"Hay que sancionar el odio, no puede convertirse en gratuito"

Carmen Zurita. Exconcejala ocialista y activista

La fundadora del colectivo LGTB gaditano afirma que la provincia hoy "ni es tan tolerante ni tan libre".

Zurita recogió este año el Premio Clara Campoamor, que entrega el PSOE andaluz, por la provincia de Cádiz.
Zurita recogió este año el Premio Clara Campoamor, que entrega el PSOE andaluz, por la provincia de Cádiz.
Julio Sampalo Cádiz

27 de septiembre 2015 - 01:00

-En España hay quizás dos fechas de su historia reciente que marcan el futuro del colectivo LGTB (Lesbianas, gays, transexuales y bisexuales): la despenalización de la homosexualidad, en 1979, y la aprobación de la Ley de Matrimonio Igualitario, en 2005. Tras 26 años entre las dos efemérides, ¿en qué punto estamos ahora?

-Añadiría una tercera, a nivel mundial: el 17 de mayo de 1990, cuando la Organización Mundial de la Salud la excluyó de la Clasificación Estadística Internacional de Enfermedades y otros Problemas de Salud. A partir de esa fecha clave todos los movimientos que daban la cara en Andalucía y España tomaron fuerza para mostrar sus reivindicaciones. Y en 2005 se les da respaldo legal, lo que cambia la calidad de vida del colectivo, convirtiéndolos en ciudadanos de primera. A partir de entonces, cuando la reivindicación es resuelta, hay cambios en el Gobierno y las asociaciones ven reducidos presupuestariamente sus programas. Las más pequeñas han ido desapareciendo y permanecen vivas la que tienen una infraestructura mayor, las grandes federaciones. En Cádiz capital no hay ninguna

-En 2005 ¿estaba ya la sociedad española preparada para el cambio o surgió de la política?

-Es fruto de la responsabilidad compartida entre la sociedad y la voluntad política. Muchas veces el cambio es visible cuando se traduce en legislaturas o en reformas del Código Civil pero éste vino cuando ya la inmensa mayoría de la ciudadanía estaba adulta y necesitaba que se tradujera en leyes lo que la sociedad y la familia consideraban como algo obvio; a veces la política es mucho mas lenta que los cambios sociales y aquella ley fue posible por la voluntad política del Gobierno del PSOE, fue de una valentía extraordinaria. Tal es así que España encabezó en Europa y parte del mundo la lucha en materia de derechos civiles y a partir de ahí nos han copiado, como hace poco en Estados Unidos.

-A pesar de ello, datos del Ministerio del Interior confirman el aumento de casos de delitos de odio y, especialmente, destacan los relacionados con la orientación sexual. Aparte de la educación ¿qué otros factores influyen en la normalización de la situación del colectivo?

-La gente más joven empieza a recorrer su vida con más camino resuelto que el que tuvimos nosotros salvo en el tema del igual trato, que tiene que estar condicionado por la educación de toda la población y reforzado por una ley que obligue y sancione cualquier comportamiento que no respete la diversidad. Me preocupa un dato de los aportados por el Ministerio del Interior: situaba a la provincia de Cádiz como la peor de Andalucía en cuanto a delitos de odio -de un total de 1.285 casos a nivel nacional en 2014-. La educación puede ayudar a transformar mentalidades, pero con un respaldo jurídico que dé ejemplo, que sancione.

-Educación y ley. ¿Algo más?

-La respuesta no es sencilla, es tan compleja como la multitud de elementos que hacen que se produzcan estas situaciones. Hay una falta enorme de educación, de respeto a la diversidad, y por otro lado está el machismo. Cuando se da una situación de odio hay cuatro síntomas: machismo, homofobia, racismo y xenofobia, que responden a una enfermedad psicosocial llamada fascismo, entendido como una escala de valores en los comportamientos humanos. Los últimos estudios sociológicos sobre la juventud alertan del proceso de involución del machismo, por ejemplo. Es un síntoma de que algo no funciona y que se combate con información y conocimiento y con una ley de igualdad de trato, que ya quiso impulsar Pedro Zerolo, donde se sancionen estos comportamientos, que los autores no se vayan de rositas. No se puede mirar para otro lado, el odio no puede ser gratuito.

-Pero históricamente se ha visto a Cádiz como una tierra tolerante hacia la manifestación de la homosexualidad.

-Es mentira, un mito. En los últimos tiempos hemos sido testigos de casos como el de Álex Salinas y de cómo la hipocresía del Obispado ha provocado sufrimiento a su familia diciéndole ahora que sí, ahora que no a su deseo de ser padrino del bautismo de su sobrino. Esto unido a esos datos negativos sobre la provincia que decíamos nos hace ver lo retrógrados que somos aún. Cádiz ni es tan tolerante ni libre, ni está por la labor de serlo.

-Fundadora del movimiento LGTB en Cádiz, ¿cómo y cuándo empieza su activismo?

-Desde el minuto uno decido que no quiero ser pasiva y no voy a soportar que los demás escriban mi vida. Quise cambiar factores que no me hacían feliz y di un paso delante. Represento una triple militancia: la socialista, la feminista y como pionera en las organizaciones LGTB. Me di cuenta de que o yo cambiaba las cosas o me quedaba sufriendo las consecuencias de no ayudar en el cambio. Regresé de vivir fuera de España por razones familiares y fui consciente de que la felicidad cambiaba según el kilómetro cuadrado donde me encontraba, dependiendo de donde viviera podría ser yo. Tras mi periplo por varios países, llegué a Cádiz en el 2000 y ya había organizaciones del colectivo. Empecé de voluntaria en una pero nos dimos cuenta de que no era progresista. Decidimos entonces crear en 2003 Colegades y le dimos modernidad a la organización LGTB gaditana. Atendíamos principalmente a los municipios de menos de 20.000 habitantes y conocimos los problemas del colectivo en el mundo rural, personas que habían sufrido enormemente el desprecio de sus vecinos, el escarnio público; hicimos una labor en toda la población, en las familias, en los institutos... También llegamos a editar cuentos sobre familias no tradicionales y de muchos sitios incluso nos expulsaban. Después de 2005 todo fue más políticamente correcto, estuvimos de moda, nos llamaban para todo. Tuvimos el apoyo de artistas, recibimos premios y hubo un respeto por parte de las instituciones porque siempre llegábamos adonde ellas no podían. Por ejemplo, fuimos los primeros en traer a Cádiz las pruebas para detectar el VIH.

-¿Cómo se componía entonces el colectivo?

-La primera organización en Cádiz fue Colega, que luego se fragmentó en Arcadia y Colega Cádiz y de ésta salieron voluntarios que creamos Colegades, a la que venían también heterosexuales, padres y madres, mayores y jóvenes... Dejé la presidencia para ser concejala en el Ayuntamiento de Cádiz en 2011 y con la crisis nos costaba tener un presupuesto, desarrollar un programa. Nos reunimos y decidimos irnos con un buen sabor de boca por todo lo que habíamos conseguido.

-¿Y ahora?

-No me consta que haya ninguna organización en Cádiz -en Jerez está la asociación JereLesGay-, y lo veo complicado porque vivimos una crisis importantísima de voluntariado además de la económica. Las instituciones tienen que dar el primer paso, junto a las propias organizaciones sociales, para apoyar estar iniciativas.

-¿Qué hito destaca en la lucha del colectivo en la provincia?

-A nivel general la dicha de ir yo al Congreso de los Diputados representando a mi provincia cuando se aprobó el matrimonio igualitario. Tuve sensaciones encontradas: la felicidad de poder vivir esa transformación, pero la tristeza por los que se quedaron en el camino. Y en Cádiz, recuerdo cuando Tino Tovar nos pidió colaboración para conseguir que el tipo de la comparsa Juana la loca fuera lo más acertado posible. Por primera vez ser gay o lesbiana no era motivo de burla o chiste fácil en Carnaval.

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