La decadencia masculina. Por Fernando Santiago

12 de diciembre 2014 - 07:44

Lo único que podemos hacer un grupo de hombres solos sin levantar sospechas y sin recibir insultos de las feministas es jugar al fútbol. El vestuario se ha convertido en el reducto de la masculinidad, en el único lugar donde los hombres podemos hablar con libertad. Ahora los estadios están llenos de mujeres y todos los deportes han sido colonizados . Dicho lo anterior las cosas cambian a una velocidad de vértigo. Como narraban las FRAC en “Odio eterno al fútbol moderno” ya ni los futbolistas son lo que eran: ahora llevan calentapiernas, botas de colorines ,esparadrapos de colores o usan tatuajes, piercings , media cabeza afeitada y los pelos de punta. Peor aún: la mayoría de los chavales se depilan de las cejas para abajo. Qué tiempos aquellos de balones de cuero que al mojarse te dejaban una herida en la frente al rematar, tiempos de bigotones y melenas, de choques viriles. Cuando al fútbol se jugaba en tierra o zahorra y solo había agua fría para ducharse. Ahora se juega en césped sintético y los chavales van perfectamente uniformados cuando los que somos talluditos jugábamos en un descampado con las bolsas que hacían de postes y camisetas de algodón que se desteñían al primer lavado. Ahora los niños más pequeños usan mallas en invierno y bebidas isotónicas en verano. Por si fuera poco el guardiolismo ha dejado una estela de afectación imposible de superar. Recuerdo hace tres años entrar en el vestuario de El Rosal y verlo lleno de carteles con frases filosóficas del tipo “todos juntos somos más que cada uno por separado”. Ese día comprendí que entre la depilación, el perfume y la metafísica esto no tenía remedio. De ahí a ver cómo la gente tras la ducha se pone cremas , brillantina, perfumes y otros aditamentos lleva a pensar que el mundo masculino va en decadencia. Los vestuarios de antes olían a cuero y sudor , ahora a perfume y cremas hidratantes. Este universo de camisetas licenciadas, calzonas largas, espinilleras y reflex no es el de antes. Cuando llegó Cruyff a España , tras un Madrid-Barça le preguntaron a Camacho por el holandés: “huele a colonia” acertó a decir el murciano, famoso por la huella de sudor en la camisa. Esos eran tiempos heroicos donde el fútbol, como Veterano, era cosa de hombres. Queda una mínima esperanza en el tercer tiempo, sobre todo si es al calor de una tortilla de papas y unas albóndigas en el Bar Los Amigos de la Barriada Bazán. Hasta que las feministas o la LFP digan otra cosa.

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