De Sanlúcar a la Fórmula 1
Racing Engineering afronta a partir del próximo fin de semana un Mundial que se ha convertido en trampolín a la máxima categoría
La provincia de Cádiz, poco acostumbrada a contar con deportistas o clubes que compitan al máximo nivel, en la élite o cerca de ella, puede presumir de contar con una entidad automovilística que no sólo lo hace sino que además destaca en su especialidad. Racing Engineering, nombre para muchos casi impronunciable pero que denomina a la escudería con base en Sanlúcar de Barrameda, disputará a partir del próximo fin de semana en el Circuito de Montmeló, en Barcelona, el Campeonato del Mundo de GP2-Series, un certamen al que no falta desde hace 11 años y en el que en la 12ª edición tratará de igualar o mejorar su actuación de la pasada temporada, cuando alcanzó nada menos que el subcampeonato por equipos.
Convertida en la auténtica rampa de salida hacia la Fórmula 1, la Primera División de las carreras de coches, pese a que en 2005 inició su trayectoria sólo en el ámbito europeo antes del salto definitivo al resto del Globo, la GP2 mira a su hermano mayor con la humildad de saber que no dispone de los mismos recursos y por tanto no puede, por ejemplo, plantear un programa de 22 pruebas. Obviamente, las diferencias técnicas existentes entre una y otra categoría también encuentran repercusión en aspectos que afectan al reglamento, tanto en los fines de semana de grandes premios como incluso en pretemporada, como el hecho de que los test de preparación se limiten a seis, en el caso de este año tres en Barcelona y otros tres en el Circuito de Jerez, una circunstancia que implica que el simulador cobre mayor relevancia y una labor añadida para los pilotos, mecánicos e ingenieros fuera de la pista.
Quizás por todo esto, los pilotos que hoy en día toman parte en las carreras de GP2 son más profesionales que los que había antes, con una capacidad de sacrificio digna de todo elogio pese a su juventud. Con edades que suelen oscilar entre los 18 y los 23 años, estas promesas del automovilismo se deben a su trabajo en cuerpo y alma porque no tienen el más mínimo magen de error si quieren llegar a la élite. Un par de años sin buenos resultados son una condena segura al ostracismo. Como sucede con los restantes miembros de Racing Engineering y a buen seguro en las demás escuderías, su pasión por el trabajo va mucho más allá de una remuneración porque sin ella sería imposible llevarlo a cabo.
No obstante, la alegría que reporta el deber cumplido y los éxitos en las mejores ocasiones compensan sobradamente todos los esfuerzos, son la mejor recompensa, al igual que compartir esta felicidad con los fans que, prueba tras prueba, mantienen su apoyo a los colores de la escudería por todos los rincones del planeta. Consolidación y progresión del piloto, fans y resultados en sí mismos terminan siendo la razón de ser de cualquier sacrificio.
Con un presupuesto que representa aproximadamente el 1% del que elaboran los principales constructores de la F-1, los monoplazas de GP2, sin embargo, ofrecen rendimientos que no distan demasiado y exigen al piloto tanto o más, de ahí que se presenten como la vía natural para llegar al Mundial de Fórmula 1, cuya parrilla es la prueba evidente de que el Campeonato de GP2-Series se ha convertido en el trampolín natural. En este sentido, Alexander Rossi, piloto de Racing Engineering el curso anterior, en el que acabó como subcampeón, es un vivo ejemplo del semillero que supone la GP2 para la F-1, no en vano en 2015 ya disputó carreras de la máxima categoría y en 2016, aunque ha pasado a la Fórmula Indy, se mantiene como tercer piloto del equipo Manor.
Sin duda, un orgullo para la escudería sanluqueña, al igual que lo es haber sido en su día la primera de España que participó en las emblemáticas 24 Horas de Le Mans, que explica el sentido de tener sede en una localidad como Sanlúcar de Barrameda en la proximidad a un trazado, el de Jerez, lo que permite desarrollar numerosas actividades, al margen de las propias de la GP2, que sirven como fuente de ingresos para la empresa o de otras que potencian la promoción del deporte y la entidad, como son, entre otras, las visitas de alumnos de colegios, institutos y universidades para acercar el automovilismo al entorno de la provincia o la comunidad autónoma. Igualmente, el clima, las horas de sol, dado que el horario de trabajo que se adopta en el seno del equipo es eminentemente europeo, también fue un atractivo a contemplar cuando se barajaron las distintas opciones, que en realidad se reducían a establecerse en las inmediaciones de los circuitos de Montmeló, en Barcelona; Ricardo Tormo, en Valencia; Jarama, en Madrid, o Jerez, en la provincia de Cádiz, que finalmente fue la elección.
Una escudería de Sanlúcar pero con un amplio sentido de pertenencia, como expresan sus máximos responsables, por cuanto durante la temporada de competición los integrantes del equipo pasan casi más tiempo fuera que en casa y la principal seña de identidad cuando se viaja al extranjero acaba siendo la bandera nacional, con los colores identificativos en el propio coche. Racing Engineering, por tanto, siente y respira como una escudería sanluqueña, gaditana, andaluza y, sobre todo, española.
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