Manolo Padilla: "Siempre llevamos caja y bombo, si no, no suena a Carnaval, suena a otra cosa”
Retrocarnaval
Ha sido comparsista, chirigotero con el grupo de Paco Rosado en los 80 e integrante de muchas de las míticas agrupaciones callejeras, entre ellas las de la saga ‘Guatifó’
Salió en agrupaciones míticas del COAC como 'Los cruzados mágicos' o 'Los pellejazos' y 'Los fantasmas' en la calle
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Muchos lectores creerán que Manolo Padilla llegó al Carnaval para salir en chirigotas callejeras. Otros, aunque menos, lo ubicarán, antes, en las chirigotas de Paco Rosado de los 80. Y muchos menos sabrán que comenzó como comparsista en los 70. Y es que la vida carnavalesca de este emblemático intérprete de voz “aguardentosa y aterciopelada”, como él la califica, está llena de grandes momentos, en la calle y en el Falla.
Pero hagamos un viaje a años anteriores, cuando Manolo era un niño que jugaba, y cantaba coplas, con sus amigos en la calle Soledad, junto al Falla, y se iba detrás de las chirigotas que hacían el pasacalles. “Recuerdo ir detrás de una que se llamaba ‘Los locomotoro’, de Córdoba, y cuando salieron del Falla llegamos con ellos hasta una pensión de la Alameda donde se vestían”, señala.
Y en Soledad vivía José Montes de Oca, histórico director de coros, “que llevaba al barrio la carroza con su coro tirada por mulos para cantar a los vecinos”. Además, el padre de Manolo, que era cristalero, y trabajaba a veces en el Falla, le colaba en el Concurso de Agrupaciones. De esta manera, Manolo se fue aficionando.
“En Valcárcel, donde yo estudiaba, había mucha afición. Cantábamos pasodobles de comparsas, Paco Alba, Antonio Martín…o ‘Los charlots’, que lo que nos gustaba entonces era la comparsa de El Puerto. Eran los últimos años del franquismo y había bajado la calidad, en chirigotas, por ejemplo, y el coro casi ni existía. Estaban deteriorando la fiesta para que fuera desapareciendo, convirtiéndola en una feria. Pero gracias a Dios en el 77 remontó”, evoca.
Para 1975 “se reanudó el concurso de la cantera que se celebró en el Teatro José María Pemán”. Padilla se enroló en la comparsa ‘Los errantes’, que fue a la final. “La sacaba Manolo Lozano. Le decíamos ‘El político’ porque charlaba mucho (risas). La entrega de premios se hacía en un tablao en San Juan de Dios, donde se coronaba a la reina de las Fiestas Típicas, delante del Ayuntamiento. El cajilla nuestro era Pepe Gómez, el hijo del Titi, hermano de Enrique el Molondro, yo iba de bombo. Se nos acercó El Titi, que salía ese año en ‘Los belloteros', con Paco Alba, que era el autor. No se me olvidará nunca”, destaca.
El mismo año salió otra comparsa de la cantera en La Viña que se llamaba ‘Romance caletero’, donde estaban Caracol, Manolo el Gitano… “Nos fusionamos con ellos para salir en 1976 en una comparsa ya de adultos, de Miguel Villanueva, que era profesor en Valcárcel. Yo iba de bombo y Caracol, de caja. La comparsa se llamaba ‘Ilusión canavalesca’, que era reivindicativa de la vuelta del Carnaval a febrero. Iba en ese grupo, que era muy bueno, también Juanelo”.
La comparsa fue tercer premio tras ‘Carnaval 76’ y ‘España y olé’. “Como anécdota te puedo decir que Villanueva firmaba el libreto como Óscar Iradi y las letras las llevé yo mismo a la censura, que estaba arriba del todo del Ayuntamiento, en el palomar, donde había un tío que lo tachaba todo. Imagino que era falangista. No le hicimos caso en nada, aunque el libreto estaba lleno de tachones. y lo cantamos todo”.
"Las letras las llevé yo mismo a la censura, que estaba arriba del todo del Ayuntamiento, en el palomar, donde había un tío que lo tachaba todo"
Ya se respiraban aires de libertad tras fallecer el dictador Francisco Franco en noviembre del año anterior. “Vino un día Villanueva al ensayo a decirnos que debíamos manifestarnos para pedir el Carnaval en febrero. Empezamos a ensayar en otoño del 75 porque había rumores de la vuelta a febrero, pero no fue así y tuvimos que prolongar los ensayos hasta mayo. En febrero fuimos a la calle, haciendo ruido, con la caja y el bombo gritando ¡Carnaval en febrero! Y en la calle Ancha nos encontramos a Marcos Zilbermann vestido de hombre rana con un paraguas pidiendo también lo mismo”, expone.
En 1977 estuvo a punto de irse con Villanueva a ‘Los dedócratas’. “No me veía, yo era comparsista. Los coros, hasta que salió este, no interesaban. Yo fui a ver el ensayo de este coro y llevaba cuartetas que no metimos en ‘Ilusión carnavalesca’”, apunta.
Padilla salió con ‘Carrusel de colores’, de Luis Ripoll, en 1977, para el primer carnaval democrático. “Estaba inspirada en la canción de Serrat ‘El carrusel del furo’. Ahí empezó a salir el Catalino. Otro tercer premio, después de ‘Los mandingos’ y ‘Nuestra Andalucía’, casi nada. El grupo hizo al año siguiente una comparsa, llamada ‘Savia nueva’, tercer premio también. Yo iba cantando delante, de segunda, con Catalino, Caracol, Juanelo, Manolo Caramé… un grupazo. Y compartiendo carteles con otras agrupaciones donde estaban nuestros ídolos. Nos echó un cable Antonio Miranda”, destaca. “Y yo hice algunos cuplés. Es que, ojo, las agrupaciones son corales, se hacen entre todos. Lo que pasa es que gusta mucho etiquetarlas con el nombre de un autor o un director o un barrio”, defiende.
Por entonces conoció a Ana, la que hoy es su esposa, y se desmarcó del Carnaval. Pero una hermana de Manolo, también de nombre Ana, “se echó un novio. ¿Y quién te crees que era ese novio? El Gómez. Eso me cambió la vida”, dice en relación a alguien que había contribuido a relanzar al coro y que estaba destinado a hacer lo mismo con la chirigota: José Manuel Gómez.
"Las agrupaciones son corales, se hacen entre todos. Lo que pasa es que gusta mucho etiquetarlas con el nombre de un autor o un director o un barrio"
Gómez, que venía de escribir para coros como ‘La guillotina’ junto a Emilio Rosado, le comentó, en conversación de cuñados, que estaban ideando hacer una chirigota para 1982. “Me propuso salir, pero le dije que no, que yo era comparsista. Hasta entonces la chirigota era de valdepeñosos. El nivel de la modalidad era baja y mandaban las chirigotas de la provincia, como la de Juan Rivero. Por eso esta gente quería sacar una chirigota, pero yo no estaba por la labor. Ellos querían reivindicar la chirigota clásica de Cádiz y el Carnaval en la calle. Yo eso no lo entendía, porque en la calle no cantaba nadie salvo los coros. Se cantaba en los restaurantes. Esa era mi forma de Carnaval”.
“Me fui a la mili y al volver me pasé por el ensayo. Estaban preparando ‘Los cruzados mágicos’. Y cuando llegué allí estaban metiendo la cuarteta de ‘Ana, coge a los niños ya...’. Y cuando yo escuché eso me dije ‘esto qué es, esto es un bastinazo’. Con una cuarteta nada más. De ir tantas veces me invitaron a salir con ellos a la calle, con la familia, que para eso se hizo la chirigota, para disfrutar. Pero me salió trabajo en Algeciras, en Dragados, y estando allí,a los 15 o 20 días, me llamó el Gómez, que se les había ido uno. ¿Tú te vienes? Y le dije ¡ya! Y así me apunté. Yo era una esponja y me aprendí el repertorio en dos días”, reconoce.
La categoría de esta chirigota salió a la luz “cuando la gente empezó a ir a los ensayos, primero en el arco de El Pópulo y luego en el torreón de las Puertas de Tierra, donde yo me incorporé. Y el coro ‘Los fanfarrones de Cádiz’ nos invitó a hacer con ellos un ensayo general en el salón de actos del instituto Columela. Y no veas la que liamos. Allí estaba grabando para la radio Enrique Treviño, que nos decía ¿de dónde habéis salido?”.
"En el ensayo general de 'Los cruzados' estaba grabando para la radio Enrique Treviño, que nos decía ¿de dónde habéis salido?”
‘Los cruzados mágicos’ marcó una época y revitalizó una modalidad en decadencia. “Disfruté como un cosaco cantando. Los de la chirigota eran tan utópicos que se empeñaron en llevar el Carnaval a todos los barrios, no solo a uno o a dos como hasta entonces. Íbamos a cantar a Puntales, a Loreto, al Avecrem, a los patios de La Tacita, algunas veces haciendo el ‘candao’, porque la gente no estaba acostumbrada. No se creían que un primer premio fuera allí a cantar gratis y tampoco lo entendían otras agrupaciones. Abrimos un camino”.
Durante el Carnaval rechazaron los contratos, así lo decidió el grupo. “Cada vez que nos reuníamos aquello era una asamblea, había gente de Astilleros como Paquito Rosado. Todo consensuado. Y venían a contratarnos y decíamos que no. ¿Esta gente de qué van?, ¿no quieren ganar dinero?, decían algunos. Nos creamos muchos enemigos, pero solo queríamos disfrutar del Carnaval en la calle”, explica.
Tras el Carnaval ya fue otra cosa. 1982, época de elecciones. “Estuvimos en la plaza de San Antonio con el PCE, y también cantaron Joaquín Sabina y Javier Krahe, pero con quien más cantamos fue con el PSOE, que nos metió en su caravana electoral por toda Andalucía. Íbamos cobrando 300.000 pesetas por actuación. De teloneros nuestros iban Los cantores de Hispalis. Recuerdo que también cantaban Camarón de la Isla, Alameda, Triana… un bastinazo. El fin de fiesta fue en Sevilla, no veas la que formamos allí”.
El año siguiente llegaba la prueba de fuego: defender un pelotazo. La chirigota fue ‘Los cegatos con botas’, que para muchos superó en calidad a ‘Los cruzados’. “Nos dieron el segundo premio, cosa que nadie se explica. No es por nada, pero ‘los cegatos’ era mejor que la que ganó”, dice en referencia a ‘Los tontos no se separan’. “Uno del jurado era sordo, con eso te digo to”, dice entre risas.
Paco Rosado, su hermano Emilio, Gómez y Juan Romero ‘Caracol’ estaban en estado de gracia, pero en ciertos sectores rancios del Carnaval este grupo no estaba bien visto. Padilla era joven y tenía ganas de fiesta, por eso en 1983 salió con ‘Los cegatos’ y cuando el grupo “se iba para casa a recogerse, porque ya había gente con sus trabajos y sus niños pequeños, yo me iba a cantar con ‘Los peliculeros’, una chirigota ilegal con Paco Leal y compañía, que tenía que parar a la gente por la calle para cantarles, fíjate. Estábamos casi solos por la calle”.
La chirigota oficial decidió no salir en 1984, pero al final Paco Rosado se animó e hicieron en poco más de 20 días ‘Los llaveros solitarios’, primer premio. “Como no había proyecto, me quedé con la chirigota callejera para ‘Los pellejazos’, otra irreverencia. No salí en ‘Los llaveros’ y al año siguiente seguí en la calle, con ‘Los churreros de la guapa’, que hacíamos la chirigota para que luciera Paco Leal, y no salí con ‘Los carreros de la Alianza’, de nuevo segundo premio”.
Asegura Padilla que para 1986 el grupo se propuso hacer “una gran chirigota para romperlo tó y me convecieron para volver. Hicimos ‘Los cubatas’ y lo que pasó ya todos lo saben. Un cajonazo histórico. Llegó un momento que el grado de enemistad con algunos personajes que manipulaban el Carnaval era muy grande, que nos dijeron ‘esta gente se van a enterar’. Creo que lo de ‘Los cubatas’ fue por una velada que se hacía en el Pemán en verano y metieron a ‘Los carreros’ sin permiso en el cartel. La chirigota se cabreó y decidió no ir. Eso lo organizaba la Federación de Peñas y ese desaire nos costó el cajonazo, si no, no se entiende, cuando estamos hablando de una chirigota que para mí es lo más redondo que ha salido en el Carnaval. Lo tenía todo. A nosotros nos deben más de un primer premio, esa es la verdad”.
"Cuando 'Los cubatas' llegó un momento que el grado de enemistad con algunos personajes que manipulaban el Carnaval era muy grande, que nos dijeron ‘esta gente se van a enterar'"
En 1987 volvió a la calle con ‘Autopista hacia Benalup, comparsa callejera’. “Llegó a inscribirse para el concurso para liar un taco, pero al final nos echamos atrás”, apunta. Y en 1988, de nuevo con la chirigota de concurso, llegó la despedida con ‘Los conquistadores de la trastienda de Casa Crespo’, tercer premio. “Ya no merecía la pena, era mucha la presión”, admite.
Cogió carrerilla en la calle con ‘La última tentación de la Pantoja’ (1989), ‘Josefina Junquera y sus ya me entiende’ (1990), ‘Las hermanas colombinas’ (O ‘Las hermanas bolleras’, o ‘Las monjitas surtidas’ o ‘Conventos andaluces’) en 1991. “En esta última se unen Antonio Matos, Antonio Alonso, Salvador Fernández Miró… Parábamos juntos todo el año y sacábamos dos chirigotas. Hasta que decidimos salir juntos”. Le siguieron ‘Las que se apuntan a un bombardeo’ (1992) y tras un parón en 1993, el Gómez le propone para 1994 hacer un trío callejero llamado ‘Los números romanos’, junto a Antonio Matos y Pedro Morón. Repitieron en 1995 con ‘Los marqueses entre comillas’.
1997 iba a suponer el regreso de Manolo Padilla al Falla, con otro trío llamado ‘Ser o no ser’, primer premio. “Los cuartetos entonces eran tan malos, que pensamos en hacer uno. Y entró Caracol por Pedro, para hacer de Hamlet. Yo creo que desde entonces no ha salido un cuarteto igual. Clásico, con empaque, y un nivel de letras del Gómez tremendo”.
Regresó a la calle con tres romanceros que le escribió Gómez: ‘Enrique VIII y sus esposas’, ‘El Juan Sebastián de Elcano’ y ‘Rafael Alberti que estás en los cielos’, con su hermano Luis aguantando el cartelón, todos primer premio en el concurso oficial, tras lo cual, según Padilla, “Gómez dijo que lo dejáramos, que nos iban a coger coraje. Cádiz es así”.
"Decidimos que la palabra ‘guatifó’ debía ser como una marca, para que no fuera la chirigota de Pepe o de Juan"
“Al mismo tiempo del romancero de Alberti salía yo con ‘Los curas de pueblo’, donde nos juntamos gente que había salido conmigo y se fueron incorporando otros. Esa fue la anterior a ‘Los fantasmas’, que marcó una época, fuimos a cantar hasta a Cuba. Luego hicimos ‘Los alegres divorciados’, ‘Los sibaritas’ y ‘Los bajancia’. Y ya el grupo se rompió, porque unos tenían unas ideas y otros estábamos en otra onda. Un desgaste, como pasa en todos los grupos. Y nos quedamos ocho, para hacer la ‘Camerata Guatifó’. ‘Guatifó’ era una palabra que decía, como un latiguillo, uno del muelle. Y le pusimos ese nombre. Al año siguiente fuimos ‘Los que fuman en el balcón’, pero decidimos luego que la palabra ‘guatifó’ debía ser como una marca, para que no fuera la chirigota de Pepe o de Juan, y así fue hasta el final, hasta ‘Excelentísimo Ayuntamiento de Guatifó’, en 2016, ya estábamos un poco cansados”.
“Cantamos en muchos congresos, porque éramos didácticos, explicando a la gente de fuera el porqué de cada copla, con temas muy abiertos porque teníamos un montón de repertorio”, añade. Y siempre cuidando mucho el tipo, las letras y el compás. “Y los coloretes, eh, que eso no falta nunca. Más la caja y el bombo, que siempre los llevamos, si no, no suena a Carnaval, suena a otra cosa”, sentencia.
Este año regresó parte del grupo con ‘Los testigos protegidos’. “Esta la íbamos a hacer en el 2019, pero se fue demorando la cosa y hasta este año no hemos podido. Nos ha cogido mucha agua y no hemos cantado todo lo que hubiésemos querido. Mi hijo Manolo ha salido con nosotros por primera vez”, apostilla.
A sus 65 años no sabe si seguirá saliendo en la calle, un espacio que conoce muy bien y que a su juicio “ha cambiado mucho, porque ya hay más gente cantando que escuchando. Este año lo hemos comprobado. Le habíamos perdido el pulso y fuimos a cantar donde va todo el mundo, por San Lorenzo, y había más chirigotas que público. No sé lo que haremos”.
Padilla, por último, no deja de sorprender al asegurar que le gustaría salir en un coro, la única modalidad que le queda por probar.
Comercial de la revista Cambalache y de Radio Cádiz
Manuel Padilla Díaz nació en Cádiz el 18 de septiembre de 1959. Nació en la residencia Zamacola y el domicilio familiar estaba en la calle Soledad, donde creció junto a sus padres y otros seis hermanos (él es el mayor). Estudió en Valcárcel, Bachillerato hasta 3º, pero se cambió a Oficialía Industrial, sacándose la especialidad de mecánico tornero. Empezó a trabajar en Matagorda y luego pasó por varios empleos, en la Bazán por ejemplo o en la hostelería en Zahara de los Atunes, localidad muy ligada a su familia. Entró de comercial en la revista de compra y venta Cambalache, donde estuvo más de 20 años. Se ha jubilado como comercial en Radio Cádiz de la cadena SER. Está casado con Ana Ríos. Tienen un hijo, Manolo, que les ha dado una nieta: Lola.
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