Enttrevista apócrifa con Paco Alba. Por Javio Osuna
— Paco, cuarenta años sin ti. — Sí. El tiempo vuela. — Hoy Cádiz te dedica un merecido homenaje en el Falla. — Y yo me alegro. Es bonito que a uno lo recuerden con cariño. — ¿Te parece si repasamos algunas letras y circunstancias tuyas? — Por supuesto. Adelante. — Comencemos con tu debut, en 1953 con ‘Los vendedores de marisco’. Mucho se recuerda la alusión a la (supuesta) santidad de una tal Rita: (...) Vaya mojarra de vecinita cuando luego es mas bruta que santa es Rita. — Fíjate que Emilio Vázquez “El Gitano Blanco”, que venía conmigo y que vivía en Jesús Nazareno (y luego fuimos vecinos en la calle San Salvador), me advirtió que íbamos a tener problemas con aquello. Y no se equivocó. Al momento de cantarla, subieron al camerino tres representantes de Acción Católica. De no ser porque le mostramos la aprobación del repertorio con el sello oficial, evitamos la sanción. Aún así, la policía nos siguió todo el tiempo para comprobar que no la cantábamos por la calle. — Y en esos mismos ‘Vendedores de marisco’, escribiste otra letra, relativa a las modas de las muchachas, que también te censuraron. — Sí. Fue un cuplé que metí por bulerías que acababa así: (…) Conocemos a cierta modernista que en tabaco gasta un dineral, mire usted si fumará la chica que la pipa la tiene gastá. — Fíjate que Emilio Vázquez “El Gitano Blanco”, que venía conmigo y que vivía en Jesús Nazareno (y luego fuimos vecinos en la calle San Salvador), me advirtió que íbamos a tener problemas con aquello. Y no se equivocó. Al momento de cantarla, subieron al camerino tres representantes de Acción Católica. De no ser porque le mostramos la aprobación del repertorio con el sello oficial, evitamos la sanción. Aún así, la policía nos siguió todo el tiempo para comprobar que no la cantábamos por la calle. — Y en esos mismos ‘Vendedores de marisco’, escribiste otra letra, relativa a las modas de las muchachas, que también te censuraron. — Sí. Fue un cuplé que metí por bulerías que acababa así: (…) Conocemos a cierta modernista que en tabaco gasta un dineral, mire usted si fumará la chica que la pipa la tiene gastá. Me obligaron tachar lo de “la pipa”. — Algo parecido te pasó en la hojilla de ‘Los de fin de curso’. — Aquello fue peor, ya que la letra ni siquiera formaba parte del repertorio; se trataba de un cuplé publicitario que le hice a un anunciante que tenía un puesto de recova, que había en la calle Bilbao y decía así: El que tiene más gordo y frescos los huevos según dice la gente es el Chiclanero… Me hicieron poner un monigote negro tachando la letra a los 3.000 ejemplares que se editaron en la Imprenta la Gaditana. De modo que figúrate. También tuve que sofocar un malentendido de los universitarios gaditanos, que creían que íbamos a mofarnos de ellos. Organicé en el Hospital de Mora una actuación ante ellos y asunto resuelto. — Cuando murió Manuel López Cañamaque, tuviste un bonito detalle con él dedicándole un pasodoble. — ¡Claro! Ahí mencionaba también a Rodríguez, al que también se lo escribí en ‘Los hombres del mar’. Ten en cuenta que las composiciones de Cañamaque eran las musiquillas que enraizaban con toda mi infancia, cuando siendo un chiquillo me vine de Conil. De hecho, mis primeras letrillas las hacía de pequeño con las melodías suyas; aquellas fantásticas e irrepetibles murgas que se pintaban la cara con corcho quemado, dos coloretes y una pastilla de añil. Siendo un niño, junto al Quini, nos disfrazamos de enanitos y nos subimos a la carroza de su coro “Los cuentos de Calleja”. — ¿Fue con ‘Los guajiros’ cuando Aurelio Sellés os aplaudió por San Juan de Dios, no? — Sí. Aurelio venía del Café Español, donde paraba todas las tardes y en donde tenía establecida su tertulia. Era toda una autoridad en materia de cante flamenco y fue algunas veces jurado del Falla por los años que yo empecé, junto a Ramón Grosso, a José María del Río, a Serafín Pró, a Benito Cuesta y a otros más. — Hoy el piropo a La Caleta es un clásico, pero la institucionalización de cantarle a ella es tuya. Nadie lo hizo antes. ¿Recuerdas cuál fue la primera alusión en un repertorio tuyo? — Perfectamente. Me crié en esas aguas y aquél paisaje siempre me pareció lo más mágico de la ciudad. Fue con ‘Los del Bocho’: (…) Asomado a la balaustrada de nuestra Caleta, hemos visto que es lo más bonito que tiene esta tierra. — Hablando de ‘Los del Bocho’, ¿es verdad que no quisiste saber nada de ellos, porque al repartir las botas de vino que complementaban el tipo de jugador vasco de bochas, te dieron una más pequeña? — Es completamente cierto. Me dolió el desprecio. Probablemente no lo hicieran con maldad, pero es verdad que aquello me animó a cambiar de grupo. He de decir que tuvieron el detalle de entregarme la parte económica que me correspondía de lo recaudado. — Y llegaron ‘Los sarracenos’ y con ellos probablemente el germen ya casi en forma de brote de una nueva modalidad. — Para mí seguían siendo murgas. O chirigotas, como luego se les llamó. Yo no me propuse hace nada nuevo; componía lo que me salía, bebiendo de la fuente y al influjo del “taratachán” que había oído de niño, con aquella gente de La Cabra y aquellos viejos que salían con Suárez. Pero es verdad que mis melodías y mis letras empezaron a gustar de una forma, un tanto desconcertante. Me aplaudían mucho, aunque también había bastante incomprensión hacia mi forma de hacer las cosas. Por eso nos dieron un “Primero especial”. Ya lo de “especial”, denotaba percepción de cambios y presagiaba algo novedoso se barruntaba a corto plazo. — También, Paco, ya se te veía más baqueteado en tu forma de escribir, con alusiones más sutiles e inteligentes… — ¡Claro! Comprendí que aludir a ‘la pipa’, como hice en mis comienzos, aparte de bastante grosero y fácil, era notorio, y que el camino era hacerlo con el doble sentido; algo más elegante y que además te permitía la posibilidad de despistar al censor. En ‘Sarracenos’ dije de una marmota, que ‘no sé qué le recordaba el pescuezo del buitre…’ ¡el resto lo completábamos nosotros con el gesto! La gente se reía y al censor se la colamos. Y de qué forma. — Y al Circo Price tres meses seguidos con ‘Los julianes’ y de teloneros terminasteis convirtiéndoos en la gran atracción del espectáculo, ¿no es así? — Sí. ¡Y cuánta nostalgia sentí en los meses aquellos! Por cierto. He visto que ha salido una agrupación que se llama ‘Los que perdieron el barco de arroz’… que dicen que éste embarrancó en Chipiona y Sanlúcar en los años 80/90. ¡No es cierto! Aquello sucedió en Cádiz en 1957; con ‘Los julianes’ hice la siguiente letrilla: En el muelle de Cádiz hace poco tiempo se ha sumergido un barquito de carga lleno de arroz hasta los bordillos. Muchos se han lamentado de esta desgracia tan imprevista porque no está el arroz pa que se lo coman las mojarritas, con una olla yo vi pescar me acerqué por curiosear pero la pesca de aquel gachó era una espuerta hasta la boca llena de arroz. — ¿Hiciste leer a tus componentes Platero y yo? — Sí, pero porque cuestionaron el tipo de ‘Los pajeros’ que encarnaba al vendedor de pajas que con el burrillo pregonaban la mercancía para los jergones. — ¿Sigues manteniendo que “el levante es un viento muy refrescante”? — Ya veo por dónde vienes. Efectivamente, sur y poniente refrescan más, pero había que rimar con ‘amante’… — Te hubiera valido ‘sofocante’ y hubiese sido más preciso. — ¿Y eso me lo dices tú, que en el único primer premio que te has llevado, cantabais ‘tierra’ rimando con ‘tierra’; ni siquiera consonante? — Tienes razón. En mi descargo quede que no lo escribí. ¿Es verdad que con ‘Corrusquillos gaditanos’ echasteis desde la tramoya, en un vaporizador, un preparado que inundó el Falla de olor a canela y limón? — Así es. Me lo hizo un amigo mío farmacéutico, muy aficionado al Carnaval, Manuel Hernández Rodicio, familia de ese muchacho que ahora dirige la SER. — Paco. Algunos te acusan de que no te caracterizaste, precisamente, por denunciar las injusticias, es decir, que te recreaste más entre el piropo simplón y la usencia de crítica… — No es cierto. ¡En modo alguno, además! En el año 1954 abordé el problema de la vivienda y efectué una llamada solidaria para la construcción de casas para las clases desfavorecidas (había muchas familias viviendo en barracones de madera, con criaturas pequeñas); aparte de reivindicar la figura del alcalde Cayetano del Toro. En el 57 salí en defensa de las prostitutas (que no era nada fácil hacerlo en esa fecha) cuando había una severa ley contra ellas, aparte de una doble moral. En el 58 denuncié que el muelle gaditano lo circundaran con una reja (reja que ustedes todavía mantienen, por cierto). Incluso fui de los pocos que en dictadura resaltó la figura de Fermín Salvochea y que (en dictadura también) criticó la Guerra del Vietnam o denuncié bien alto el asesinato de Martin Luther King. Aparte de mejoras salariales en los años 60… — ¿Es cierto que en el año 59, desde el ayuntamiento te obligaron a escribirle una letra al ministro de trabajo que había anunciado su visita a Cádiz? — Cierto y fue una letra que Pemán no supo hacer y me llamaron para enmendarla. Nos dispensaron a todos de ir al trabajo, bajo promesa de cobrar el jornal y estuvimos un día entero ensayándola; a la noche siguiente se la cantamos al ministro. Eso sí: tardamos seis meses en cobrar el jornal. — Cuando la película La Viudita Naviera sucedió algo parecido, ¿no? — Siempre le ocurre a los escritores de renombre, que no son capaces de adaptarse a nuestro género. ¡Mira lo que le pasó a Fernando Quiñones o a Juan José Téllez! Ser un buen poeta no te garantiza triunfar en el Carnaval, que está dotado de una singularidades literarias específicas a la hora de llegarle al público. — ¿Te dejaste algún tipo en el tintero? — Varios. Pero el que más ilusión me hacía eran: ‘Los de Bagdad que hablá’. — ¿Un instrumento imprescindible? — Sin ningún género de dudas, el bombo. Es el centro neurálgico del compás. Si el bombo se cruza, se cruza todo. — ¿Te agrada que el pasodoble del vaporcito del Puerto cierre, tantos años después, toda juerga que se precie? — Sí, pero no soporto el “uh, uh, uh, úh” que le introducen después de los versos “y es que este barquito / es tan pinturero”, porque es tremendamente cutre y porque no formaba parte de mi composición. — ¿Qué aspecto no te gusta de la actual evolución de la modalidad de comparsas? — Hay varios, pero te diré el que menos: ¡los contraltos! (aquí le decimos contraaltos). Siempre los dosifiqué, eran meros adornos de una línea melódica, no la razón de ser de una composición. Y los contraltos que yo tuve no estaban, precisamente, mudos, porque a Emilín o al Carli (entre otros muchos que tuve) había que echarles de comer aparte. — ¿Cómo qué autor te hubiera gustado escribir cuplés? — Como Eduardo Delgado. Por cierto que dos de sus yernos fueron grandes tenores míos. — ¿Alguna letra tuya tuvo una repercusión tangible? es decir, ¿tienes constancia de que algo que saliera de tu pluma tuviese una utilidad real? — Sí. Cuando en los viejos cuarteles de Santa Elena ubicaron la “Casa del Niño Jesús Pobre”, yo escribí esto con ‘Los fígaros’, con la música del Vito: Junto a las Puertas de Tierra leímos un letrerito, que decía, “Jesús Pobre” y de verdad no me explico; lo de pobre no hacía falta pues Jesús nunca fue rico. Al poco tiempo, los empleados del ayuntamiento quitaron el adjetivo de “rico”. — Pero no me negarás, Paco, que tú estabas muy bien mirado por los mandatarios de entonces. — Entonces no teníamos las libertades de las que ustedes gozan hoy. Yo era constantemente reclamado en los actos oficiales, sí; pero como consecuencia de ser el autor más premiado, no por mi forma de pensar. Yo era un obrero, un trabajador de Astilleros, que “antes que cocinero fui fraile” y por más señas, monaguillo de la parroquia de San Lorenzo. Pero en el fondo, un humilde padre de familia que lo hizo lo mejor que pudo y supo. ¿Sabes cuánto se ganaba en Astilleros en 1954? — No. — Pues el salario diario medio de un operario de Astilleros ascendía a 12,23 pesetas, o sea, 367,2 pesetas al mes (si se trabajaban los treinta días, lo que por desgracia no ocurría siempre). En 1969, primer año en el que existió un convenio en Astilleros, era de 81,6 pesetas diarias. En 1966, el autor que tú dices que no se mojaba, escribió esto con ‘Los beduinos de Cádiz’: (… ) Hay muchas desproporciones en las clases españolas hay quien gana por millones; y muchos trabajadores que sus casas abandonan y emigran a otras naciones donde las retribuciones tanto no desproporcionan. — ¿Es cierto, Paco, que tu hermana tuvo una relación sentimental con Manuel de la Pinta y Leal, el alcalde de Cádiz republicano que la sublevación franquista fusiló sin miramientos? — Es completamente cierto, pero no quiero hablar de ése tema, ¿vale?. — De acuerdo. Hablemos de ‘Los forjaores’. ¿Es verdad que te emborrachaste varias noches con el fragüero Antonio Álvarez, que tenía la forja en San José, para sacarle información del oficio? — Así es. Incluso el yunque que sacamos a escena era suyo. — ¿Te inspiró la malagueña de Ramón Jarana para escribirle un pasodoble a Enrique el Mellizo? — Ramón Jarana era un fenómeno cantando. Y con ‘Los beduinos’ le escribí también una cosita; por cierto que ahí venía conmigo El Yeyé. — ¿Tu mejor segunda? — Jesús Monzón, el hijo de mi compañero del Dique. — ¿Tu postulante más eficaz? — Pepe el Sopa. — ¿Tu mejor contraalto? (permíteme llamarlo así) — Emilio López Prat. — ¿Tu comparsista más expresivo? — Chatín. — ¿Y tu alumno más aventajado? — El Moreno. — ¿Qué letra de cuantas te han escrito más te ha emocionado? — Sobre todo dos: la que me hizo mi amigo Enrique Villegas con ‘Quince piedras’ y la de Antoñito Martín, con ‘Los principiantes’. — ¿Hablamos de Estampas goyescas? — Ya se ha dicho todo hasta la saciedad. Sólo quiero añadir que ‘Capricho andaluz’ tenía un conjunto con voces más frescas y que en el palco del jurado había señores que estaban deseando que yo no ganara. — Pese a todo, rompiste tu promesa, porque volviste con ‘Los abuelitos chirigoteros’… — La rompí a medias, porque dije que no sacaría más comparsas. Y así fue. Pero he de reconocer que ver al teatro entero aplaudiéndome, en 1974, me reconcilió y restañó mi herida. — Y los inolvidables ‘belloteros’, que fue tu punto y final. No te dio tiempo a despedirte… — Yo estaba ya renqueante de salud. ¿Recuerdas qué dije al final, con la última cuarteta que cerraba mi popurrí, de Nicola Di Bari, con la canción ‘El corazón es un gitano’,? No quiero despedirme con dolor tan sólo diré… ¡adiós! Yo sabía que era un adiós para siempre. — ¡Muchas gracias, Maestro! y a disfrutar en poco más de una hora... — Gracias a ti y viva siempre Cádiz.
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