Laurel y rosas

La gripe de 1918 y su inciertas consecuencias

Hace un siglo, el miedo tenía nombre de “gripe española”. La pandemia que, desde Estados Unidos, llegó a Francia por el puerto de Brest, donde desembarcaron la mitad de las tropas norteamericanas durante la Gran Guerra. Aquel virus mató en apenas unos meses a 50 millones de personas en todo el mundo –otros hablan incluso de cien millones–, más en cualquier caso de los nueve millones de soldados y siete millones de civiles que cayeron en esa esa primera guerra mundial en cinco años. Aún es la mayor de las epidemias, desde la tenebrosa Peste Negra, que durante el siglo XIV sembró de muerte y destrucción Europa. Lauyra Spinney la denominó “el jinete pálido”, y dice de ella en su impactante libro que cambió el mundo, aunque “en nuestros libros de historia aparece como una simple anécdota”.

En España se le llamó “el soldado de Nápoles”, título de un sainete lírico del maestro Alonso de éxito en 1918 y mote del torero “Salvaor”, su protagonista. De él decía otro personaje: “Con razón le han puesto el Soldado de Nápoles, que nos va a matá a tos”. España, neutral en esa Gran Guerra que estaba a punto de acabar, hizo primero comedia y después drama. El 22 de mayo, “Abc” llevó la pandemia a su portada, mientras que en el resto del mundo, dividido por la trinchera de la guerra, la censura prevalecía. Así el mundo fue siguiendo por la prensa española la fauces mortales de la gripe, que afectó sobre todo a jóvenes en torno a los veinte años. En 1918, en España fallecieron 147.114 personas, 21.245 al año siguiente, 17.825 aún en 1920.

De Chiclana, los dos únicos datos que ha sido posible recabar son, primero, el que da brevemente el periódico “Abc” el 25 de noviembre: “Continúa la aparición de casos gripales en la capital. En Conil hay 16 casos, y en Chiclana 186; en San Fernando, 200; en Casas Viejas, 189; en El Puerto de Santa María son numerosos los atacados y predominan los casos graves; en Rota, 45, y en Chipiona, 100”. Segundo, el que incluye el doctor Antonio Piga en sus “Infecciones de tipo gripal” (1919): “Y el último día de noviembre –todavía el de 1918– quedaban enfermos a consecuencia de la gripe en Cádiz y su provincia, los siguientes: en la capital, 290; en Alcalá de los azules, 45; en Algodonales, 342; en Algeciras, 77; en Conil, 242; en Chiclana, 205”.

Así pues, esas cifras señalan que hubo entre 189 y 205 enfermos en Chiclana. Pero no son, ni mucho menos, fiables. Sobre todo, teniendo en cuenta que en Cádiz el mayor número de fallecidos se concentró en diciembre, con 105 defunciones. En la provincia, la “simiente gripal”, como la describe Francisco Herrera, catedrático jubilado de Historia de la Enfermería de la Universidad de Cádiz, penetró por Gibraltar, extendiéndose paulatinamente desde Algeciras –en donde aparecieron los primeros casos entre soldados en el verano de 1918–, cruzando la serranía, hasta Cádiz. Ya en septiembre, el Gobernador Civil de Cádiz recomendó a los ayuntamientos “evitar las aglomeraciones en espacios cerrados que pudieran provocar contagios, suspender ferias y fiestas populares”, escribe José María Morillo-León.

Tampoco la ausencia de muertes en Chiclana se sostiene. Tuvo que haber, dado lo que sucedió en el entorno de la provincia, aunque en municipios como Puerto Real, sobre todo, se presume que el impacto de la pandemia fue menor. La ausencia de datos –a falta de investigar sobre

los propios archivos– sobre la consecuencia de ese “jinete pálido” en la ciudad, que entonces se acercaba a los 12.000 habitantes, obliga a mirar alrededor. En Cádiz, murieron ese 1918 un total de 179 personas, trescientos si se contabilizan 1919 y 1920, años donde el virus reapareció en sucesivas oleadas. Menos de los que murieron, en cualquier caso, por tuberculosis, que alcanzaron las 465 víctimas mortales. Por Morillo-León, sabemos que en El Puerto, finalmente, fueron 1.170 vecinos contagiados, y 103 los fallecidos.

“Sin lugar a dudas un gran problema que tuvo que afrontar la provincia de Cádiz, como el resto de España y casi todo el mundo, fue la epidemia de gripe de los años 1918 y 1919”, según el profesor Francisco Herrera. En Jimena de la Frontera hubo 50 fallecidos, 58 en Barbate, casi el doble en Vejer y 13 en Zahara. El propio Herrera recogió en “Cádiz y la medicina gaditana en el siglo XX” –introducción al volumen conmemorativo del “Centenario del Excelentísimo Colegio Médico de Cádiz”— que en toda la provincia fallecieron en 1918 un total de 16.353 personas “por todas las causas, atribuyéndose a la gripe 1.998 de estas defunciones”. La cifra aún es significativa en 1919: “Fallecieron un total de 14.081 personas en la provincia, de las que 625 murieron como consecuencia de la epidemia”, aunque ya fue desapareciendo. En 1920 daría aún algunos coletazos.

Ni en las actas capitulares –el Ayuntamiento estaba regido entonces por el alcalde Juan Fernández-Caro– hay evidencias de las cifras de enfermos y fallecidos, tampoco se conoce aún, y está pendiente de investigar, las medidas sanitarias que se tomaron en Chiclana, como se hicieron en San Fernando, El Puerto o Sanlúcar, entre otras, de aislamiento de los contagiados. Solamente el sanatorio antituberculoso de Brake, en la cuesta Hormaza, reunía condiciones para ello. Pero la tuberculosis era –ya en 1918– el gran drama de la sanidad en España. La gripe, ese “jinete pálido”, se olvidó. Hasta ahora.

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