El Velocípedo: Cuando la energía se convierte en movimiento
Una imagen y mil palabras
La imagen puede ser más poderosa que cualquier texto. Fomenta nuestro deseo de explorar y de saber. Despierta nuestros sentidos y nos dirige a las palabras que se harán más fáciles y entendibles. Imágenes que son la huella de nuestra historia y que deberíamos conocer
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Cádiz/El Diario Mercantil de Cádiz, cuyo primer número sale a la calle el 1 de noviembre de 1802, con el innovador modo de publicación de número suelto frente a la suscripción, que era la norma general de las publicaciones españolas, vuelve a dar ejemplo de su labor como espacio publicitario y difusor de las ideas nuevas que llegan desde todo el mundo.
Para una ciudad tan activa en sus relaciones comerciales y en la llegada de ideas por su situación portuaria como Cádiz, el Diario Mercantil y su modo de presentarse a la ciudadanía, tanto por su coste, unos seis cuartos diarios, como por su contenido: Mareas, santoral, estado del tiempo, precios de productos en las tablas del mercado, teatro y avisos, le hacía muy atractivo. Era un periódico que podríamos definir como de información general, en el que la publicidad tanto de establecimientos de la ciudad como de innovaciones que llegan de fuera, lo convierten en un periódico de cabecera no solo para la época, sino también para los investigadores.
El jueves 20 de mayo de 1819, día de la Ascensión del Señor y San Bernardino, en el Diario Mercantil, entre afecciones astronómicas y premios de la lotería aparece una ilustración, primera de esta especie en la prensa gaditana, para de forma gráfica proponer el uso de un nuevo método de locomoción.
El barón de Drais, joven alemán inspector forestal, creó el vehículo que aparece en la ilustración en 1817, atendiendo a la pérdida de velocidad que se produce cuando el hombre camina, al tener que desplazar su peso de una pierna a otra. Lo que la maquina ofrecía era un punto de apoyo en el intervalo de los pasos. Cuando su invento demostró que podía recorrer en una hora lo que una diligencia en cuatro, se aceptó su valor y desde entonces se fue perfeccionando continuamente.
En ese afán publicitario y de difusión de ideas, la descripción en el Diario Mercantil es minuciosa, haciéndose eco de las virtudes de dicho invento.
El velocípedo podía igualar en la bajada de una cuesta al galope de un caballo, y en un terreno llano, al que denomina buen arrecife, se podía fácilmente caminar hasta seis o siete millas por hora, que es el mismo tiempo que tardaba una diligencia. Logrando hacer hasta ocho o nueve millas por hora, cuando los arrecifes o caminos eran duros y estuvieran secos, en ese caso igualando al paso de un caballo. Y al paso de un caballo al galope al bajar las cuestas. Además, su capacidad por su estrechez, el mismo ancho que la rueda, le permitía pasar por cualquier camino.
Se trataba, según la descripción del anuncio, de dos ruedas, unidas por un madero, sobre el que descansaba una silla de montar. La rueda delantera, giraba sobre un quicio, a la que compara con las sillas de un lisiado. Los antebrazos se apoyaban sobre un cojín, al que llama timón, quedando las manos libres para conducir la máquina. La silla se podía subir y bajar al igual que el cojín delantero. A partir de ahí, solo había que poner los pies en el suelo y dando pasos largos y espaciosos comenzar a moverse.
No puede acabar la noticia sin dar algunas normas prácticas para la seguridad del individuo, practicar el equilibrio y aprender a parar poniendo los pies en el suelo.
El precio, que no podía olvidarse en todo anuncio que intenta fomentar la compra del mismo, era de 300 reales de vellón.
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