El cierre de Canal Nou por Ramón Pérez Maura

10 de noviembre 2013 - 11:24

Es difícil superar la hipocresía de quienes denuncian la manipulación de un medio sólo hasta el día que se anuncia su cierre RESULTA preocupante para toda la sociedad española ver la reacción que han tenido tantos al anuncio por el Gobierno valenciano del cierre de «Canal 9». No seré yo quien defienda la conveniencia de callar voces en forma de medios de comunicación. Pero sí diré que el modelo del «Pueblo» de Emilio Romero se justificaba en una dictadura. Como los diarios del Movimiento Nacional, que con un par de honrosas excepciones eran todos ruinosos. En democracia y con pluralidad de televisiones en el aire –muchas más cadenas de las que nadie es capaz de memorizar– no hay justificación posible para mantener con los impuestos de todos a unos entes públicos inviables. Cuando se creó Telemadrid en 1989, comenzó sus emisiones desde unos estudios alquilados a la Agencia Efe y con los medios técnicos de esa empresa. Hoy posee en la Ciudad de la Imagen de Madrid unas instalaciones que son la envidia de cualquier rival. ¿Ha ganado Telemadrid dinero un solo día de su vida? Por supuesto que no. Su mantenimiento surge del bolsillo de cada madrileño. En el caso valenciano la desmesura del canal fue mucho más allá, llegando a tener 1.700 empleados, más que la suma de Antena 3 y Tele 5 y con una pequeña fracción de la audiencia de cualquiera de estas dos cadenas. En el nuevo afán redentor del que se han imbuido algunos jueces, se ha decidido que el ERE de 1.000 trabajadores era ilegal. Y buscando la mejora de las condiciones de 1.000 han logrado el despido de 1.700. No paramos de mejorar. Especialmente hiriente ha sido la foto de portada del diario «El País» el pasado miércoles. Ofrecía la imagen de los trabajadores apostados tras los redactores de «Canal 9» mientras estos daban en directo la noticia de la decisión de cerrar la emisora. No pude menos que recordar el cierre de «CNN+» el 31 de diciembre de 2010. Los trabajadores de la emisora se agolparon tras los redactores que anunciaban la muerte del canal para unos segundos después. A nadie sorprenderá recordar que «El País» no consideró relevante publicar esa foto, estéticamente idéntica a la de «Canal 9». Ni en portada ni en ninguna parte. Lo importante era que llegaba «Gran Hermano 24 Horas». De la mano de los que luego dan lecciones de ética periodística y de valoración informativa.

No criticaré nunca la legitimidad del cierre de «CNN+», cadena en la que me honré en colaborar. Pero tampoco puedo criticar que se cierre una emisora cuya supervivencia cuesta a los valencianos –y a todos los españoles– decenas de millones de euros cada año. No existe más periodismo verdadero que el que se hace en libertad o, cuando menos, en búsqueda de esa libertad. Y es difícil superar la hipocresía de quienes denuncian la manipulación política de un medio hasta el día en que se anuncia su cierre, y a partir de ese momento, la clausura de esa voz pasa a ser, «deus ex machina», un atentado a la libertad de expresión.

Una de las cosas buenas que podría dejarnos esta crisis sería el fin del dinero público para los medios, incluída la retahíla de canales autonómicos que tienen algunas comunidades. O la subvención a los diarios para que publiquen el mismo periódico en dos idiomas. ¿Se imaginan que España hubiera sido rescatada y un funcionario autonómico hubiera tenido que explicar a los «hombres de negro» por qué se gastan

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