Enric González en El Mundo sobre Cataluña

27 de septiembre 2015 - 11:21

CHARNEGO NO ES UN INSULTO, AHORA LO ES ESPAÑOL

Era un término, cargado de xenofobia, con el que los catalanohablantes definían a los obreros que llegaban a Cataluña desde otras regiones del país

Ahora que tiene un sentido exclusivamente cultural, el independentismo pujante tiene otra ofensa que vale para un apellidado Barrufet i Bafarrul o García

  • ENRIC GONZÁLEZ

Actualizado 27/09/201502:02 Podríamos situar el nudo de esta historia en una fecha: el 6 de noviembre de 1988, domingo. Ese día, varios vecinos de Santa Coloma de Gramenet apedrearon la comitiva automovilística de Jordi Pujol. Pujol bajó del coche, se encaró con uno de ellos e hizo un despliegue de autoridad. Mandó callar y callaron. La prensa, en especial la conservadora, se entusiasmó con la exhibición de poder del presidente de la Generalitat. Otros interpretaron la escena como la humillación de unos pobres ciudadanos charnegos, cargados de razón en sus reivindicaciones, ante el gran señorito catalán. Fue un suceso polisémico, tanto como lo es hoy el término charnego. Gabriel, uno de los que lanzaron piedras, fue el hombre interpelado por Pujol. Llevaba un jersey rojo y era fácil de identificar. Su imagen pasó una y otra vez por las televisiones. Hoy puede seguir viéndose en YouTube. Después de aquello, el pobre Gabriel pasó noches sin dormir. Se sentía avergonzado. El escritor y periodista Javier Pérez Andújar (Sant Adrià del Besós, 1965), recuerda su propio sentimiento de humillación al ver las noticias. Aquellos a quienes Francisco Candel llamó los otros catalanes, los que hablaban castellano, habían tenido que postrarse por enésima vez. Gabriel murió hace unos años. Jesús estaba entonces en la asociación de vecinos y recuerda la protesta. «Nos faltaba de todo», dice. El viejo autobús no podía subir la cuesta hasta la cima de Can Franquesa. Las casas eran húmedas. Había corrimientos de tierras por la lluvia. Cuando se establecieron en ese monte no tenían ni agua corriente. Las mujeres se manifestaban durante el día; por la tarde, al concluir la jornada laboral, se sumaban los hombres. «Sufrimos porrazos, pelotazos de goma, de todo; aquí lo pasábamos bastante mal», comenta Jesús. «Todo nos ha costado sangre». Ese domingo, Pujol fue al barrio para poner la primera piedra en una ruta de senderismo. Eso encabronó al vecindario. Y pasó lo que pasó. «Nos acusaron de reaccionarios por protestar, dijeron que éramos indeseables». 'Cállese. Ya le daré la palabra. No le corresponde ahora' Reprimenda pública. En un gesto de autoridad impensable ahora, Jordi Pujol se bajó del coche y se encaró con los vecinos charnegos de Santa Coloma que protestaban en 1988 por sus miserables condiciones de vida. El 'president' la tomó con uno de ellos, Gabriel, fácilmente reconocible por vestir un jersey rojo, que había aporreado uno de los coches oficiales. Hay quien vio esa reprimenda de Pujol como una exhibición de poder. Otros como una humillación. Leer el texto entero. .

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