Manolo Muñoz ‘El Torero’: uno de los últimos románticos de la hostelería de Cádiz

Llegó desde El Burgo (Málaga) a Casa Ríos en 1981 como camarero y se jubiló en 2024 como propietario

Defiende la cocina tradicional y evoca un tiempo en el que los bares no tenían hora de cierre

El último establecimiento que echará la baraja en Cádiz será un bar, o un restaurante

Manolo Muñoz 'El torero' en el exterior de Casa Ríos.
Manolo Muñoz 'El torero' en el exterior de Casa Ríos. / Julio González

A Manuel Muñoz García le llaman ‘El Torero’. Y no le faltaron ganas de serlo, pero no tuvo esa oportunidad. Así que el apodo le viene de su gran afición a los toros. "Siempre utilizo expresiones del argot taurino". El redactor da fe: “Tú pregunta lo que quieras, que yo te daré capotazos”. Pero no es el caso, porque Manolo se deja poco en el tintero y cuenta sus vivencias como uno de los últimos grandes hosteleros de la ciudad y de una generación que ha dado paso a otra manera de entender el gremio.

Llegó a Cádiz en 1981 procedente de El Burgo, una localidad malagueña de la que históricamente han llegado muchos y buenos trabajadores (y luego propietarios) de bares y ultramarinos. “Yo había acabado la mili y no tenía trabajo. Así que un paisano, Curro Ríos, que había abierto Casa Ríos en octubre de 1978, me reclamó. Entré de camarero con 22 años, luego fui encargado y me jubilé como propietario del negocio en febrero de 2024”, relata.

El establecimiento en cuestión, muy arraigado en la zona, y, como no podía ser de otra forma, adornado con fotos taurinas, se encuentra en la confluencia de la avenida Segunda Aguada y la calle Trille. “En 1994 hicimos una reforma y lo convertimos en mesón y en 2007 se amplió la acera y nos concedieron la terraza”, apunta Manolo.

"Ahora han cogido el negocio un cocinero, Silvestre, que lleva conmigo 20 años, y Abdul. Vengo todos los días a desayunar porque tengo nostalgia. Y es la manera de seguir viendo a tantos clientes que pasaron a ser amigos".

Echa la vista atrás y recuerda cuando después de estar todo el día trabajando se iba a comer a otros lugares para aprender. “A la barra de El faro, que yo siempre he sido muy ‘farista’, al Gitano Rubio de Muñoz Arenillas, a la tasca El arcaico de la calle Velázquez… yo paraba mucho en el Veedor, que Paco Chicón también era de El Burgo. Allí conocí a la gente del Diario de Cádiz. Ahora me gusta comer en la Taberna Romero o en La Marea”, señala.

Eran tiempos en los que la hostelería no tenía horario. “En Casa Ríos nos han dado las tantas. Hoy todo ha cambiado, como es natural. Se cierra a la hora señalada y se respetan las ocho horas de los empleados, como Dios manda. Pero en mi época se empezaba a decir ‘vamos a tomarnos la penúltima’ y no había manera de cerrar. Cerrando te cruzabas con el que tenía que abrir por la mañana. Se cerraba el bar cuando ya no había más gente. Había mucha clientela amiga con quien bebías y ya cerrabas más tarde”, argumenta. “Ahora no hay esa esclavitud, pero tampoco tanto amor por el trabajo como antes. En todos los sectores, eh”, añade.

"En mi época se empezaba a decir ‘vamos a tomarnos la penúltima’ y no había manera de cerrar"

Dice Manolo que “ya la gente no trasnocha tanto, el público es de otra manera. La juventud se cuida durante la semana y come por derecho solo los fines de semana. Antes, cualquier día era bueno para darse un homenaje”.

Defiende la comida tradicional. “Aquí la gente viene a comer un entrecot, una pata de cordero, una dorada a la plancha, un buen menudo. Nada de cocina moderna. No es de esos sitios que te van poniendo platos pequeños y tú preguntas ¿cuándo vamos a empezar a comer?”.

Sigue en contacto con compañeros de la profesión. “Dentro de poco vamos a comer para homenajear a Paco el de El Riojano y Miguel Barrero, el del almacén-estanco de Puerto Chico, que fallecieron en agosto. Nos reunimos una vez al mes. Vienen Isidoro Cárdeno, Tomás Núñez, Enrique Moreno, Antonio Ferrari, Luis Núñez, José Mari El Químico, Juan Sales… buenos amigos”, enumera.

Por Casa Ríos han pasado muchos gaditanos. “He tenido clientela de todo Cádiz, de todas las clases sociales, flamencos, toreros, periodistas, médicos. Y políticos de todos los partidos, que aquí han estado Kichi, Teófila, Bruno, Rafael Román…”, destaca El Torero. Todo ello en un barrio “donde siempre hemos conectado y que nos ha respetado mucho”.

Dice echar de menos con quien hablar de toros. “Yo he ido mucho a los toros, con cantaores, y luego hemos estado de juerga con los toreros en los hoteles. Pero los flamencos de entonces están ya mayores y los flamencos jóvenes tienen otras inquietudes. Ya se han perdido esas juergas, ese flamenco de noche ya no se da”, lamenta.

"La juventud se cuida durante la semana y come por derecho solo los fines de semana. Antes, cualquier día era bueno para darse un homenaje”

Sigue yendo a ver corridas, a Sevilla y a El Puerto sobre todo. Entre sus ídolos están Ordóñez, Curro Romero, Manzanares padre… “He visto tardes gloriosas con José Tomás o Joselito. Ahora soy de Morante de la Puebla, el más completo. Ahora se torea más despacio, pero con menos pellizco”, expone como buen entendido.

No quiere entrar en polémicas sobre las críticas de los antitaurinos, pero sí se apresta a decir que “como el toreo se politice… malo. El toreo no es de derechas ni de izquierdas, es de los aficionados”.

Entregándose al toreo no tuvo tiempo para aficionarse al fútbol. “No soy futbolero, habré ido a tres o cuatro partidos en mi vida. Y uno fue en Málaga, en la retirada de Juanito, que le cortó la coleta Curro Romero”. Así tenía que ser una de sus escasas incursiones balompédicas, con su afición verdadera en medio.

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