Sabio y sorprendente animalario
Crítica de arte
El artista gaditano Pablo Fernández-Pujol expone de nuevo en la Sala Rivadavia con una obra que se presenta en la senda del mejor arte contemporáneo
Pablo Fernández-Pujol regresa a la Sala Rivadavia con sus animales menos humanizados
Cuando Pablo Fernández-Pujol inició su andadura artística en la Facultad de Bellas Artes de Sevilla era un joven que, ya, poseía argumentos creativos de mucho interés, demostrando que sus alforjas no venían vacías; contenían recursos capaces de afrontar cualquier realidad por difícil que ésta fuese. Por eso, después, su obra no mantuvo una única línea sino que desarrollaba diferentes formulaciones, todas con clarificadores postulados artísticos. Se notaba que, desde la cuna, había tenido una referencia artística poderosa. Su padre es el arquitecto gaditano José Ignacio Fernández-Pujol y su tío el gran dibujante y acuarelista Juan Manuel que tan bien pintó todos los rincones de su ciudad.
Ficha
Pablo Fernández-Pujol
Sala Rivadavia. Cádiz
Tenía, por tanto, mucho camino andado y no le era desconocido cualquier planteamiento del arte contemporáneo. Su trabajo siempre ha estado dominado por una total pasión creativa. En todo momento ha sabido lo que quería y eso pasaba, claramente, por ser artista. Ha sido, desde un principio, un buscador incansable, batallador en mil guerras distintas buscando un camino adecuado por donde circular con solvencia. Lo hemos visto en muchas situaciones y, en todas ellas, ha dado muestras de que el camino por donde transitaba le era conocido y sabía andarlo con soltura y solventando todos los escollos que la profesión planteaba.
Además, hay algo en este artista que, creo, que hay que destacar porque no todos lo consiguen. Pablo Fernández-Pujol se nos ha presentado como un acertado pintor, ejecutante de una pintura que dominaba en sus más amplias variantes; sin embargo, no sólo se ha quedado en la mera circunstancia pictórica, sino que se ha adentrado, sabiamente y con profundo dominio del medio, en las nuevas tecnologías, creando videoinstalaciones que no pasan desapercibidas y que atrapan la mirada –algo que es tremendamente difícil en estas situaciones de la nueva creación-; además, plantea poderosas acciones que podemos llamar escultóricas que, también con novedosos desarrollos plásticos, abren nuevas perspectivas en una faceta artística a la que muchos son los que han dado de lado. Por todo ello, nos encontramos ante un artista total que sabe emplear las circunstancias adecuadas a cada momento y en todas ellas aportar realidades creativas de profunda significación.
Esta comparecencia es la segunda en la Sala Rivadavia de Cádiz, allí donde el Consulado de Argentina tiene su sede. Recordamos la anterior, protagonizada por la figura humana a la que dotaba de una particularísima dimensión artística, también con varias posiciones creativas donde el ejercicio plástico se abría a distintas parcelas, la pintura, la escultura y la videoinstalación. Ahora, como antes, la obra de Pablo Fernández-Pujol se nos presenta en la senda del mejor arte contemporáneo; ese que plantea mucho más que la simple representación de un modelo al que se intenta dotar de identidad plástica o de ejercicios reduccionistas encaminados a dar sentido a la esencia del abstracto. Pablo Fernández-Pujol va más allá y asume muchas nuevas circunstancias. Por su obra transita una figuración canónica en cuanto a formulaciones técnicas, lo que da idea de su alto estamento pictórico. Dispone los elementos conformadores con infinito sentido artístico dentro de una materialidad formal bien asentada en un conocimiento absoluto del entramado artístico. Pero, además, todas sus obras se abren a nuevos conceptos, a una identidad representativa que aumenta e, incluso, cuestiona la propia dimensión del hecho figurativo. Y es que la figuración de este artista no se queda en el simple sistema artístico que la vista capta, sino que procura convencer a la mirada para que la determinante inmediatez de lo que se presenta -y, por supuesto, se representa- permita acceder a un argumentario mediato donde se produce una complicidad actuante entre la obra y el espectador. En un primer momento, su obra se nos aparece como una especie de animalario, muy bien posicionado plásticamente; con todos los buenos postulados de una obra pictóricamente poderosa, realizada con técnicas mixtas y donde el dibujo asume una realidad para que la representación no ofrezca duda. Pero este controlado dispendio figurativo encierra mucho más. Hay una especie de deseo porque lo concreto tenga un mayor recorrido, que marque nuevas rutas interpretativas y, por supuesto, conceptuales. Sus pájaros, sus mariposas, sus monos, sus osos, asumen su intrínseca potestad pero, además, se abren a nuevas situaciones en las que lo real sirve para acondicionar otras estructuras, quizás, significativas.
Por otro lado, la exposición no sólo estructura una pintura bellamente establecida –óleo y acuarela, principalmente-, sino que nos introduce por otros caminos técnicos. Con el mismo sentido conceptual, Pablo Fernández-Pujol genera videocreaciones que accionan la propia representatividad creada en las pinturas. Todo para conseguir que la realidad artística del autor asuma nuevas posiciones plásticas.
El artista gaditano, ya en una sabia joven madurez, nos conduce por una obra que relata y que hace reflexionar sobre las identidades, sobre lo real, sobre lo presente y lo que se intuye, sobre la naturaleza… Es artista de situaciones inmediatas y de argumentos presumibles. Es artista de solvencia manifestación plástica y de lúcido planteamiento metafórico. Un poeta de la imagen que incita a mirar de forma diferente.
Pablo Fernández-Pujol es artista a quien se le espera porque siempre va a sorprender con algo nuevo, con un imaginario poderoso donde se guardan muchos sabios registros donde todo es posible y susceptible de crear la más absoluta emoción.
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