La última gran tragedia de Cádiz cuenta con un nuevo enfoque. El cine se ha asomado de nuevo a aquella gran explosión del 18 de agosto de 1947, la que truncó tantas vidas y, paradójicamente, abrió el camino para la construcción de un nuevo Cádiz, para su expansión definitiva. El próximo martes se estrena en los multicines El Centro, con la colaboración del Ayuntamiento de Cádiz, el documental El cielo rojo sobre Cádiz, una obra de la productora andaluza Tesela que ha contado con el cercano asesoramiento, junto a otros gaditanos, de José Antonio Aparicio, una de las personas que más ha investigado y mejor conoce aquella tragedia que de una u otra forma empezó a marcar el devenir de la ciudad.

Cuenta Aparicio que los responsables de la productora Tesela (Rogelio Gordo y Juan Antonio Navarro) se pusieron en contacto con él en el último trimestre del pasado año para explicarle un proyecto que también fue presentado a Canal Sur, cadena que participa como coproductora y que tiene los derechos de emisión televisiva. La cinta está dirigida por Miguel Ángel Hernández, mientras que Rogelio Gordo ha sido responsable de la realización y Juan Antonio Navarro, de la dirección de fotografía.

Aparicio se convirtió así en el asesor de un documental en el que también aparecen otros expertos gaditanos que han investigado a fondo aquella explosión, como es el caso de Miguel Ángel López Moreno, Miguel García Díaz y José Antonio Hidalgo, director adjunto de Diario de Cádiz.

El resultado final es la película documental que se podrá ver el martes en Cádiz, a partir de las ocho de la tarde, que aporta algunas novedades en torno a algún suceso y cuyo título, El cielo rojo sobre Cádiz, se acerca bastante al elegido en 1997 por el Servicio de Vídeo de la Diputación Provincial para su excelente proyecto audiovisual sobre la tragedia: El cielo se puso rojo.

En este caso, los responsables del documental no han optado sólo por ofrecer una sucesión de entrevistas de testigos, descendientes de testigos y víctima y expertos, sino que han partido de un hilo argumental principal a través del cual se ha ido desgranando todo lo ocurrido en la ciudad en aquella trágica noche del verano del 47. De ese hilo se encarga de tirar Antonio González Zamorano, un vecino de Torrejón de Ardoz que es el hijo de la cocinera de la Casa Cuna. Antonio decide hacer las maletas y viajar hasta Cádiz para contactar con Aparicio y dar con la tumba de su madre, y es su historia la que sirve al documental para contar, a lo largo de aproximadamente una hora, el relato de la explosión.

Entre las novedades que aporta El cielo rojo sobre Cádiz, según cuenta José Antonio Aparicio, está la inclusión de dos testimonios de testigos que vivieron aquella tragedia en primera persona, desde distintas ópticas, y que por primera vez se han recogido en soporte audiovisual. Sus historias ya fueron recogidas por Aparicio para sus investigaciones, algunas publicadas en Diario de Cádiz, pero nunca se había logrado grabar con una cámara sus relatos.

El primero de ellos es el de Manuel Martí, entonces marinero en San Fernando, que formó parte de los dos camiones de reclutas que partieron de La Isla poco después de la explosión para ayudar en las labores de rescate de las víctimas. Manuel, que ahora tiene 94 años y vive en Castellón, se desplazó con sus compañeros hasta la Casa Cuna, uno de los edificios que más directamente padeció la explosión, para sacar uno a uno los cadáveres de los niños que perecieron y también los cuerpos de los que lograron sobrevivir. Un testimonio, por tanto, estremecedor que el propio Manuel Martí cuenta desde Castellón, adonde se desplazó el equipo de rodaje.

También se podrán escuchar en el documental las palabras del portuense José Marroquín, de 94 años, que en aquella época servía como marinero en el departamento de defensa submarina y que la misma mañana del 18 de agosto, muy temprano, solicitó a sus superiores un permiso de una semana que le fue concedido sobre las diez y cuarto de la mañana. José partió para su casa de El Puerto y aquel permiso casi improvisado le libró de la guardia, prevista para esa misma noche, en uno de los polvorines de aquella tragedia, el segundo, el que no llegó a explotar por la rápida intervención de Pery Junquera. Su compañero Taboada, que le sustituyó en la guardia, perdió la vida en la explosión.

Junto a estos testimonios el documental recoge otros más clásicos como los de dos miembros de la familia Pery Junquera o como el de Mercedes Salinas, la entonces joven de 17 años que salvó su vida, pese a quedar atrapada entre escombros, por cambiar de casa unos minutos antes de la explosión y marcharse a la suya para recibir una llamada telefónica de su novio. La casa en la que había estado antes, donde había dejado a una pequeña que cuidaba a ratos, quedó destrozada con todos sus ocupantes fallecidos.

El documental aporta igualmente imágenes de aquella tragedia, entre ellas la icónica fotografía aérea de un Cádiz devastado y destrozado por la explosión, una foto cuyo original han encontrado los responsables del documental en el Archivo del Ejército del Aire en Madrid y que tiene, como explica Aparicio, una calidad extraordinaria, superior a las copias conocidas hasta ahora, una nitidez que ha vuelto a servir a los investigadores para conocer más detalles de aquella explosión, de su origen y de sus terribles consecuencias humanas y urbanísticas.