Cádiz - Zaragoza | Ambiente

Otra alegría al final en una tarde primaveral

  • Gran entrada en Carranza y celebración del empate casi como una victoria

La bufandada propuesta por la Federación de Peñas resultó un éxito.

La bufandada propuesta por la Federación de Peñas resultó un éxito. / Fito Carreto

El cadismo vivió otro encuentro con final de infarto y desenlace feliz. Un empate con sabor a victoria por muchas razones. Como era de esperar, el día y la hora del partido –hacía mucho que el Cádiz no jugaba como local con luz solar-, así como las extraordinarias condiciones climatológicas, más propias de la primavera que del verano, propiciaron una magnífica entrada en el Ramón de Carranza. Ni que decir tiene que a ello también contribuyó el cartel del encuentro, el líder ante un Zaragoza que, este curso sí, aspira a lo máximo.

También como era previsible, la bufandada propuesta por la Federación de Peñas resultó un absoluto éxito y el estadio recibió a los pupilos de Álvaro Cervera con más amarillo y azul que nunca. Final o no a juicio del entrenador, lo cierto y verdad es que se respiraba un ambiente de grandes ocasiones.

Igualmente como los entendidos vaticinaban, el dominio territorial del conjunto maño, sin complejos para llevar la iniciativa y hacerse con la posesión del balón, dio lugar a que el apoyo de la parroquia local fuera enfocado más a dar aliento para no desfallecer en la complicada labor de contención, con evidente preocupación en cada aproximación zaragocista a las inmediaciones de Alberto Cifuentes, que para empujar en las acciones de ataque del titular de la Tacita de Plata.

Como quiera que el equilibrio de fuerzas se mantenía sobre todo porque el marcador seguía siendo un 0-0, pese a que las sensaciones no eran buenas, y que cada intento cadista terminaba en nada, las escasas llegadas convirtieron al árbitro en protagonista y blanco de las críticas acertara o no en sus decisiones. El madrileño Ortiz Arias no se equivocó porque el VAR no proporcionó ninguna alegría hasta el descanso.

La ilusión se tornó en jarro de agua fría nada más reanudarse la contienda. El gol de Soro supuso en realidad un baño de realidad. El cuadro aragonés había sido mejor y ahora lo reflejaba el electrónico. Obviamente, ni los jugadores ni el público bajaron los brazos, por más que se asumiera que la dificultad del reto pasara a ser notable.

Las sustituciones, además, colaboraron a que calara el mensaje de que había que morir matando. La entrada de Malbasic primero, en su caso en lugar de Fali, y de Pombo después, por un Choco Lozano tocado, trasladaron a la hinchada bríos para seguir animando.

Después de dos partidos, frente a Mirandés y Racing de Santander, con distinta resolución en los minutos finales, el cadismo volvía a encomendarse a la épica, a la espera de otro milagro. Y lo hubo.

El jugadón de Perea y la transformación del penalti por parte de Álex Fernández representaban la recompensa al tesón en el campo y a la confianza de la afición. Un punto con sabor a victoria esta ocasión que sirve asegurar la cabeza y abrir brecha con el tercero. El sueño sigue vivo.

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