El trabajo, la lucha de siete personas con poco que celebrar

Un grupo de desempleados acude diariamente al IFEF para reclamar una solución a sus problemas El principal objetivo, conseguir un empleo tras un largo periodo parados

Siete desempleados acuden diariamente a reclamar un trabajo ante la sede del IFEF en la cuesta de las Calesas.
Siete desempleados acuden diariamente a reclamar un trabajo ante la sede del IFEF en la cuesta de las Calesas.
Rafa Burgal Cádiz

01 de mayo 2014 - 01:00

Hoy, Día Internacional del Trabajo, hay poco que celebrar. Las cifras en Cádiz muestran a las claras el drama laboral. Los datos de la EPA del primer trimestre de 2014 publicados el martes señalaron que en la provincia hay 254.300 parados, con una tasa del 43,2%. Por ello, las historias que hay detrás del paro son miles, cada una con sus circunstancias y con unos visos de arreglo muy diferentes.

Uno de los relatos de la desesperación lo protagonizan siete desempleados que forman el colectivo de parados de fomento. Cada día acuden por la mañana a reclamar una solución a sus problemas ante la sede del IFEF en la cuesta de las Calesas. Cerca de un año pidiendo reuniones para ver con mayor claridad su futuro, hasta ahora negro. Hartos de promesas, desde el martes han colocado una pancarta para decirle al concejal de Fomento, Bruno García, que quieren trabajo.

Juan José García, su portavoz, de 42 años, es albañil y lleva un año y medio parado. García fue el primero de los ocho en acudir con asiduidad al IFEF desde hace un año. Cuenta que "nos dijeron hace nueve meses que nos íbamos a ir a trabajar a Marruecos. Después nos dijeron que a Zamora y lo último fue hace un mes que nos dijeron que tendríamos trabajo en Conil. Al final, todo es mentira".

Juan José, que está casado y tiene dos hijos, explica que actualmente sólo cobra la ayuda familiar y califica su estado como de "desesperación porque no puedo pagar la hipoteca. Mi mujer no tiene trabajo y la nevera tiene telarañas porque no hay nada para poder comer".

Con todo, y tras recordar que hace 15 años estuvo durmiendo en la puerta del Ayuntamiento durante 45 días para pedir empleo, no descarta realizar una acción de mayor calado, como un encierro.

Junto a él, acude su hijo Juan José, de 21 años, que tampoco tiene trabajo y se busca la vida con lo que saca de la pesca y el marisqueo. Con formación en electricidad, relata que "dejé los estudios por necesidad porque mi padre estaba parado y tenía que ayudarle. Con el marisco que vendo a tres tiendas me busco algo para aportar en casa". De fondo está la posibilidad de obtener a su edad el graduado escolar, pero "prefiero que me salga un trabajo para dar de comer a mi familia".

De todos ellos, la situación más dramática la vive David Armario, de 42 años, que lleva cinco años sin encontrar trabajo. "Ya estoy en exclusión social, no entra ningún ingreso en casa y dependo de la asistenta social para pagar el alquiler, la luz y el agua, y de Cruz Roja para la comida", comenta. Tras enlazar varios contratos cortos por obras, resalta que "necesito trabajo para poder cotizar y poder optar a prestaciones".

Un relato diferente es el de Luis Martínez, oficial de primera de albañilería de 49 años que tiene 26 años cotizados. Lleva nueve meses en el paro y solo cobra la ayuda familiar de 426 euros. "Pago 400 euros de hipoteca y los otros 26 euros son para comer", apunta. En Luis se ve uno de los problemas del desempleo: la edad. "Me considero un tío joven y apto para trabajar", asegura. Con la fuerza que tiene, el último trabajo que le ofrecieron tuvo fue en Madrid y tuvo rechazarlo. "Me querían pagar 50 euros por día, pero con 1.000 euros no me puedo ir a Madrid y mantener a mi familia en Cádiz", argumenta.

Su compañero Juan José Gómez también es oficial de primera de albañilería y lleva cerca de un año parado. Con 46 años, dos niños y una hipoteca cercana a los 400 euros, vive "a expensas de la ayuda que te da la familia". Su último contrato fue de cuatro meses en una obra y es la primera vez que se queda desempleado. "Estoy desanimado porque no veo una salida. Nos prometen mucho y al final no nos dan nada. A ver si con la lucha podemos conseguir algo", dice.

Dentro de su periplo buscando trabajo, ha entregado el currículum para la construcción de los aparcamientos en El Puerto por parte de Gyocivil, estando a la espera de una respuesta. Entre las muchas conversaciones para pedir empleo, cuenta una que tuvo con un encargado de esta misma empresa que le dijo que "si aquí no tienes a alguien que te empuje desde dentro, es muy difícil que entres por mucho currículum que entregues". Una frase nada alentadora para salir del desánimo.

El más veterano de este grupo es Jesús Sainz, conductor y gruista con 31 años y tres meses cotizados y que lleva ya tres años sin empleo. "Ya nadie me ofrece un trabajo y me dicen que soy viejo para trabajar. Ya no cobro nada y he agotado todas las prestaciones", comenta.

Con su currículum en la mano, con gran experiencia en diversidad de trabajos, se emociona incluso porque tanto tiempo parado le ha llevado a separarse físicamente de su pareja y su hijo, que se han ido a vivir con sus padres a El Puerto, mientras que Jesús ha hecho lo propio yéndose también con los suyos. "Desde diciembre estoy sin cobrar nada. Tuve que dejar el piso en alquiler en el que estaba y puedo vivir gracias a la pensión de mis padres". Con todo, es capaz hasta de trabajar gratis los 26 días que le quedan por cotizar para optar de nuevo a una prestación social.

El testimonio de José Miguel Domínguez se diferencia del resto porque su experiencia es la del pequeño empresario. José Miguel era uno de los ocho socios de Empacadora Gaditana, empresa que se dedicaba a la estiba y trabajaba para la Harinera Villafranquina. Sin embargo, en 2008 tuvo que cerrar por una ley del Gobierno de José Luis Rodríguez Zapatero dirigida a la pequeña empresa en laque no se permitía trabajar más de dos años para un negocio como empresa auxiliar. "Los 80 empleados fueron a la calle y a los socios nos ofrecieron quedarnos en la harinera. Yo no firmé y de los que firmaron ya solo quedan dos o tres". A partir de ahí ha enlazado varios trabajos, siendo el último de nueve meses en Dragados. Tras un año y ocho meses en paro, dispone de la ayuda familiar hasta junio. "Perdí mi casa al no poder pagarla y vivo en una casa de mi cuñado al que le pago alquiler cuando puedo", resume José Miguel.

Siete historias que, con su lucha ante las puertas del IFEF, son una pequeña muestra de los miles de dramas que se viven en Cádiz. Todos con un objetivo: tener trabajo.

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