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EL ESCULTOR IGNACIO LóPEZ EN EL III CENTENARIO DE SU MUERTE (XV)

San Miguel arcángel, otra magnífica imagen

  • Concluimos con esta quinta entrega los reportajes sobre la imaginería del retablo de Ánimas de la Prioral

  • El arcángel era considerado un conductor de almas

Después de analizar en distintos artículos parte de la singular imaginería del retablo de Ánimas de la Prioral (los dedicados a su autoría e importancia, las imágenes de san Gregorio y san Judas Macabeo, el Resucitado del ático y las virtudes del Sagrario) en esta quinta y última entrega dedicada a la primera obra conocida y documentada del escultor barroco Ignacio López, nos detenemos en la figura central, San Miguel.

ICONOGRAFÍA Y ANÁLISIS FORMAL

La presencia de este arcángel en la hornacina principal de este extraordinario retablo -más ancha, alta y profunda que las laterales- cobra sentido aquí por ser considerado conductor de las almas de los muertos al Paraíso. Además, su ubicación en este nicho central y la disposición de la cabeza y mano izquierda acentúan el mensaje de este misterio de la salvación. Así, la conexión del fiel que se aproxima a rezar con el Arcángel y la facultad de interceder éste por las ánimas que aparecen representadas en la escena superior resulta lógica y efectiva.

Esta representación iconográfica difiere de la más usual en la que san Miguel abate al demonio situado a sus pies porque en esta ocasión exhibe el comentado carácter intermediario entre las almas del purgatorio y la divinidad. No olvidemos que el arcángel estuvo muy relacionado con esta devoción, una de las principales del período barroco, por su intervención en el Juicio Final a la hora de pesar las almas en una balanza. También debemos recordar que era invocado en la hora de la muerte.

Si queremos hacer un análisis morfológico y estilístico de la imagen observamos que Ignacio López ha interpretado a san Miguel erguido y con una postura efectista y habitual en la plástica barroca: la extensión del brazo derecho en diagonal hacia abajo se contrapone al izquierdo, elevado para señalar con el dedo índice hacia Cristo triunfante que desciende al limbo en el ático. Hacia El dirige también la cabeza y su mirada implorante. Resulta muy significativa esa elevación y giro de la testa a su izquierda gracias a la torsión del cuello, musculoso y con naturalista tratamiento anatómico, una de las señas de identidad del imaginero que la talló. El rostro, de suave modelado y facciones un tanto ambiguas como corresponde al modelo de joven ángel ("en expresión cercana al éxtasis", según Moreno Arana), queda encuadrado entre un vistoso yelmo y dos mechones de cabello ondulados y abocetados que caen lateralmente sobre sus hombros.

Hasta fechas recientes portaba en su mano izquierda la ráfaga con su divisa, la inscripción latina Quis sicut Deus ("¿Quién como Dios?"), traducción literal del nombre hebreo Miguel y pregunta retórica que hace referencia a una defensa del monoteísmo. Y la mano derecha ha perdido su atributo más exhibido en esta iconografía, la balanza con la que pesará las almas de los difuntos en el Juicio Final.

En la disposición de las extremidades, la figura mantiene la postura típica de contraposto: pierna izquierda recta, apoyada en la peana y retrasada mientras la derecha avanza y se flexiona ligeramente insinuando desplazamiento. Igualmente resulta de gran interés la polícroma indumentaria con que Ignacio López ha interpretado al arcángel. San Miguel viste de guerrero o legionario romano, como corresponde al príncipe de los ángeles soldados o "milicias celestiales": casco de metal y cimera rematada en penacho de vistosas plumas rojizas y verdes talladas, coraza, faldilla con abundantes pliegues hasta las rodillas que permite mostrar la anatomía parcial de las piernas y calzas o botas cortas que dejan dedos al descubierto.

ESTILO

También refiriéndonos a los rasgos estilísticos de esta imagen comprobamos que se trata de pura escultura barroca de gran calidad tanto por su dinamismo como por el excelente estudio de la figura humana y su policromía. Tan clara es la influencia roldanesca que presenta que hasta que Moreno Arana no descubrió el documento con su autoría había sido atribuida a Pedro Roldán por la mayoría de los estudiosos de la misma (Romero de Torres y Bernales Ballesteros, principalmente). El primero la consideraba "de magnífica ejecución en los detalles, valiente y semejante a la de San Fernando del mismo autor en la catedral de Sevilla" (tallada por Roldán en 1671 que seguramente contempló López antes de llegar a El Puerto). Bernales, por su parte, comenta que "conserva la misma postura (algo más pesada) que el arcángel de la iglesia de San Antonio Abad de Sevilla" que, por su estilo y composición, atribuye a Roldán y concluye afirmando que "está, quizá, en la línea del Arcángel hecho para Marchena" (fechado en 1657) y más alejado de los homónimos de san Vicente de Sevilla y Morón (1658). Cierta afinidad puede destacarse respecto a las imágenes de san Servando y san Germán de la Catedral de Cádiz, diseñadas por Pedro Roldán y realizadas por su hija Luisa en 1687, obras casi con seguridad posteriores al San Miguel portuense.

Por otra parte, la cabeza elevada y girada de la imagen de El Puerto que tratamos recuerda la postura de las dolorosas del Mayor Dolor de esta ciudad y Jerez, también atribuidas a Ignacio López. Moreno Arana la relaciona asimismo con la actitud de la figura de María Magdalena del retablo de la Soledad de Arcos.

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