Elena Grosso: "Yo he salido en el Carnaval gracias a mi madre, que me recogía del ensayo siendo una niña"
Retrocarnaval
Con solo 14 años debutó con el coro 'Salada claridad' tocando el laúd
Tras un largo parón regresó en 2012 para salir con su hija Elena y sus sobrinos, Manolín y Palmira
Manuel Guimerá: "Las orquestas de los coros siempre han estado infravaloradas"

En casa de Elena Grosso no había mucha afición al Carnaval. Su madre sí escuchaba coplas, pero a su padre “no le gustaba nada de nada”. Pero, claro, como salía con su hermana Meli en una pandilla en la que estaba Manolo Santander, a la postre su cuñado, con sus amigos chirigoteros de la zona de la calle San Rafael y Diego Arias, el veneno se fue inoculando en su cuerpo. “La primera chirigota de ellos, ‘Los ases del jazz’ en el 81, ensayaba en el Baluarte de la Candelaria. Íbamos allí a escuchar la chirigota y también ensayaba el coro ‘La mafia’. Y yo me ponía a escuchar el coro antes que la chirigota. Me gustaba. Siempre estaba allí e hice amistad con el coro”, recuerda.
Era una niña de solo de 13 años cuando en la peña La Mascarada, de la que salía el citado coro, le enviaron a aprender con Manolo Guimerá, uno de los músicos de ‘La mafia’, porque faltaba un laúd. “Yo iba a clases con el Niño de la Leo”, evoca. Era el verano de 1981. “Guimerá me enseñó a tocar y lo primero que aprendí fue el tango de ‘La mafia’”, apostilla.
El coro se dividió para el Carnaval 82 y Elena se quedó con ‘Los blasones de Cádiz’, saliendo solo para la calle, en la parte de la orquesta sin tocar todavía el laúd. Era mujer y menor de edad, con todos los obstáculos y los prejuicios que eso planteaba en una sociedad machista. Y para ilustrar que aún era una niña, Elena cuenta que “en el colegio La Palma por Carnaval se elegía a una ninfa en cada clase y en mi último año me tocó a mí. Se hacía una fiesta y yo le dije al coro que no podía estar ese día en la batea. El coro me dio la sorpresa y vino al colegio a cantarme”.

Le podía la afición y su madre fue clave para que cumpliera sus sueños, pues para que pudiera actuar ya en el Falla, con solo 14 años, con el coro ‘Salada claridad’ en 1983, la recogía por la noche al acabar los ensayos en la peña La Mascarada, en la calle Cervantes. Yo he salido en el Carnaval gracias a mi madre, así de claro, que me recogía del ensayo siendo una niña”, apunta.
"Yo he salido en el Carnaval gracias a mi madre, así de claro”
“Yo tenía que estar en casa, si me recogía sola, a las diez de la noche, pero a mi padre no le importaba que llegara más tarde si me recogían mi madre o mi hermana Meli y Manolo”, asevera. En el coro era “la niña” y Emilio Santander “el niño”, ambos muy jovencitos, y solo tiene palabras de agradecimiento por el trato recibido en un grupo mayoritario de hombres. “Jamás tuve problemas con nadie”, admite.
El del 83 fue un Carnaval especial, después de cantar en su primera final, llevándose el quinto premio. ¿Y en la calle? “También me recogían mi madre, con mi hermano chico, o Meli y Manolo”, destaca. “¡Salí en la tele, en la final!, imagínate la que se formó en el colegio”, añade.
Con ‘Los duros antiguos’ en 1984 no hubo tanta suerte y el coro se quedó fuera de la final. “Entonces se dijo que hubo un fallo en la suma de los puntos, que era a mano, y nos quedamos fuera”, señala.

Lo mejor estaba por venir: ‘La banda municipal’ en 1985. “Se fue mucha gente del coro y ensayando en la calle María Arteaga a todo el que pasaba se le invitaba a salir. Al final pudimos sacar el coro, con Bablé y José Luis Sánchez del Pino, y la música del tango del Noly”. Fue el primer año con preselección y solamente superar esta fase convirtió el local de ensayo en una fiesta.
El coro fue sorteando fases hasta plantarse en la final para competir los premios con ‘Mi no comprender’ de Puerto Real y ‘El callejón de los negros’ de Antonio Segura, Julio Pardo y Kiko Zamora. Y ante estos dos corazos, ‘La banda municipal’ se llevó el gato al agua. “Fue un año muy bonito. El coro gustó muchísimo. Hacíamos los instrumentos con la boca y eso llamó la atención”. Elena revive una experiencia machista “muy fea”. “Los premios se daban dentro del Falla. Cuando dijeron ‘segundo premio, ‘El callejón de los negros’, las gorras de nuestro coro volaron por todo el teatro. Y en mitad de la euforia, al salir del Falla, un fanático seguidor de otro coro, que no era ni componente, me soltó ‘niña, que tú lo que tienes que hacer es aprender a fregar y estar en tu casa’”.
"Y en mitad de la euforia, al salir del Falla, un fanático seguidor de otro coro, que no era ni componente, me soltó ‘niña, que tú lo que tienes que hacer es aprender a fregar y estar en tu casa’”.
“El día de la final me dijo El Rubio del Aceite: ‘Niña, ha dicho ‘Radio Macuto’ que ‘Los brutos’ tienen ‘Entre rejas’ a ‘La banda municipal’. Y esos fueron los primeros premios”, dice Elena Grosso.
En 1986, del primer premio al cajonazo. De ‘La banda municipal’ a ‘La posada del mesón’. Y el segundo premio del año anterior, ‘El callejón de los negros’, tampoco pasó a la final con ‘La cueva de María Moco’. “Fue un poco raro, la verdad. Una decepción. Ahí sí sabíamos que no estábamos en la final. Y ahí nace una amistad muy grande entre el coro de Julio Pardo y el nuestro. Julio era mi amigo y tal es mi relación con ellos que este año he cumplido 25 años maquillando al coro, aun saliendo en otro. Todos saben que yo tengo dos coros”.
La del 86 fue “la final de ‘La viudita naviera’, donde el machismo se hizo presente contra el coro mixto desde el gallinero. Eran los fanáticos, que siempre son peores que los propios coristas. Estaban, sobre todo las mujeres, muy nerviosas, y unos cuantos del coro fuimos a saludarlas al terminar ellas de actuar”.
Elena siguió en el coro, que con ‘Los Al-Vino’ fue el primero en cantar en el Teatro Andalucía el primer año del Falla cerrado, en 1987. “El coro ya fue mal desde entonces”, reconoce. Llegaron luego ‘Los cafeteros’, ‘De corte inglés’, ‘Los matasuegras’, ‘La ronda tapatío’ y ‘Una horita menos’, todos conocidos como el coro del Veneno, José Luis Sánchez del Pino.
Recuerda una sabrosa anécdota en el 93, con ‘El mesón de los cantares’. “Nos encontramos sin nadie que nos afinara porque el Noly, que nos hizo el tango, se puso enfermo. Nos faltaba estribillo y presentación. Y fíjate cómo era la amistad que teníamos con Julio Pardo que él, que ensayaba en Sindicatos, al acabar de ensayar con su coro se acercaba a nuestro local, en las Puertas de Tierra donde estaban los bomberos, para ayudarnos a afinar. Nos hizo la presentación, que tú la escuchas y es una cosa totalmente distinta al resto del repertorio, y la montó él. Es que Julio era muy buena gente”, evoca
El palmarés de Elena y su coro remontó en 1994 “cuando nos unimos a Salvador Longobardo y fuimos a la final con ‘Carnavaleando’, cuarto premio”. Salió en ‘El coro de los niños’, también finalista, en 1995 embarazada de su hija. “Había abortado antes y este embarazo ya era de riesgo. En la carroza no me monté y tuve que dejar el Carnaval. Mi pareja de entonces sí seguía saliendo, así eran las cosas entonces”.
17 años después, en 2012, volvió a la fiesta. “Salí porque mi sobrino Manolín es un bendito. En 1995 se me partió el laúd y como dejé de salir, pues no me preocupé de comprar otro. Años después Manolín me dijo que me fuera con él a un minicoro de verano. Le dije que por mí encantada, pero que no tenía laúd. Al poco tiempo llegué un día a la oficina y había allí una caja grandísima con un lazo rosa con un sobre en el que ponía ‘Para Tata Elena’. Y dentro, una carta donde podía leerse ‘Para que recuperes el tiempo perdido, de tu niño chico Manolín. Para que lo disfrutes con tu hija y tus dos sobrinos’. Porque él salía con la bandurria con el coro de Lucía Pardo, con su hermana Palmi y mi hija Elena. Imagina cuando abrí la caja y vi un laúd. Toda la familia, menos yo, lo sabía”.

Parecía que no había pasado el tiempo. “Llegué a casa, lo afiné y ¿sabes qué fue lo primero que toqué?… el tango de ‘La mafia’, lo primero que me enseñó Guimerá. Llevaba 17 años sin tocarlo”, expone. El coro se llamaba ‘Las cacas’ y Elena salió con su hija y sus sobrinos. Un regreso que no esperaba ni en sus mejores sueños.
“Mi vínculo con los Pardo es grande y llamé a Lucía Pardo para decirle que salía. Ella estaba esperando que me dieran el regalo -también estaba al tanto- para meterme en el coro”, dice.
“Me colgué el laúd y aún no lo he soltado. Además del Carnaval estoy en la Camerata de Plectro ‘A tempo’ con Bablé y en el grupo de folklore Ciudad de Cádiz, y estuve en el Rondó Gaditano con Julito Pardo”, declara.
Pasó tres años con el coro de Lucía y el cambio de grupo le llegó de forma muy curiosa. “Bablé y Noemí, que salían con Luis Rivero y estaban conmigo en la Camerata, me invitaron a la convivencia de su coro en Campano, un fin de semana. Y fui, aunque estaba un poco cortada. No te puedes imaginar cómo me lo pasé. Me trataron de maravilla y el ambiente me encantó. Y supe que era el sitio en el que quería estar. Fue un flechazo. No tengo palabras para la familia Rivero. Me encuentro muy a gusto”.
‘Cádiz Oculto’ (2015) fue su primer año con el coro de Rivero, al que sucederían ‘La corte’ (2016), dos primeros premios seguidos con ‘El mayor espectáculo del mundo’ (2017) y ‘Vive, sueña, canta’ (2018), ‘Al sonar las doce’ (2020), ‘Químbara’ (2022), ‘La voz’ (2023), ‘El paraíso’ (2024) y ‘Cádiz, el show’, segundo premio este año.
“A ver, ¿mi coro lleva tangos y cuplés y los cantamos como coro? Sí. Pues en la presentación y en el popurrí hacemos lo que queremos"
Sale en un coro que tiene el estigma, para cierto sector de la afición, de abusar del espectáculo. “A ver, ¿mi coro lleva tangos y cuplés y los cantamos como coro? Sí. Pues en la presentación y en el popurrí hacemos lo que queremos. Y cada vez lo hace más gente. Con nuestro coro nadie se aburre”, defiende.
Aprovecha para romper una lanza en favor de la modalidad. “Ahora la gracia recurrente es meterse con los coros. Si no te gusta un coro, no lo escuches. A mí no me gustan las comparsas, solo escucho las que me tocan por familia, y no por eso voy por ahí criticándolas y las respeto”.
En su regreso, 17 años después, el Carnaval, y la sociedad en general habían cambiado mucho. Dice Elena que “en cuanto a la mujer participando, el cambio era muy grande. Muchas agrupaciones femeninas. Y hasta en los mismos coros, mujeres embarazadas que al año siguiente salían. Impensable en mis tiempos”. En el lado negativo, “la frialdad en el Falla, que en los 80 era una fiesta en los camerinos, y ahora te da miedo hasta a hablar. Además, hay mucho fanatismo. Quizás antes también, aunque no tanto, pero no había redes sociales y no lo leíamos”. Y tanto entonces como ahora “los coros siempre han estado unidos. En los 80 hacíamos un ensayo general todos los coros y nos cantábamos los tangos. Hoy en día, los móviles han acabado con esos ensayos”.
"Cuando volví hasta en los mismos coros había mujeres embarazadas que al año siguiente salían. Impensable en mis tiempos"
Elena compitió en los 80 contra Adela del Moral, el gran referente de la mujer en la fiesta. “Estaba con nosotros en la camerata. Cuando ya estaba enferma, le regalaron un laúd. Y me dijo, antes del desenlace, que si pasaba algo el laúd había que estrenarlo y que la camerata tenía que tocar en su sepelio. Ella no pudo tocar ese laúd y yo cumplí la promesa y lo estrené en su entierro. Fue una mujer pionera y más sencilla no podía ser”, explica emocionada.
De no haber descansado, Elena Grosso tendría ya 42 años de Carnaval, suficientes para conseguir el Antifaz de Oro, galardón que desde el próximo año será asignado a una mujer carnavalera. “Ese Antifaz se ha creado para igualar con los hombres a las mujeres que nunca van a llegar a los puntos necesarios, pero que, sin embargo, han salido muchos años. Ahora bien, hay mujeres que salieron en los 80 que un año le tenía que valer como cuatro. Como las del coro mixto, que recibían hasta insultos. Costaba mucho trabajo salir en Carnaval siendo mujer y hoy día hay hasta parejas que salen los dos y se turnan para quedarse con los niños, fíjate”, apunta.
Faltan púas “y hay muchos coros, con personas haciendo dobletes porque hay pocas bandurrias y laúdes”, destaca. Menos mal que “se ha creado una escuela en el Ayuntamiento, que es una idea fantástica y además habrá instrumentos a disposición de los participantes, y yo voy a dar en julio un taller de laúd, con Jorge Müller que enseñará bandurria. Hace falta relevo para que no se pierdan el pulso y púa”.
Después de coger carrerilla tras su parón de 17 años, a Elena Grosso no hay quien la saque ya del Carnaval. “Mientras mis dedos aguanten, ahí seguiré”, asegura, rotunda, para concluir.
Una administrativa cuya pasión es la estética
Elena Grosso Moreno nació el 4 de abril de 1968 en el número 86 de la calle Sagasta. Es la segunda de cinco hermanos: Meli, Elena, Inma, Chari y Fran. Estudió en el colegio Sagrada Familia en la calle Sagasta, que luego se fusionó con el de La Palma. Pasó a hacer Auxiliar Administrativo en el colegio María Inmaculada y luego en Telegrafía. Trabajó en un videoclub y montó una tienda de regalos, también en Sagasta, sacándose la FP de Estética en la plaza de Candelaria. Tuvo que dejar esta pasión por problemas respiratorios derivados de algunos componentes de los productos utilizados. Volvió a trabajar como administrativa y actualmente lleva la parte laboral de Grosso Asesoría, de su hermana Meli. Está divorciada y tiene una hija, Elena, que le ha dado un nieto, llamado Alejandro, que tiene nueve años.
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