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Una vez al año no hacía daño

  • Las inocentadas, hoy claramente en vías de extinción, han hecho sonreír o sonrojarse a más de un lector en los 147 años de vida de este periódico.

"Esto es el colmo. Otra vez nos toman por tontos. Los más tontos de España, nosotros. Los más tontos de España, como siempre, los gaditanos". Mi vecino de toda la vida, enfurecido, se aprestaba a tomar el ascensor mientras señalaba la primera página de DiariodeCádiz de ese día. Era finales de 1992 y el titular de este periódico era un bombazo informativo: "El hijo de Felipe González irá en la lista del PSOE de Cádiz a las generales". Y añadía la información que el susodicho, Pablo González Romero, iría en la candidatura socialista a las generales de 1993 en el puesto número tres por detrás de su madre, la ya diputada por Cádiz Carmen Romero. Pero también se informaba que todo el PSOE gaditano había respaldado la propuesta y que la intención del partido al fichar al hijo del presidente del Gobierno era la de captar el voto joven en la provincia. Es más, hasta Carlos Díaz, aún alcalde de Cádiz, no dudaba en reconocer que le había sorprendido la personalidad del futurible diputado. Ciertamente la indignación de mi vecino era comprensible, al igual que era comprensible el sonrojo que le produjo que alguien le recordara la fecha y la festividad de ese día: 28 de diciembre, día de los Santos Inocentes.

La noticia del hijo de Felipe González, evidentemente falsa desde el principio hasta el final, no es más que una de las muchas que a lo largo de 147 años han engrosado la relación de inocentadas publicadas en los más de 50.000 ejemplares que ya ha superado Diario de Cádiz. Sí, 147 años, porque hay constancia de que ya en 1870 este periódico engañó a sus lectores con una primicia impactante: El Ayuntamiento de Cádiz desalojaría todas las viviendas cercanas a la Torre Tavira debido a la inclinación que se había notado en la estructura, que amenazaba con desplomarse. Al día siguiente el Diario contaba que muchos curiosos se habían acercado hasta el lugar para ver el supuesto desnivel de la emblemática torre, sin caer en la cuenta de la fecha en la que se había publicado la información.

Bucear en la hemeroteca de este periódico para descubrir algunas de sus inocentadas no es una labor muy ardua. Y no lo es por dos razones: la primera, porque compañeros como Inmaculada Macías o Diego Joly ya adelantaron parte del trabajo unos años atrás, pero también porque esta tradición que llegó a estar tan en boga en toda la prensa de habla hispana, tuvo décadas de altibajos, hasta que empezó a perder fuelle hace ahora una década, estando hoy prácticamente en vías de extinción.

Las inocentadas siempre han dividido a los responsables de las empresas periodísticas. Unos, por ejemplo, sólo veían su lado positivo, vinculándolas a la sonrisa que podía causar en el lector/oyente/televidente pero también a la obligación moral de mantener una tradición de muchos años. Son los que defendían el dicho de que "una vez al año, no hace daño". Pero también los ha habido que veían una aberración que los medios de comunicación engañaran a su audiencia, aunque fuera solo por un día. Bajo la premisa general de que los periódicos serios no debían publicar o emitir inocentadas, este periódico, y con él todos los que edita el Grupo Joly, eliminó de sus páginas estas noticias falsas hace ahora una década, al igual que la práctica totalidad de los periódicos nacionales de este país y buena parte de los rotativos regionales o provinciales.

Pero hubo otras épocas en las que las inocentadas eran de tal calidad -gráfica y literaria- que quizás hasta pudieran haber llegado a convertirse en un género periodístico más. La clave, o así al menos se entendía en la Redacción del Diario, era que la noticia en cuestión impactara al lector, que se la creyera, para luego ir introduciendo en el texto elementos a cual más incomprensible. El grado de inocencia del lector era por tanto proporcional al momento en que cayera en la fecha del año en la que estaba leyendo el Diario. Ahí va un ejemplo: a finales de 1990, en una de las páginas de la sección de Deportes, este periódico informaba que el Ayuntamiento de Cádiz había ofrecido un puesto de guardia municipal a Mágico González. Y en el texto se informaba que la propuesta había sido aprobada en la comisión de gobierno y que se había planteado con la opción de que el futbolista salvadoreño siguiera vinculado así a la capital gaditana. Pero la cosa se liaba cuando el concejal de Tráfico, Rafael Garófano, explicaba que, de aceptar, Mágico entraría en el turno de noche de la Policía Local para regular el tráfico "ya que es un buen conocedor de los embotellamientos que se producen a esas horas en la ciudad".

Los noventa fueron sin duda la época dorada de las inocentadas en el Diario, sin desmerecer a las de los años treinta. En esa época, incluso, este periódico recurrió a montajes fotográficos de una calidad indiscutible ya que no era algo habitual en la prensa de la época. Esos fotomontajes sirvieron, por ejemplo, para informar en 1933 del intento de robo de la estatua de Castelar en la plaza de Candelaria, con una imagen del busto a los pies de su pedestal, o en 1934 para hacer llegar a los lectores que un buque mercante inglés había atracado en el muelle debido a un gran incendio que obligaría ese mismo día a poner en venta al público toda su mercancía de telas a precio de saldo. La respuesta ciudadana en el muelle fue apoteósica.

Otros fotomontajes informaban de sendos accidentes aéreos, como el de la avioneta que se empotró en el tejado del cine Municipal (1933) o el de un avión de las Líneas Aéreas Nigerianas que se vio obligado en 1962 a hacer un aterrizaje de emergencias en la Cuesta de las Calesas en hora punta.

Pero las inocentadas del Diario también han dado momentos gloriosos como el protagonizado en 1997 por Teófila Martínez, ya alcaldesa de Cádiz, que el 28 de diciembre de ese año convocó una rueda de prensa para ¡¡¡desmentir una inocentada publicada por el Diario!!! Ese mismo día se había anunciado que el Gobierno de Aznar volvería a instaurar el peaje en el puente Carranza para recaudar así parte del dinero necesario para sufragar la obra del segundo puente. La alcaldesa de Cádiz, en aquella rueda de prensa histórica, justificaría su desmentido porque "una mentira dicha mil veces se puede convertir en una verdad".

También ha habido inocentadas que provocaron una cascada de cartas al director en disconformidad con lo informado un 28 de diciembre. Así, por ejemplo, en 1996 muchos gaditanos mostraban su indignación por la noticia (falsa, por supuesto) de que el Ayuntaiento iba a comprar un helicóptero -modelo Augusta Bell 23-F, para más señas- para que Teófila pudiera evitar los atascos en la Avenida tanto en sus desplazamientos al Congreso como de su casa de El Puerto a la Acaldía.

Y en San Fernando también se montó una buena cuando a la Delegación de este periódico se le ocurrió ese mismo año de 1996 informar de que habría una subida generalizada de impuestos para pagar la nueva Carrera Oficial, que se extendería desde Capitanía hasta la Alameda y que costaría unos 25 millones de pesetas. La inocentada añadía también que la nueva Carrera Oficial iría cubierta con una lona para evitar que se pudieran ver los desfiles procesionales desde los balcones de los edificios contiguos.

Gracias a estas inocentadas los lectores del Diario pudieron informarse, por ejemplo, de que Cádiz tendría una torre inclinada como la de Pisa gracias al silo de la antigua fábrica de cerveza que quedó en pie en 1991 tras la explosión de ese edificio; que todos los coches que quisieran entrar en Cádiz en el Carnaval de 1994 deberían pagar un peaje de 200 pesetas por ocupante; que para la final del Falla del año 2000 no se pondrían entradas a la venta porque todo el aforo sería para potocolo; que Teófila Martínez se había teñido el pelo de negro en 1999 para identificarse más con la mujer andaluza; que Pierce Brosnan (James Bond) sería el pregonero del Carnaval de 2002 en detrimento de Sara Baras, proclamada unas semanas antes y que no disimulaba su indignación por este cambio; o que la junta directiva del Cádiz CF cambiaría a principios de 2003 el himno oficial del club en beneficio del pasodoble de la chirigota La familia Pepperoni, de Manolo Santander.

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