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José Manuel Jiménez 'YUP' | Alpinista gaditano

"Ha sido la ascensión en la que peor lo he pasado en mi vida"

  • Holló la cumbre del Mera Peak nepalí, "en la que no estuvimos ni cinco minutos porque el tiempo era malísimo y a punto de convertirse en infernal".

El alpinista gaditano haciendo agua en el campamento de altura del Mera Peak.

El alpinista gaditano haciendo agua en el campamento de altura del Mera Peak.

El alpinista gaditano José Manuel Jiménez Flores, afincado en San Fernando y más conocido como Yup en el mundillo de los escaladores de altas montañas, hizo cumbre en el último trimestre de 2018 en el Mera Peak, pico de 6.476 metros ubicado en una zona del Himalaya nepalí mucho menos transitada que la ruta del Everest y otros ochomiles famosos. Después de más de tres meses guardando silencio, a causa del deterioro físico y psicológico que sufrió, por fin accede a ofrecer detalles de una aventura con tinte de pesadilla.

–El inicio de la aventura, ya en el país asiático, resultó algo mosqueante porque las cosas se torcieron a las primeras de cambio.

–Las predicciones meteorológicas eran malas y se cumplieron. Empezó mal la cosa porque se extravió el petate de Haritz, mi compañero de escalada, con todo su material. Esto provocó un retraso de muchas horas que nos obligó a hacer de noche la mitad del camino a pie hasta el primer campamento de aclimatación, en Chutanga. Llegamos a este a las 12 con un frío tremendo, pero tremendo de verdad.

–Pero tocaba tirar para delante porque quedaba mucho trecho por cubrir hasta el Mera Peak.

–Al día siguiente salimos a las 6 de la mañana hacia el campamento 2, para colmo teniendo un paso de montaña a 4.600 metros con toda la paliza acumulada una jornada antes. En otros tres días fuimos alcanzando los campamentos 3, 4 y 5, este último situado en Bare a 5.100 metros. Ahí sí pudimos descansar un día, el cual aprovechamos para aclimatarnos.

–Supongo que lo de descansar es un decir porque apenas se trataría de una especie de parón.

–A continuación subimos hasta el campamento base, atravesando un paso de montaña a 5.415 metros. En ese campamento nos informaron de que había unas previsiones de viento de 80 a 100 kilómetros por hora, por lo que decidimos no descansar y tirar sin parar hasta el campamento de altura, a 5.815 metros, porque las previsiones para el día siguiente eran todavía peores.

"A veces, debido al fortísimo viento lateral, nos vimos forzados a agacharnos y hacernos una pelota"

–¿Cómo afrontaron ese problemón del fuerte viento, que complicaba más todavía una ascensión nada cómoda a priori?

–Con pendientes hasta de 50º y con un fortísimo viento lateral de derecha a izquierda, nos vimos obligados a veces incluso a agacharnos y hacernos una pelota hasta que las ráfagas de viento pararan un poco y eso nos permitiera continuar. Una vez en el campamento de altura, hicimos agua para hidratarnos, comimos y al saco de dormir.

–¿Al saco de dormir un montón de horas como auténtico reconstituyente para emprender el ataque final al pico con todas las fuerzas o un simple ratito?

–Pues abandonamos el campamento de altura a las 2 de la madrugada para emprender el camino a la cumbre, a la cual llegamos hacia las 8 de la mañana. Nos hicimos unas cuantas fotos en la cima, para que el Gobierno nepalí pudiera certificar nuestra ascensión y emprendimos enseguida la bajada. Vamos, que no estuvimos en todo lo alto ni cinco minutos.

–¿Tanto esfuerzo para no disfrutar de tan fenomenales vistas más de cinco minutos?

–Nos dimos tanta prisa en iniciar el regreso porque el tiempo era malísimo y estaba a punto de convertirse en infernal. Bajamos muy rápido hasta el campamento de altura, donde bebimos y comimos algo para, sin quitarnos nada, continuar hasta el campo base y después, del tirón, hasta el campo 5, en Kare. Ese ya era terreno seguro, por lo que pudimos comer mucho y bien, además de dormir calentitos.

–Total, que las pasaron canutas y no lo olvidarán nunca.

–Ha sido la ascensión con más riesgos de toda mi vida y en la que peor lo he pasado, debido a las condiciones meteorológicas más adversas a las que me he enfrentado jamás.

"No llegué a sentir lo que se dice miedo, pero a esa montaña no vuelvo ni aunque mi mejor amigo me lo pida de rodillas"

–¿No se siente miedo en esos momentos, no se llega a pensar que el peligro de muerte es algo a tener muy en cuenta?

–En realidad puedo decir que no llegué a sentir lo que se dice miedo porque mi cabeza estaba totalmente centrada en resolver todas las situaciones complicadas que se iban sucediendo. Si hubiera sentido en la subida que mi vida corría peligro de verdad, me hubiera dado la vuelta, olvidándome de llegar a la cumbre. Hay que tener muy claro que la montaña siempre estará ahí para volverlo a intentar.

–Vamos, que a pesar de todo se enamoró perdidamente del Mera Peak.

–A esa montaña no vuelvo a ir ni aunque mi mejor amigo me lo pida de rodillas. Lo pasamos muy mal tanto nosotros dos como el sherpa de altura que nos acompañaba y que no paraba de animarnos gritándonos en inglés palabras como power, ready o let’s go.

–¿Cómo se puede definir el desgaste experimentado?

–Tanto física como psíquicamente llegué agotado a España. A mi regreso pesaba ocho kilos menos que cuando emprendí el viaje hacia Nepal, a pesar de que recuperamos durante nuestra estancia en Luckla y Katmandú antes de tomar el vuelo de vuelta. En esos momentos, aún en territorio nepalí, estábamos tan hambrientos y sedientos que comimos como cerdos y también dimos buena cuenta de la mejor cerveza de ese país, precisamente llamada Everest.

–¿Y le quedan ganas de seguir practicando el alpinismo?

–Han pasado tres meses y medio desde entonces y ya me encuentro recuperado no solo mentalmente sino también físicamente, pues de hecho ahora mismo tengo unos kilos más de los que pesaba cuando me fui para Nepal. Ya me hallo dispuesto para empezar a entrenarme de cara al siguiente proyecto. Se trata de hacer el conocido como Santuarios del Annapurna, un trekking con el que se da la vuelta al macizo del Annapurna hasta llegar a su campamento base. Tengo pensado aprovechar para luego escalar uno o dos picos de 6.000 metros de los que forman parte de ese gran macizo.

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