El conflicto de Gibraltar visto por Carlos Rosado
Ingleses, se acabó el recreo Que Gibraltar sea territorio español es, cuando menos, una realidad geográfica. Como lo es también que ni Ceuta ni Melilla lo son. Que sea inglés uno y españolas las otras pertenece al ámbito de la política, cuando no al de las casualidades. No de otra forma puede entenderse, por ejemplo, que Menorca no haya corrido la misma suerte que el peñón, incluida como estaba igualmente en el Tratado de Utrech. Por tres veces fue colonia inglesa dejándonos, por cierto, una peculiar ginebra de sabor muy intenso, para mi gusto, y una cascarilla de tradiciones británicas. No hay punto de comparación entre la hermosa isla de Menorca y la roca. Pero los cambios en la geopolítica y las nuevas tecnologías de defensa han quitado a las dos la razón que motivó su toma por los ingleses. Gibraltar es hoy una simple anomalía. Gibraltar da para un paseo, para comprar lo que ya hay en cualquier parte, para dar de comer a unos monos peludos y poco amistosos (de lo que no les culpo) y poco más. Salvo que lo que se desee sea delinquir, evadir impuestos o dedicarse al noble oficio del mercadeo legal o de contrabando. Bueno da para algo más. Para tener entretenidos a los españoles poco avisados en un mes caluroso. Como ya nadie dudará, el jefe de la diplomacia española, Margallo, no es precisamente un diplomático. Y carece de eso que tanto se necesita en las relaciones internacionales que es la mano izquierda. Pero claro un señor tan de orden no querrá usar su mano izquierda para nada. Y como el canciller es muy castizo en vez de una frase alambicada para advertir sobre el contencioso dice directamente: ¡eh que se acabó el recreo! Y lo dice con la misma retórica cuartelera que usaba Queipo de Llano cuando en vez de ordenar que fusilaran caprichosamente a cualquiera le decía al ayudante: ¡a ese rojo que le den café! Es igual de chusco si no fuera por lo lamentable del asunto. En fin. Que en Gibraltar no ha pasado nada diferente en estos últimos cincuenta años. Por lo que toda esta escalada de bravuconadas es una ridiculez. Patriotismo de menor cuantía.
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