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Para el piloto alemán, "la vida no puede ser más bella"

  • Pilotos y escuderías se rinden ante Vettel, que se corona con cuatro carreras de antelación

Dos horas después de rubricado el título de campeón, la música disco continuaba sonando en el garaje de Red Bull, Sebastian Vettel seguía abrazando a todos con el cabello mojado de champán y su padre, Norbert, bailaba y bailaba.

"La vida no puede ser más bella", dijo el alemán. Su sonrisa habitual no daba más de sí. "Me llevará tiempo comprender esto", dijo tras ser tercero en el Gran Premio de Japón, suficiente para lograr el título con cuatro carreras de antelación.

Fue un pequeño momento de balance, un paréntesis en la fiesta cuando ya había caído la noche en el circuito de Suzuka. "Hemos tenido un año fantástico", constató tras su decimocuarto podio en 15 carreras, de las que ganó nueve. "Y lo mejor es que continúa", agregó a modo de amenaza. Su amigo, compatriota e ídolo, Michael Schumacher, de 42 años y heptacampeón del mundo, presumió de amistad: "Me llena de orgullo". Y al jefe de la escudería Red Bull, Christian Horner, se le acaban los elogios: "Lo que ha conseguido es fenomenal".

Nada más cruzar la meta, los miembros del equipo se pusieron inmediatamente las camisetas y las gorras conmemorativas del segundo título del alemán en menos de 11 meses. "Solo no hubiera logrado esto", agradeció Vettel a todos sus compañeros, a cuyos brazos se lanzó tras la rueda de prensa y el maratón de entrevistas televisivas, ante las que se mostró con un dedo índice gigante, el que levanta siempre tras sus éxitos.

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