Dos visiones de la Corrala Utopía: Julio Malo y Enrique Montiel de Arnáiz.

17 de abril 2014 - 09:07

UTOPÍA DEL HOGAR.JULIO MALO

En otras tiempos no tan remotos los hombres se distinguían de las demás criaturas porque poseían hogar. Ya fuera modesta casilla de adobe o soberbio palacio de altas fábricas de sillería berroqueña. En palabras de Cela, "tierra ordenada donde el hombre se refugia cuando la tierra tiembla para seguir amándola". Entonces no se hablaba de la casa como derecho sino cómo hecho. Ahora que en nuestra Constitución se proclama como derecho, son cientos de miles los ciudadanos de este Estado que carecen de un techo digno. A causa de un ordenamiento jurídico sesgado, y de la ilimitada codicia de los dueños del dinero, ese becerro de oro que ya no es de metal pero sí confiere una fuerza suprema más allá de toda justicia y de toda lógica, muchos son quienes se encuentran, como sostenía Brecht, en la triste tesitura de luchar por lo que resulta evidente. Tras presenciar nuevamente al doloroso espectáculo de unas pobres gentes arrojadas violentamente a la calle porque habían encontrado cobijo en un edificio abandonado, que tal vez la Administración debió ocupar previamente para cumplir esa hueca exigencia constitucional de proporcionar una casa digna a quienes no la tienen, esta vez los políticos y los medios informativos les utilizan como moneda de cambio para dirimir torvas diferencias sobre ese cartón gastado del juego del poder.

España es el Estado europeo donde se cuentan más personas sin casa y más casas sin personas, porque se ha fomentado la estafa hipotecaria y cuando ésta llegó a ser insostenible se entregó a sus autores el dinero que necesitaban para cuadrar las cuentas a costa de nuestros impuestos, sin que como en otros lugares se compensara esto con una quita de la deuda contraída por la gente. Si en este panorama, unas personas son arrojadas del edificio que habitaban precariamente, la conocida Corrala Utopía, seguida por la prensa internacional, yo no dudaría en buscarles un techo. Lejos de sofocar el drama, políticos y prensa sacan a relucir el rigor de unas listas que ni debieran existir, y la Presidenta de la Junta aprovecha para ejercer una exhibición de poder frente a sus socios de gobierno. Muy triste sacarle partido al dolor de la gente. SUSANA UTOPÍAZ. ENRIQUE MONTIEL DE ARNÁIZ

Algunos la criticaban. Que si su cara, que si su pecho, que si el partido, que si no ha cotizado. Pero yo tenía otras impresiones; sensaciones diferentes. Como Ignacio Camacho pensó hace un par de meses en ‘Cádiz Punto de Encuentro’, la sevillana Susana Díaz (o trianera, que uno nunca sabe a quién hiere) es una peligrosa rival para el Partido Popular en las futuras elecciones autonómicas. No recuerdo que Ignacio lo dijera expresamente, pero apuesto que lo calló: gana seguro. Juan Manuel Moreno Bonilla, alias ‘Bonilla’ (sufre la maldición de los segundos apellidos que fagocitan a un primero; vid. Zapatero, Cañete, Rubalcaba), es un buen candidato. Se le ve fresco, lozano, sonriente. Pero se le ve poco y desde hace poco. O sea.

Dicen de la Díaz que es una master of marketing (bella y enigmática expresión que recibí de Daniel Pérez, uno de esos periodistas a los que debieran asignar de por vida una columna de opinión). La socialista es oportuna, hábil con la sica y la capa, una gigantesca movedora de piezas de ajedrez. Personalmente, lo reconozco, no me gusta su manera de mitinear –parece una pregonera mala de hermandad penitencial– pero vi en ella una candidata de peso, más lista que el hambre. Hasta esta Semana Santa, en que Elena Cortés utilizó ese medio neo-democrático que es el ‘dedazo’ para adjudicar el uso de viviendas a los desahuciados de la Corrala Utopía. Susana Díaz se opuso, utilizando el viejo axioma jurídico del ‘ni mijita’. La presidenta andaluza dejó entrever que rompería el pacto PSOE-IU y retiró las competencias a la Consejera-okupa. La firmeza de su actuación me gustó al demostrar auctoritas y potestas. No le tembló el pulso al condenar una decisión inconsciente, injusta y quizás prevaricadora (y por tanto delictiva) de Cortés, aunque ello supusiera la pérdida de su sillón a corto/medio plazo. El que se fue a Sevilla, ya saben.

Todo parecía tan milimetradamente perfecto que incluso llegué a plantearme si estaría preparado de antemano. Elena echa cojones y Susana le corta la cabeza demostrando lo gran lideresa que es. Una baja asumible en la batalla de las izquierdas. Y entonces dio marcha atrás. El decreto del jueves fue derogado por el decreto del sábado. Vimos en la foto sonreír a Valderas mientras Díaz, con cara de pocos okupas y el mentón desencajado, aparentaba tenérsela guardadita. Ni auctoritas, ni potestas, ni perrillo que le ladre. Todo quedó en una confesión de intenciones: «Llegué a plantearme adelantar las elecciones», dijo Susana Utopíaz. Pero, cruzado Despeñaperros, ya no pude creerla.

stats