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La Maleta del Bandido
Uno, como titula la sección, anda con maleta al hombro bandideando con frecuencia por la hermosa Andalucía. Y ha podido constatar de forma fehaciente que, en estos tiempos modernos donde todo el mundo habla de redes sociales, plataformas, sueños virtuales y mundos metavérsicos, hay una realidad muy física que supera todo esto. No me faltan ganas de montar una caseta portátil de vino por copas para ir de pueblo en pueblo a modo de puesto de turrones. Seguimos teniendo unas ganas imparables de encontrarnos cara a cara con mucha gente, divertirnos en el bullicio masivo de los recintos feriales y embriagarnos entre calores y polvo de vida de la auténtica. O lo que viene siendo, que nos gusta más el roce que a un chapista.
Estamos en meses de ferias y romerías que salpican en número infinito la tierra andaluza. Una vez ya superados todos los miedos pandémicos, la ciudadanía no perdona un sarao y un encuentro de ninguna manera. Hay incluso una moda que ha convertido en un destino turístico principal viajar a no sé qué romería, que es obligatorio ir al menos una vez en la vida (lo que obliga a repetición segura) o a aquella feria maravillosa que hacía años que no visitaba. Y si no la hay, se inventa, que para eso somos unos artistas.
Al final, uno es consciente de que el contacto humano es casi tan necesario como el comer, somos seres sociales por mucho que se emperren, y a veces hasta nos lo creamos, en convertirnos en monos del circo de redes sociales. Creo que lo de los robots aún sigue siendo cosa de series o películas, aunque ojito que todo llega. Y para esto el encuentro perfecto es la feria o romería de nuestro pueblo, o la del de aquel amigo que hace tiempo que no vemos. Y si no, pues nos aventuramos a descubrir una nueva, que siempre un plan de amigos fuera con una excusa festiva es acierto seguro.
Como de todo se aprende en la vida, la pandemia, entre otras cosas, nos ha despertado la lección de que la vida son dos días y hay que vivirla. Y en eso de vivir de verdad, no hay nada como compartir con los que uno quiere o los que algún día va a querer, cuantos más ratos de felicidad mejor. No dejemos que sea nuestro epitafio el que justifique nuestras ausencias, porque si es así, serán pocos quienes lo lean.
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