La caló. Por Fernando Santiago
LA CALÓ
Decían los Hermanos Álvarez Quintero que en Andalucía había : el calor, la caló, los calores y las calores, y eso que en su época no se apreciaba la crisis climática que desprecian los de Vox, columnistas incluidos. Antes la gente sacaba los colchones a las azoteas, en los pueblos regaban las fachadas y ponían esteras en los balcones, botijo va, botijo viene, con abanicos de antes de Tony Carbonell. Ahora es raro el que no tenga en su casa aire acondicionado, así que el mejor sitio donde pasar la ola de calor es en la propia casa, con visitas constantes al frigorífico, antes llamado nevera, de cuando se usaba nieve (para el refresiquito, como escribía Pérez Sauci). Entre el tinto con limón o la cerveza para los molletosos de costumbre, el agua del grifo según recomendación de Jesús Oliden , no hay mejor lugar. El que quiera , que lea, el que no, a ver series o realities , quien más quien menos con el móvil a mirar lo que hace el personal. En cualquier sitio menos en la playa, el lugar más incómodo y sofocante que se pueda imaginar. Encima ya no hay chiringuitos con vasos en tecnicolor, ahora todo es moderno, a cinco euros la caña, que los madrileños y los bilbaínos pagan cualquier cosa, mejor ir al Coconovo o al Bebo, según costumbres . Incluso para ver la puesta de sol con música relajante para ver aplaudir a los vecinos de la Villa y Corte (se pongan como se pongan los de Puerto Real, la villa será siempre Madrid). Pudiendo estar en casa, con las bebidas baratas y el fresco de Daikin, para qué soportar a los niños de los demás dando el coñazo, al que pasea por la orilla para enseñarnos las bondades de su “personal trainer”, a la niña del altavoz (¿sigue existiendo?), a las porquerías sobre la arena(menos mal que en verano no dejan bajar a los perritos para que hagan guarrerías), a la gente que se pone con los brazos en jarras para mear en la orilla, a los salvajes que hacen body surf a riesgo de los bañistas, las colas en el transporte público o la epopeya para aparcar, las algas invasoras, las medusas, las carabelas portuguesas, algún niño ha hecho sus necesidad y la mamá de turno le ha limpiado en la orilla, las pepitas de la sandía, los desperdicios del filete empanao o la tortilla de papas, el culín caliente del tinto de verano. Por si fuera poco ya no está el Media Barba, el Bar Ramón, el Bar Jerónimo o el Anteojo. Menos mal que ha vuelto la policía local a patrullar la orilla, que ya están los suyos al mando, durante tres años no fueron y no se notó su ausencia, ahora al menos dan el pego con las bermudas como parte del paisaje. Los objetores de conciencia, si acaso, luciremos moreno albañil. Los madrileños y los tiesos estarán bronceados, los gaditas reconcentraos a la laja.
Fernando Santiago
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