Leonor Acosta | Profesora de la UCA

“Los niños tienen que ser estudiantes pero también tienen que ser otras cosas”

  • Comenzó a dar clases en 1997 y ha vivido en primera persona la internalización de la UCA y el trasvase del papel a la era digital. “Mis alumnos ya no llevan ni cuadernos ni bolígrafos”, dice

La profesora Leonor Acosta en el patio de la facultad de Filosofía y Letras.

La profesora Leonor Acosta en el patio de la facultad de Filosofía y Letras. / Jesús Marín

Leonor Acosta ha pasado la mayor parte de su vida entre aulas, libros, jóvenes ansiosos por recibir conocimientos y que, a su vez, contagian ganas de vivir, de comerse el mundo. Quizá por ello, su mirada sigue teniendo ese punto de frescura necesario para que todos los engranajes de la mente funcionen con claridad. En un tiempo en que cada vez parece más claro que la educación es la mejor solución a los problemas que nos rodean, Leonor nos ofrece en esta entrevista algunas claves para entender mejor en qué punto se encuentran las nuevas generaciones.

–Podría decirse que lleva toda su vida vinculada a la UCA.

–Pues sí. Empecé la primera carrera en el 80, luego hice inglés, luego me doctoré, conseguí el trabajo, o sea que realmente no he salido de aquí. En 1997 comencé como profesora. Estaba haciendo la tesis y hubo un cambio de planes de estudio y hubo algunos cursos que se solapaban. Se contrató a mucha gente y ahí donde entré para dar clases de literatura norteamericana. Mi tesis era sobre literatura femenina de los 80, pero cuando la terminé me pasé a cine, porque pensé que la literatura no era un campo de trabajo demasiado actual. Luego me llamaron para la escuela de cine de Puerto Real, coordiné la escuela de cine de la UCA, empecé a dirigir trabajos sobre cine, tesis, trabajos de fin de masters... y así sigo.

-¿Sigue despertando interés el cine entre los jóvenes?

–A los jóvenes les atrapa lo audiovisual más que lo escrito, por eso les cuesta trabajo leer todo lo que no sea digital. Mis alumnos ya no traen papel a clase. No tienen ni cuadernos, ni bolígrafo si quiera. Lo traen todo en el portátil, o si tienen que presentar una exposición de algún trabajo lo guardan en el móvil. Hay una especie de divorcio de la gente joven con lo escrito, porque por ejemplo les cuesta más trabajo leer novelas que ver. En esa tendencia se le atrapa más con el cine. Yo primero les hago interesarse por la película, y de esa forma ya los puedes llevar hacia lo literario.

A los jóvenes les atrapa lo audiovisual más que lo escrito. Les cuesta más trabajo leer novelas que ver cine”

–A la hora de hacer un examen escrito, imagino que les resultará más complicado expresarse.

–Sí, los profesores tenemos problemas para leer los exámenes, porque no hay una intención de tener una caligrafía legible, y como no están muy acostumbrados a escribir les cuesta trabajo. Desde que llegó el proceso de Bolonia, todas las asignaturas nuestra tienen un desglose de evaluación y por ejemplo en mi caso el examen es el 50% de la nota. El examen no tiene el peso de antiguamente en que te lo jugabas todo delante de un papel. Ahora se miran más otras cosas como la actitud en clase, los trabajos... Yo hago muchas actividades en clase pero siempre en equipo, porque me siento educadora y quiero que ellos se relacionen, que la adquisición del conocimiento sea en equipo, no individual.

–Al llevar tantos años como profesora ha vivido en primera persona el enriquecimiento cultural que se está produciendo con la llegada de estudiantes extranjeros a la UCA.

–Totalmente. Todo esto proviene de los primeros programas Erasmus, que nos hacían recibir a personas del entorno muy cercano, todo muy encapsulado en identidades culturales muy cercanas a las nuestras. Cuando llegaron los primeros alumnos rusos o kazajos, eran como pioneros, aventureros que decían me voy a la punta de Europa, hablando ruso, y de repente se encontraban en Cádiz, que no es precisamente un sitio donde se hable un español de los que se aprenden en la academia. Su choque con esto fue brutal. Habláis muy rápido, decían.

–Jajaja.

–Fue un choque muy rico para ellos. La gente del Mentidero, los bares, acogían muy bien a esos alumnos, y con eso del boca a boca pues se han multiplicado. El año pasado tuve seis alumnos de la UCA y 40 extranjeros, 30 del espacio postsoviético.

–¿Se está produciendo un boom del español en el mundo?

–Yo sí lo creo. En Ucrania por ejemplo hay un centro del español que recoge a toda la gente que está interesada en el español como lengua y como cultura, porque también se está convirtiendo en una lengua de negocios. Como la UCA fue de las primeras universidades en firmar convenio con todos esos países pues el camino es directo a Cádiz.

–También ha sido usted integrante del master de Género y este año coordina el master de comunicación internacional.

–Sí. Realmente es un reto, porque yo empecé a trabajar en este master al darme cuenta de que no todos los alumnos de los idiomas modernos querían ser profesores, porque el idioma te da mucho más campo. Eso era también cuando el dar clase en institutos estaba bien, con una imagen social más positiva, ahora mismo es muy complicado porque los chavales son diferentes.

–¿En qué sentido?

–Pues que tienen un ritmo vital mucho más activo, entonces no puedes tener a la gente sentada por ejemplo. En la universidad ya llegan los que tiene unas notas y una actitud mejores, y están más encauzados, pero los de 1º de ESO que están todo el día con los móviles o el YouTube son complicados.

–¿Y qué provoca eso?

–Bajo mi punto de vista el hecho de que la gente pase al instituto con 12 años. No me parece una edad para entrar en otra fase. Creo que los chicos de 12 años son de Primaria. Llegan a una fase escolar en la que los profesores cambian, cada uno da una asignatura, cada uno de su padre y de su madre, se sentían más protegidos... El choque es terrible, incluso con sus propios compañeros. Además encima llegas a un sitio en el que te sientes como el más chico, y tienes que hacerte valer.

Los chavales se preocupan por los problemas actuales pero vivir con miedo es hacerlo en una autoprisión”

–¿Eso está provocando un aumento en los casos de acoso?

–Yo creo que sí. Porque primero tengo la sensación de que la infancia se va perdiendo. Lo que nosotros entendíamos como infancia, como una fase más de juego, menos sexualizada, menos segregada entre niños y niñas se está perdiendo. Ahora el niño que entra a un instituto no quiere que le traten como un niño. El que viene de Primaria, cuando mira alrededor, no quiere ser chico. Es la presión del grupo, el tener que demostrar que no es un pipiolo. Me parece a mí que entrar tan pronto en un sitio que consume toda su vida no es bueno.

–Se pasan más de media vida estudiando y haciendo deberes. Por cierto... ¿qué opinión le merecen?

–Los modelos que tomamos como ejemplo en los estudios PISA y todo eso son países en los que los niños no tienen deberes para casa. De hecho en Finlandia por ejemplo los niños no están cinco horas en las clases, para nada. Yo sinceramente creo, por ejemplo, que los niños tienen que ser estudiantes pero tienen que ser otras cosas, porque si la vida educativa les consume toda su existencia finalmente el resultado normal es que aborrezcan la educación. Tienen que tener tiempo para otras cosas, ya sea hacer deporte o jugar a la consola un rato. La educación tendría que estar focalizada en que la gente conozca pero asimile para siempre, porque si no lo que estamos es en un sistema en el que la gente aprende y desaprende.

–¿El gran remedio para la mayoría de los problemas de la sociedad actual, ya sea paro, drogas, violencia... es la cultura?

–Totalmente. No obstante yo soy muy crítica con el sistema educativo, siempre lo he sido. No creo que sea tan interesante que una persona con 12 años sepa una fórmula física sino que la gente aprenda ciudadanía, gestión de conflictos, el respeto por las personas, por el mobiliario público, por ser un buen ciudadano. Es la única vía para evitar el conflicto en el que estamos situados ahora mismo. La violencia de género es importante pero luego está el acoso en los colegios, el conflicto entre naciones y todo ese tipo de cosas que sólo se arreglan si la gente está educada en ser social, porque no podemos vivir solos, y esto no se arregla con condenas, con penas o con castigos constantes a los niños, privándoles de lo que les gusta, los clásicos, te quito el móvil, te quito la Play.

–¿Por qué los políticos no dejan a los profesionales de la educación que se encarguen de gestionar este tipo de cosas?

–Porque la educación es una parte importantísima de la política de un gobierno y de un país. Depende, aunque parezca que no, de los planes de estudio la forma de organizar el sistema educativo, y este tipo de cosas tienen en sí una dimensión política importantísima. A un gobierno, hablo a a nivel mundial, no le interesa que haya coeducación, porque a los gobiernos les interesa el conflicto. Pretenden adoctrinar, eso está en todos lados.

–A lo largo de los años ¿ha notado que los jóvenes han cambiado su manera de relacionarse?

–Ha cambiado a peor.

–Explíquese.

–Yo veo, de unos diez años para acá, que hay un nuevo proceso de autosegregación. Las mujeres están siempre con mujeres, y los chicos están siempre con chicos. Lo ves hasta por su manera de sentarse en clase. Hay un acceso a la feminidad o masculinidad totalmente sesgada. Hay como una especie de heterosexualidad consensuada, aunque evidentemente hay alumnos gays o trans incluso, pero siguen siendo gente en los márgenes.

–Pero imagino que se vivirá con mucho más normalidad todo esto.

–Se vive con normalidad en el sentido de que no hay conflicto, no hay falta de reconocimiento, pero hay una sensación de que el proyecto de vida de cada uno es muy aburguesado. Todo el mundo quiere una casa, un coche, un perro, un sueldo, una pareja estable... Entonces, hoy día que esa estabilidad económica no la hay, que los chavales tienen que irse por ahí tras acabar la carrera, pues es complicado ver esas expectativas cumplidas.

–Además le estamos vendiendo a la juventud un mensaje de lo más catastrofista. Entre el cambio climático, la recesión económica, las crisis humanitarias. Deben sentir ganas de cambiar de planeta.

–Yo siempre digo que vivir con miedo es hacerlo en una autoprisión. Pero los chavales se preocupan por estas cosas. Por supuesto. Temen esto pero también los conflictos políticos, la violencia de género, cuando hay mensajes de no salgas sola por la noche yo les decía a las chicas:salir como queráis, lo que tenéis que hacer es reactivaros. Dejad la victimización ya. Porque como víctimas ya tenemos suficiente historia. Yo lo que les digo es que si un tío va detrás tuya para violarte, enfréntate, pero con todo el poder que tú tienes, porque los cuerpos son tan fuertes como tú quieras que sean. El miedo te deja sin derechos, te encierra.

–¿Todo eso es lo que se enseña en el master de género?

–Bueno, todo eso y otras cosas tan brutales como la pornografía y los estudios de masculinidades. El análisis cultural de la pornografía, porque creo que es un producto que ve todo el mundo, o casi todo el mundo. El año pasado dirigí un trabajo fin de master de un alumno mío que es entrenador de fútbol de alevines, y me decía que le interesaba revisar cómo están accediendo estos chavales a qué tipo de pornografía y qué resultado está dando.

–Y una pornografía cada vez más violenta contra las mujeres.

–Claro, porque él lo que pretendía era evitar que la pornografía sustituyera a la educación sexual. Lo que debe existir es una educación sexual real, no que si este órgano sirve para esto o lo otro, no es eso. Hablar de cómo son las prácticas, de cómo respetar a cualquier persona que se te ponga por delante en una práctica sexual, y yo me quedé muy flipada cuando me contó que pretendía hacer entrevistas a sus chicos y a otros entrenadores porque muchos niños estaban todo el día hablando de porno en los vestuarios.

–Ahora lo tienen todo al alcance de un click.

–Claro. Lo que pasa es que hay jóvenes que tienen acceso a escenas que no sabe gestionar. Cuando un chico de 12 años empieza a entrar en cierta vida sexual, que va entendiendo que hay sexo, lo nota en su propio cuerpo, si ese niño tuviera una opción que es la coeducación sexual dentro de los colegios, del sistema educativo, que se hiciera bien, no para dogmatizar en nada, porque el sexo es una parte de la vida y ya está, si eso lo tuvieran el niño tendría una imagen creada más o menos saludable antes de empezar a ver cosas de estas. Pero como no la hay, y los niños tienen curiosidad pues buscan información donde pueden. Cuando yo era chica la gente veía Interviú y ahora ponen en Google pornografía y les salen 1.500 páginas. Hay chicos muy jóvenes que están viendo cosas que les puede crear una imagen de eso muy irreal y muy conflictiva.

Kichi me parece la persona que menos se ha contaminado del gremio político. Es el más fiel a sus ideas”

–Cambiado de tercio. Fue la única profesora de la UCA que firmó el manifiesto de apoyo a Unidas Podemos en las últimas municipales. ¿No tuvo ningún tipo de problema en hacerlo así?

–No. Algunos profesores de la universidad, cuando salió la marca Podemos después del 15-M, vimos que podía ser una cosa fantástica para renovar la política nacional, y la municipal por supuesto, e hicimos un manifiesto por Teresa cuando se presentó la primera vez. Hicimos un decálogo de por qué Podemos era la única vía de hacer política en este país en esos momentos. Siempre hemos estado un poquito al lado de Podemos Cádiz, más que del partido a nivel nacional. Kichi ha sido alumno de algunos de mis compañeros, hemos estado como muy al lado suya, a mí Kichi siempre me ha parecido una persona muy honesta, y eso que aborrezco el gremio político, porque creo que no debería ser profesional. Me ha parecido la persona que menos se ha contaminado del gremio político, teniendo obstáculos importante, creo que es el más fiel a su propia idea de sus cosas, incluso con cosas tremendas como el tema de las fragatas de Astilleros y Arabia, por ejemplo, y creo que él lo ha ido gestionando bien. Me parece absolutamente honesto, que ya es decir, y valiente.

–¿Y ha notado cierta polarización a la hora de situarse políticamente dentro de la universidad?

–Sí, somos muchos profesores y de muchas edades diferente, sólo en la facultad hay 150 profesores. No vamos metiéndonos unos con otros, pero sí que hay tendencias muy claras, gente muy conservadora, profesores que llegaron a la universidad antes de la democratización y que no se ha venido hacia la izquierda, sino que se ha hecho más de derecha. Y luego hay una izquierda progresista, también metida en una burbuja, que dicen yo soy tal y tal y tal pero luego voy a mi chalet en mi gran coche, con mi perro y a mis hijos les pongo un uniforme.

–¿Y entre los alumnos también ha notado esa politización, ese viaje a los extremos?

–Bueno, y tanto. Incluso con reclamaciones por cuestiones de los temarios. Yo por ejemplo el año pasado tuve alumnos de Moldavia, ultras de derecha, que vienen vestidos de militares, con el pelo corto, y me preguntaban asombrado cómo se podían casar dos hombres, y cómo la iglesia lo permitía, y había que explicarles que España es un estado aconfesional. El shock para esta gente es total. Decía el ultra de derecha, que no es ultracatólico, pero entonces tenéis un problema enorme porque no vais a tener niños. No, porque esas parejas también pueden adoptar. Ahí ya es cuando se caía de espaldas, jajaa. Para él era inconcebible.

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