Otra primavera con Fernando Quiñones. Por Julio Malo

05 de marzo 2015 - 09:02

Ya se anuncia la primavera, los prunos comienzan a florecer y también esos sorprendentes magnolios que escogieron los ingleses como árbol ornamental para disfrute de paseantes. Metonimia de un mundo mejor, es tiempo de poemas y esperanzas. En 1955 Alberti dedica un soneto a Luis Lacasa, entonces en Pekín: “España espera, pronto arquitecto podrás tranquilo y con tu sabia mano levantarle una nueva primavera”. Sesenta primaveras después preparamos la quinta edición de un evento que recuerda a otro excelso poeta. La Ruta Fernando Quiñones que alienta la profesora Blanca Flores con esa sonrisa a la cual nadie se puede negar, como cuando hace un año me pidió que diseñara el cartel de esta edición. El pasado martes lo presentamos, se limita a reproducir una foto entrañable con Fernando rodeado por otros otros poetas, como Pilar Paz, Ripoll, Fernández Palacios y John Lennon. Se me ocurrió durante la presentación de un número de Revista Atlántica en el claustro de la Aduana Real levantada por Juan Caballero en torno a 1770. Corría la primavera de 1997 y junté al grupo para que Julio González efectuara un disparo tan certero como el de hace unos días con Alberto Garzón, siempre he resultado ser oportuno objetivo para el sagaz fotógrafo. Supe de Fernando cuando de muy joven leí una entrevista en la cual Borges declaraba que el escritor español que más le interesaba era Quiñones. Luego tuve el placer de conocerle cuando yo regresé a Cádiz y muy pronto nos hicimos amigos, tal vez porque comenté un cuento suyo y le sorprendió mi interés pues era un texto difícil: esas complicidades sirven para establecer la relación zen entre maestro y discípulo. Luego las conversaciones peripatéticas por La Caleta donde ya no se le conocía por el “loco del plástico” sino como don Fernando, el de La Legionaria. Me enseñó secretos del cante gitano y en su casa de Rosario Cepeda recitaba, para un grupo devoto, textos de su cálido poemario “Jardín de las Hetairas, Fruto de Afición Tanta o Libro de las Putas”. Su vida prueba que la alegría es la principal de las virtudes pues compendia a todas las demás, como sostenía Spinoza, ese fue su mejor legado.

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