Los viajes de Emilio Castelar a Cádiz

Historias de Cádiz

En 1864 llegó a nuestra ciudad en un barco del capitán Lagier para llevar a cabo política republicana

La segunda visita, en 1897, para dar una conferencia en el Casino Gaditano

El 'bulto' de Emilio Castelar

Emilio Castelar, catedrático de la Universidad Central.
Emilio Castelar, catedrático de la Universidad Central. / Archivo

Pese a haber nacido en Cádiz, en 1832, y contar con una estatua en el centro de la plaza de Candelaria donde nació, , lo cierto es que Emilio Castelar tuvo una relación muy escasa con nuestra ciudad. Siendo muy niño y al quedar huérfano de padre, Castelar marchó con su madre, a Elda, y apenas guardaba recuerdos de su ciudad natal, a la que volvió únicamente en dos ocasiones y por breve espacio de tiempo.

La primera ocasión fue en 1864. Castelar era entonces un joven profesor de la Universidad Central de Madrid de la que había sido nombrado catedrático con apenas 25 años. Militaba en las filas del republicanismo moderado y participaba activamente, desde la prensa y la tribuna política, en el derrocamiento de Isabel II.

En agosto de ese año de 1864 Castelar vino a Cádiz para continuar con sus actividades republicanas y ganar partidarios. Llegó en un barco mandado por el legendario capitán Ramón Lagier, republicano, amigo de Prim e involucrado en la lucha contra Isabel II. Lagier, antiguo capitán de la Compañía de Antonio López, había adquirido un barco, Le Monarch, que puso a disposición de Prim y de todos los conspiradores contra la Monarquía.

La llegada de Castelar a Cádiz estuvo rodeada de gran parafernalia. El barco de Lagier fondeó en bahía y numerosas embarcaciones, repletas de republicanos, llegaron hasta allí para saludar al joven político. Estas embarcaciones habían sido alquiladas por dos republicanos de Cádiz de considerable fortuna, Manuel Francisco de Paúl y Picardo, el mayor contribuyente de la ciudad, y Buenaventura Abárzuza y Ferrer, que más tarde sería ministro del propio Castelar.

Una vez en tierra, el ya famoso orador estuvo alojado en el domicilio de su amigo el comerciante Zenón Gastón, que vivía en la calle de San Francisco esquina a la del Baluarte, hoy Beato Diego.

Sus correligionarios políticos organizaron en su honor un banquete para que al finalizar pronunciara unas palabras. Pero las autoridades del Gobierno de Isabel II prohibieron dicho almuerzo. En vista de ello, Castelar y los republicanos marcharon a Puerto Real, al coto de la Algaida, junto a Matagorda, y allí organizaron una comida campestre en la que habló el joven republicano durante hora y media. Después hablaron Abárzuza y Benot.

Por la tarde acudió a los astilleros de Puntales para asistir a la botadura de un barco denominado Catalina, propiedad de su amigo Manuel Francisco de Paúl.

Por la noche, los jóvenes republicanos llevaron a Emilio Castelar al restaurante Buena Vista, en los extramuros, donde tuvo lugar una fiesta flamenca.

La segunda y última visita de Castelar a Cádiz aconteció en abril de 1897, ya retirado de la política. Por aquellos años, después de haber sido presidente de la Primera República, Castelar era un personaje admirado y querido por todos. Había disuelto su formación política y aconsejado a sus partidarios que, sin renunciar a su republicanismo, siguieran las directrices del partido liberal de Sagasta, que actuaba dentro de la legalidad de la Monarquía.

En esta ocasión, el tribuno gaditano fue recibido en la estación por al alcalde y las autoridades y estuvo alojado en la calle Ancha, en el domicilio de su amigo Ignacio Noriega, propietario de los astilleros gaditanos.

Castelar, en 1897, durante su estancia en Cádiz, rodeado de sus amigos gaditanos.
Castelar, en 1897, durante su estancia en Cádiz, rodeado de sus amigos gaditanos. / Archivo

Castelar, en coche de caballos, recorrió la población deteniéndose en algunos rincones de los que le había hablado su madre.

El objeto de esta segunda visita era pronunciar un discurso en el Casino Gaditano, lo que se llevó a cabo en la noche del 26 de abril. Como buen orador, el antiguo presidente de la República acudió de mañana al lugar de la conferencia para comprobar la disposición de los asistentes y las condiciones acústicas.

Después, con su amigo Noriega, acudió a conocer los cuadros de Murillo situados en Santa Catalina y la iglesia de San Agustín, para admirar el Cristo de la Buena Muerte. Más tarde visitó San Felipe Neri y la Catedral. Por último estuvo admirando, en la Catedral Vieja, la Urna y el Cristo yacente del Santo Entierro.

La conferencia se inició a las diez de la noche. La plaza de San Antonio estaba repleta de público curioso por conocer a su ilustre paisano. Para llegar al Casino fue necesario abrir un pasillo entre el público que no cesaba de aclamarlo.

Del discurso queda copia íntegra. Federico Joly, propietario de Diario de Cádiz e intimo de Castelar, contrató los servicios de Carlos Guaza, que había sido taquígrafo en el Congreso, y lo publicó al día siguiente.

Para darnos cuenta de la oratoria de Castelar transcribimos su frase final: “¡Oh! Dios de la Libertad que hiciste sumergir a los faraones para que Moisés dictara tu divina gracia desde la cumbre del Sinaí; Tú que repartiste tu sustancia divina en la Cena y la ingeriste con sangre en la tarde del Calvario; Tú que amparaste a España en sus luchas por la Libertad y por el bien, da paz y prosperidad a nuestra Patria para que continúe la cadena de hechos en que realiza la tradición cristiana considerándola inspiración y numen de su destino en la tierra. He dicho.”

En el discurso Castelar tuvo un curioso desliz al decir “Dios oye siempre a las mujeres, y mucho más si son tan bellas como las que hoy me escuchan”. Con la emoción del momento el famoso orador había supuesto que Dios prefería a las guapas sobre las feas. Castelar pidió entonces a Joly que dicho desliz fuera suprimido de la publicación, lo que fue aceptado de inmediato.

Al finalizar el acto pidió que le llevaran pescado frito del freidor, servido en papel de estraza como manda la tradición.

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