Dani Miguélez, expediente X
cádiz c.f.
El portero del Cádiz vive en el filo de lo imposible y pasa con facilidad de ser un líder dentro y fuera del vestuario a perderse por culpa de detalles corregibles que tienen el origen en su fuerte personalidad
Daniel Miguélez Martínez no es un portero cualquiera. Dani Miguélez es algo más que un simple cancerbero que juega como profesional en el Cádiz. Dani está llamado a ser el nuevo símbolo del cadismo para reverdecer mejores tiempos y forma parte de esa generación de promesas de la que apenas hay constancia en la primera plantilla. El de Dani es un caso extraño; capaz de tocar el cielo y bajar al infierno en una semana; capaz de pulir y quemar amigos y enemigos a la misma velocidad; capaz de decir no a un Albacete donde Calderón casi le aseguraba la titularidad para quedarse al filo del precipicio. El de Dani es un expediente X.
Dani Miguélez nunca ha dejado indiferente a nadie. Desde muy niño, cuando ya destacaba bajo el travesaño, era un portero diferente. No por parar mejor, tener más reflejos y ser el más presumido para la foto. No. Lo era por poseer una personalidad impropia en un joven, por ser ganador nato hasta para calzarse las botas en un simple entrenamiento y por querer ser siempre él mismo. No acepta sentirse influenciado, sea para bien o para mal, porque su personalidad es aplastante. En su primera etapa en el Cádiz B, el técnico José Alba Bolli ya lo sufrió en sus carnes. No es rebeldía, para nada. Es Dani Miguélez en estado puro. Capaz de tener al borde de los nervios a un entrenador, sobre todo por esa falsa suficiencia que parece poner en muchas acciones, sabiendo que puede salvar o mandar al traste un partido. Si sucede lo segundo, su responsabilidad de los hechos va acompañada de una humilde sonrisa. No le da igual, para nada -en la intimidad su autocrítica es enorme-, pero es la carta que su personalidad le hace mostrar al exterior.
Dani es un roble que al mal tiempo le pone una mueca, que transmite energía positiva y que necesita ser comprendido. Es diferente. No es un portero cualquiera. La suplencia, excesiva en muchas ocasiones, ha sido un castigo que ha llegado con dosis de sedante para frenar su impulso. Poco ha protestado para el nivel de adrenalina que circula por su cuerpo cuando calienta banquillo.
Por segunda vez en la presente Liga, se ha visto contra todo pronóstico relegado a la suplencia. La primera vez, una impuntualidad. Ahora parece que no hay que sumar otra falta en su conducta. Lo que le está fallando es la rodilla izquierda, cuyo ligamento interno lleva algún tiempo generándole problemas. Ayer, las molestias se agudizaron. Por si alguien no lo creía: Dani también es de carne y hueso; disfruta y padece. Esa dolencia no fue la causa de su suplencia ante el Ceuta, pero sí le podría dejar sin soltar una sonrisa en la tierra del chiste fácil, en Lepe, donde curiosamente hace algo más de seis años, en una liguilla de ascenso con el Cádiz B, se atrevió a regatear a un delantero que le arrebató el balón y marcó. Sebas Herrera había sentado en el banquillo al indiscutible Falcón para que jugara Dani. Un tipo diferente. Un expediente X.
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