Ciudad amable

tribuna libre

La renuncia al automóvil, del que en este país se abusa tanto, es una tendencia mundial y algo que caracteriza a las ciudades más progresistas

Ciudad amable
Ciudad amable
Joaquín Rábago
- Periodista

31 de agosto 2018 - 01:37

Por fin algo de que alegrarse en esta nueva visita a El Puerto de Santa María: el proyecto - todavía, ¡ay!, proyecto- de semipeatonalización de nuevas calles y plazas del centro.

Siempre he defendido la eliminación de esas aceras tan estrechas por las que es tan difícil caminar y tan fácil en cambio torcerse un tobillo.

El Puerto es una ciudad para disfrutarla a pie o recorrerla todo lo más en bicicleta

El Puerto de Santa María es una ciudad para disfrutarla a pie o recorrerla todo lo más en bicicleta, como hacen sobre todo algunos turistas que la visitan.

La renuncia en todo lo posible al automóvil, del que en este país tanto se abusa para todo, es una tendencia mundial y algo que caracteriza sobre todo a las ciudades más progresistas.

El turismo tiene que ser la vocación de esta ciudad que ha perdido tantas industrias tradicionales y a ese sector generador de riqueza deben dedicarse los mayores esfuerzos.

Confiemos pues en que la Junta de Andalucía conceda cuanto antes la subvención solicitada por el Gobierno municipal para convertir El Puerto en una "ciudad amable", como se ha bautizado tan loable iniciativa.

Se ha abierto desde la última vez que vine a la ciudad una nueva terminal marítima, digna de El Puerto, que sustituye a la anterior y de la que hay que también felicitarse.

Sin embargo, esa primera impresión tan positiva que recibe el visitante que llega por mar desde Cádiz se ve inmediatamente contrarrestada por la visión de unas fachadas cochambrosas y solares vacíos.

Uno de esos solares está justo detrás de una casa palacio que visitó en su día el rey Felipe V y cuyo estado de deterioro dice mucho de la desidia de tantos responsables.

¿Se imagina el lector que un comercio colocase en su escaparate como carta de presentación mercancía deficiente o en mal estado?

Pues algo así parece ocurrir con ese escaparate de El Puerto que es lo primero que se encuentra quien lo visita nada más de bajar del catamarán: unas casas deterioradas y una serie de aparcamientos en superficie que afean esa margen del río.

Me dicen hoteleros y vecinos que, pese a esas primeras impresiones, algo se está por fin moviendo en El Puerto: se están pintando fachadas, restaurando algunas casas a la vez que abren nuevos comercios.

A uno le gustaría que, tras haber tocado fondo, por fin las cosas comenzaran a moverse como ocurre en otras ciudades de esta bella provincia, y que lo que sucede en el mercado municipal, donde siguen escandalosamente cerradas tantas pescaderías, fuese sólo una anécdota.

¿Cuándo se aprobará por fin el tan pomposamente llamado Pepryche, en el que tantos propietarios, vecinos y empresarios tienen depositadas sus esperanzas? ¿Y se verán éstas colmadas cuando por fin se apruebe?

Uno piensa que hay que es urgente dotar a la ciudad de nuevos atractivos turísticos de forma que el visitante tenga motivo para quedarse aquí más días.

¿Para cuándo un museo dedicado a las actividades o industrias tradicionales como la pesca, la viticultura o la sal como los que hay en otros lugares? ¿Para cuándo un museo centrado en la historia del comercio trasatlántico?

El Puerto de Santa María tiene una riquísima historia que hasta ahora no se ha sabido aprovechar. ¡Y que no digan, con tantas casas palacio y bodegas vacías, que no hay espacios donde albergar esos u otros museos!

En lugar de tanto lamento y de tantos cruces de acusaciones, hace falta imaginación y ganas de hacer entre todos: Gobierno y oposición, pero también comerciantes y vecinos.

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