El Puerto, de la excelencia al ruido

Tribuna

La ciudad ha perdido su rumbo turístico en favor del botellón y de un modelo de usar y tirar

El Puerto grita "¡basta ya!" ante el turismo de borrachera

Jóvenes haciendo botellón a plena luz del día junto a los locales de moda.
Jóvenes haciendo botellón a plena luz del día junto a los locales de moda. / Jesús Marín
Mara Escassi
- Comunicadora y Relaciones Públicas

El Puerto, 25 de agosto 2025 - 07:00

Lo que está ocurriendo en El Puerto de Santa María no es una simple anécdota de verano, es una degradación planificada y consentida. No se trata de ocio, sino de un modelo de negocio que convierte playas y pinares en macrodiscotecas encubiertas, calles en botellódromos y barrios enteros expuestos a un entorno de ruido extremo. Y lo peor, apenas deja riqueza, salvo para cuatro bolsillos conchabados con el poder.

Este modelo, lejos de generar riqueza compartida, empobrece el tejido económico local. No llena restaurantes ni hoteles; apenas deja dinero más allá de un supermercado franquicia. Se enriquecen unos pocos, siempre los mismos, al amparo de la complicidad institucional... y empresarial.

Indigna escuchar a los empresarios de esos locales ‘de moda’ decir que están “poniendo a El Puerto en el mapa de España y Portugal”. Porque ese mapa lo trazaron ya, hace décadas, los grandes empresarios del ocio nacional que apostaron por esta ciudad hasta traer aquí sedes de las mejores discotecas y bares de España. Entonces El Puerto fue símbolo de vanguardia y calidad; ahora lo es de precariedad, ruido, basura y deterioro.

Las autoridades municipales y autonómicas no pueden seguir escondiéndose detrás del silencio. Su permisividad es complicidad. Cada tarde, noche y madrugada de sirenas, broncas y basura acumulada significa menos turismo de calidad, menos familias que vuelven, menos hoteles y restaurantes llenos. Significa, también, maltratar a proyectos serios como la Federación Andaluza de Vela, paralizando su funcionamiento y generando frustración entre sus usuarios y trabajadores.

Este “modelo” de turismo también está provocando cierres en restaurantes emblemáticos por bajada de clientela, que huye del mal ambiente y de los colapsos de tráfico; esa clase media que llenaba los locales señeros de El Puerto está eligiendo otros destinos para su descanso, huyendo del turismo de borrachera. Cualquier hostelero o empresario hotelero tiene datos contrastados.

El Puerto merece mucho más. Su historia, su cultura, su vino, su mar, su gastronomía y su luz han hecho de esta ciudad un referente internacional. Hoy, en cambio, corre el riesgo de convertirse en un ejemplo de lo que nunca debió pasar, venderse al turismo más depredador, ese que usa y tira.

Este modelo no es inevitable. Se sostiene porque algunos se enriquecen mientras la mayoría pierde: pierde la ciudad, pierde su imagen, pierden sus vecinos. Por eso, el cambio no puede esperar. Hace falta valentía política, control real y una ciudadanía que no se conforme con mirar hacia otro lado.

El Puerto de Santa María no es ni debe ser la capital del botellón ni del ruido. Es tierra de marineros, de bodegas, de cultura y deporte, de marismas, pinares y salinas. Quienes lo amamos no aceptamos que nos lo arrebaten. El futuro de El Puerto depende de que digamos basta. Y el momento de decirlo -alto y claro- es ahora. Ese es El Puerto que muchos recordamos y el que todavía podemos recuperar si hay voluntad.

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