Pepe Mena | Primer concejal de Fiestas en Democracia del Ayuntamiento de Cádiz

"Me llegaron a mandar hasta un ataúd con un fetiche"

  • Artífice de la apertura del Carnaval a la ciudadanía, el comunista recuerda que todos los cambios no siempre son fáciles

Pepe Mena, homenajeado del COAC 2019, en el salón de su hogar.

Pepe Mena, homenajeado del COAC 2019, en el salón de su hogar. / Lourdes de Vicente

Pepe Mena tiene 89 años, un cajón lleno de recortes de prensa, reconocimientos que hablan de su valía en las paredes y “la honradez” prendida como la mejor bandera. Mena, al que este año se le dedica el Concurso de Agrupaciones, fue uno de los hombres claves del tripartido (PSOE, PSAy PCE) que gobernó Cádiz en el apasionante periodo de 1979 a 1983. Mena fue el primer concejal de Fiestas en Democracia. Y Mena lo cambió todo bajo un solo precepto: “hacer partícipe al gaditano de su fiesta”.

–Le dedican el Concurso este año. ¿Contento?

–Ha sido muy emocionante y muy gratificante. Sobre todo, el homenaje en el Falla donde vinieron, además de toda mi familia, compañeros que hacía muchos años que no veía y gente de fuera que me conoce, porque como yo me tuve que ir a Francia porque si no me hubieran metido en la cárcel, pues a mí me conoce media España...

–¿Qué se encontró cuando llegó al Ayuntamiento?

–Pues me encontré con que había funcionarios muy honrados pero había otros que eran unos corruptos, que se sacaban un dinero por fuera negociando con los fuegos artificiales, los alumbrados, y me presionaban para que se los diera a quien conviniera. Y yo lo que hacía era esperar al interventor que venía con sus sobres cerrados y sus plicas y se elegía la mejor oferta. Hacer eso me creaba muchos problemas. Fue un acoso y derribo.

–¿Cuál cree que fue la medida más polémica que tomó?

–La que me causó más problemas fue la de quitar los palcos del Falla a las familias adineradas y a algunos altos funcionarios del Ayuntamiento. Hasta una vez me mandaron un ataúd con un fetiche y con un mensaje que ponía “así te verás, cabrón”, y llamadas a mi casa poniéndome como los trapos... Pero era muy querido y por la mañana, cuando me levantaba para ir trabajar, venían la gente de las peñas para protegerme.

"Una de las medidas que me causó más problemas fue quitar los palcos del Falla a las familias adineradas"

–¿Y de cuál está más orgulloso?

–De lo que estoy más orgulloso es que los carnavaleross recogieron más de 3.000 firmas para pedirle al alcalde el Antifaz de Oro para mí, y soy el único concejal que lo tiene (concedido en 1984) y eso me enorgullece mucho. Recuerdo el homenaje precioso que me hicieron en la plaza de San Antonio y vinieron el coro ‘Los caballitos que suben y bajan’ y ‘Agua clara’ de Antonio Martín y me trajeron una placa y otra... Ahí están (señala una de las paredes del salón de su hogar).

–Bueno, pero también estará orgulloso de algunos de los cambios que usted introdujo en la fiesta, ¿no?

–Sí, sí. Sacar la Cabalgata del interior, por ejemplo, fue algo importante. Por la avenida había más espacio ya que las calles del centro son más estrechas y había que batir los luminosos. Yo creo que eso fue un acierto. Y también estoy contento de que puse en funcionamiento unos canales de participación que eran los exornos poniendo en marcha concurso de escaparates, concursos de patios, concursos de calle... Todo el mundo quería el Carnaval en la puerta de su casa... Y, mire usted, yo creo que eso funcionó para que la gente se sintiera incluida. Bueno, y otra cosa que creo que también estuvo bien es que quité las subvenciones a las agrupaciones y pusimos lo de los premios y se pagaban los premios a pie de tablao, ¿eh? Pero vamos que nada de eso muy fácil, todo era un sufrimiento porque cada uno de esos cambios conllevaba la resistencia de alguna gente...

–Por ejemplo...

–Por ejemplo, lo que le decía de algunos funcionarios, que estaban acostumbrados a sacarse un sobresueldo, pues sé que una vez pagaron a unos niñatos para que se sentaran en las sillas de la Cabalgata y cuando venían las familias que habían comprado su entrada con los chiquillos les decían “¡esto es del pueblo, no me muevo de aquí!”. Y, claro, la gente se enfadaba e iban diciendo cosas de mí, poniéndome como los trapos, y me entraba mucha impotencia porque yo no tenía culpa... Es que lo de la Cabalgata y las sillas da para mucho...

–Cuente, cuente...

–Mire, la empresa de las sillas era Los hermanos Jaramillo, que ponían las sillas en las procesiones de la Semana Santa en Sevilla, ¡y no se armó ná...! Cuando terminó la Cabalgata mucha gente se llevaron las sillas, hasta en el autobús las metían... Ya le digo, que había que lidiar con muchas cosas y dar la cara... Recuerdo que un año tuve una caída en el Falla, cuando vinieron los de la televisión que querían retransmitir la final y querían ver el foso, con la mala suerte de que me caí, me di con un murete y me partí los ligamentos del hombro, vamos, que estuve de baja del trabajo 2 o 3 meses, y aun así con unos dolores grandísimos y hasta arriba de nolotil iba yo a los tablaos a entregar los premios, y ese año tan malito yo en la plaza Pinto le pedí a un guardia municipal que me abriera paso porque es que tenía que llegar al tablao y me dolía mucho el hombro y me dijo el tío que no, que no tenía por qué hacer eso... Ese tipo de desprecios...

El primer concejal de Fiestas en Democracia del Ayuntamiento de Cádiz, Pepe Mena. El primer concejal de Fiestas en Democracia del Ayuntamiento de Cádiz, Pepe Mena.

El primer concejal de Fiestas en Democracia del Ayuntamiento de Cádiz, Pepe Mena. / Lourdes de Vicente

–¿Cómo se fragua la Comisión Ciudadana de Fiestas?

–Yo es que quería hacer un Ayuntamiento que confraternizara con el pueblo, que el pueblo se sintiera partícipe de su fiesta. Porque antes, con la Dictadura, en las Fiestas Típicas Gaditanas, había una comisión pero casi toda formada por altos funcionarios y yo la transformé en una comisión ciudadana donde participara todo el tejido social: las amas de casa, las peñas, los sindicatos, que muchas veces los carnavaleros no entendían que estuvieran ahí y yo les decía, “los trabajadores también son carnavaleros”... Los mismos estamentos sociales me mandaban a sus representantes y bueno, usted no se lo va a creer, acudieron hasta los Caballeros Legionarios. Me vinieron diciéndome que si estaba todo el mundo por qué no iban a estar ellos, y claro, pues entró uno... Uno que luego se metió en el PSOE.

–Habla de participación ciudadana, algo que hoy se está intentado poner en práctica en muchos ámbitos y, sin embargo, cuesta mucho más trabajo. ¿Qué cree que pasa ahora?

–Que ahora la gente son pasotas, tan pasotas que no saben ni lo que votan porque, le digo, una cosa es el pueblo y otra el populacho. El pueblo tiene una idiosincrasia, unas costumbres y conciencia. Y el populacho, no.

–Y en esos comienzos de los 80 piensa usted que había más concienciación, ¿no?

–Sí, sí, totalmente. A pesar de la resistencia que le he dicho antes, había aires de cambio, si no hubiera sido imposible hacer todo lo que se hizo. Oiga, ¿le ha hablado ya de Fernando Quiñones?

–No, qué va, dígame

–Mire yo me fui para el centro cívico de la Barriada de la Paz para recoger la calesa donde venía Quiñones, que era el pregonero, con Fernandez Palacios y otro muchacho más que ya ha muerto, y saliendo de allí me dice Quiñones, que era muy gaditano, “oye Pepe, ¿aquí no hay mollati?”, y no había, porque a mí no me daban nada, yo tenía 23 millones para todas las fiestas. Y entonces los de la Comisión hicieron una colecta y compraron por el camino vino, vino pirriaque, y en el trayecto de la Cabalgata esta gente empezaron a fumar y a beber y yo, que ni fumaba ni bebía, porque desde muy joven tenía una úlcera, me cogí un colocón. Total, que llegamos al tablao y me presentó Pepe Benítez, un gran comunicador, un hombre que me valoraba mucho pero que también me criticaba cuando había que criticarme, y cuando tomé la palabra, trastornado que estaba, dije “¡compañeros y compañeras!”, y me dice Pepe Benítez: “Pepe, que no estás en una asamblea de trabajadores”. Y ya me di cuenta y dije: “Ciudadanos de Cádiz, paisanos míos...” pero se me cruzaron los cables, me quedé en blanco, y salí diciendo diciendo “¡Y viva el Cádiz tracatrá!”.

–Hablando de pregoneros, ¿costó lo de Rafael Alberti?

–Digo, digo... Alberti tenía miedo por el Golpe de Estado de Tejero, que también fue un numerito eso, y no quería venir, pero al final lo hizo. 25.000 pesetas tenía yo para la estancia de Alberti con viaje y todo... “Pepe –me decía Alberti– sácame de aquí que nada más que veo gaviotas”. Y me lo llevaba por ahí a las peñas donde nos daban una tapita y eso.

"Estoy muy orgulloso de ser el único concejal que tiene el Antifaz de Oro del Carnaval"

–¿Y el 23-F?, ¿cómo lo recuerda?

–Pues yo estaba durmiendo la siesta y me llama mi tío, “Pepe que han dado un Golpe de Estado”, me fui para el centro y me descompuse cuando escuché en Radio Juventud marchas militares, y me acordé de que en el Golpe de los Coronoles en Grecia también pusieron marchas... Por otra parte, en el jurado del Concurso había un hombre que tenía un hijo en San Fernando, en infantería Marina, y nos dijo que la Marina se había acuartelado y también, que eso no fue así, que habían tomado el Ayuntamiento. Total, que me fui para la sede del partido, en la calle Sagasta, y estaba allí todo el comité provincial y habían traído sacos de comida. ¿Bocadillos de jamón le vamos a tirar a estos cuando vengan?, bromeaba yo... Pero había una tensión... En el Falla estaban cantando ‘Los pollitos de mi compare’ y el público estaba ensimismado con la actuación y no se enteraba de nada pero fuera se notaba que algo pasaba. De hecho, cuando llegué al Falla estaba la policía municipal y yo no sabía si estababa allí para detenerme, mira lo que pasó en la República, ¿no?... Total, que Antonio Benítez, que era el presidente de la federación de peñas, me dijo “Pepe, yo tengo el coche ahí con el depósito lleno, te llevo donde quieras”, pero le dije que me quedaba en el Falla, que el Concurso seguía para adelante, no se suspendía, y que pasara lo que tuviera que pasar.

–Oiga, ¿cómo era su relación con Carlos Díaz?

–Era buena pero Carlos Díaz era un hombre muy pulcro y no gastaba mucho. Recuerdo que una vez al palco del Ayuntamiento vino el presidente de la Junta, Rafael Escuredo, un hombre muy cabal, y no teníamos ni agua para darle, como siempre, se hizo una colecta y se trajo de beber. La cosa llegó al punto que en un Pleno me senté en la oposición y le hice una crítica a Carlos diciéndole que no se podía hacer un Carnaval tan ridículo.

"Mucha gente se llevó las sillas de la Cabalgata, hasta en los autobuses las metían"

–¿Ahora sigue usted el Carnaval?

–Me gusta y todavía escucho cosas porque a mí me gusta el gaditanismo pero no el gadita. Me gusta el Carnaval como tiene que ser, crítico... Oiga, ¿sabe usted lo de las barbacoas y lo del tablao?

–Seguro que no del todo, diga

–Pues que las barbacoas que se hacían en la playa también fueron iniciativa mía. Hice una fiesta que me costó un debate grande con los carnavaleros, menos mal que Fletilla los convenció. Pusimos un tablao para que actuaran las agrupaciones pero queríamos que lo hicieran desinteresadamente y ya le digo que costó convencerlos. Pero se consiguió, y Serafín Gutiérrez, que era concejal de Jardines y Playas, y yo fuimos por los bares del entorno del Paseo diciéndoles que íbamos a meter a mucha gente por allí y que a cambio les sirvieran a las agrupaciones cuando se bajaran del tablao su vino y su bocadillo. No veas cómo se ponía la playa de gente... Pero qué pena cómo se transformó con los años, ¿verdad?, en un bodrio. Y este hombre que está de alcalde hoy las ha quitado y ha hecho muy bien.

–¿También quitó a las ninfas que creó usted?

–Y también me parece bien. Hay que estar con los tiempos.

–Sí permanece la unión del concurso local y provincial

–Es que creo que fue un acierto pero costó porque, mire usted, el Carnaval es un cachondeo muy serio.

Comentar

0 Comentarios

    Más comentarios