Hostelería en Cádiz

Las reticencias de Patrimonio o de los vecinos a las terrazas en altura

  • En Las Cortes no autorizan la instalación de pantallas de cristal para proteger del viento

Terraza del hotel Las Cortes

Terraza del hotel Las Cortes / Jesús Marín

Las primeras experiencias nunca suelen ser fáciles. Y los hoteles de La Catedral, Alquimia y Las Cortes pueden dar testimonio de ellos en lo que a sus proyectos de habilitar terrazas en sus azoteas se refiere. El éxito entre clientes y ciudadanía no esconde la carrera de obstáculos que, en ocasiones, han tenido que cruzar, o siguen cruzando, para darle a la ciudad estos espacios aprovechados en sus alturas.

El hotel Las Cortes, por ejemplo, quería habilitar en la azotea un restaurante, para lo cual proyectó un espacio cerrado a base de pantallas acristaladas abatibles “que permitía que si el día está bueno se recogieran y la terraza se viera como está ahora, pero que si soplaba mucho viento o había lluvia pudieran abrirse y la terraza quedara completamente cerrada sin tapar la visión”, explica Josefa Díaz.

En su caso, el problema lo encontró en la comisión de Patrimonio, que no ha aceptado el proyecto al entender que afecta visualmente a ese entorno de la calle San Francisco. Por tanto, el hotel –de momento– se ha limitado con las mesas y sillas dispuestas, a la espera de ir mejorando y ampliando el servicio de hostelería a las personas que accedan a la azotea.

En otras ocasiones, el problema para la actividad en la azotea de un edificio está en los vecinos del entorno; o en un vecino que sea especialmente meticuloso con el descanso y con las molestias que puedan derivar de esa terraza. Esto último es lo que aseguran los propietarios del hotel Alquimia que vienen sufriendo desde el primer día que abrieron la terraza en la azotea. “No paramos de tener problemas con un vecino, y eso es complicado”, reconoce José Piñeiro, que asegura que en varias ocasiones se ha presentado ya la Policía por denuncias del vecino. “Las denuncias luego no van a ningún lado, porque tenemos todos los permisos y autorizaciones; pero es un fastidio estar así. Ha llegado a protestar porque había gente riéndose en la azotea y le molestaba”, indica.

Piñeiro señala un aspecto que es clave en la situación que tiene con el vecino: “los primeros interesados en que no haya ruidos somos nosotros, para no molestar a nuestros propios clientes”. Y por eso, el servicio de esta terraza cierra a las doce de la noche y los conciertos no se alargan más allá de las diez y media. Será cuestión de acostumbrarse.

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