridas de toros no era más que una ruina, que difícilmente se aguantaba aún, carcomidas sus maderas y falsos los apoyos de sus puntales.

Una sociedad anónima auspiciada por el alcalde Don Juan José Gay, construye la sexta Plaza de Toros de El Puerto, y los días 4 y 5 de junio de 1843 se celebran las corridas inaugurales del nuevo coso taurino, que una década después pasa a manos de Críspulo Martínez, que a su vez hace lo propio con los hermanos Valentín, Nicolás y Ramona Galarza. Durante las décadas venideras los hermanos Galarza serán los propietarios de la plaza y sólo cederán ante el grandioso proyecto de una definitiva plaza de sólidos y firmes materiales, y ante la realidad de un también definitivo incendio acaecido el 10 de julio de 1877, que acabará con la podredumbre de palos desgastados en que finalmente habría de llegar a parar tan curtida y sufrida construcción.

La actual plaza se inauguró a iniciativa de don Tomás Osborne Bohl de Faber con dos corridas que tuvieron lugar los días 5 y 6 de junio de 1880, lidiándose en la primera de ellas ganado de Atanasio Martín por los diestros Antonio Carmona Gordito y Rafael Molina Lagartijo.

Estas líneas que hoy leen son posibles gracias al ímprobo trabajo de investigación del profesor Martínez Alfonso fielmente reflejado en su magnífico libro Plaza Real. De él nos hemos valido para llevar al gran público esta pequeña semblanza de las plazas de toros portuenses.

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