“Este libro intenta ofrecer una mirada académica sobre los toros”

José Marchena Domínguez | Profesor de Historia Contemporánea de la Universidad de Cádiz

El historiador gaditano publica ‘Taurinos y antitaurinos. Historia de una encrucijada’, un riguroso trabajo de investigación que se acerca al debate sobre la fiesta desde la intelectualidad

Los toros a debate en las Cortes de Cádiz

José Marchena, con su libro antes de la entrevista en las instalaciones de Diario de Cádiz.
José Marchena, con su libro antes de la entrevista en las instalaciones de Diario de Cádiz. / Germán Mesa

‘Taurinos y antitaurinos. Historia de una encrucijada’ es un libro denso que nace del afán investigador del historiador de la Universidad de Cádiz José Marchena Domínguez, quien se acerca al mundo de los toros, de sus defensores y sus detractores, no desde la barrera, sino bajando a la arena y apostando por la investigación, seria y rigurosa, para conformar un libro que aborda el asunto desde la intelectualidad, desde el debate sosegado y argumentado que durante siglos ha tenido lugar en España. Un libro editado por la Fundación de Estudios Taurinos y por la Universidad de Sevilla que deja en manos del lector la posición final.

Pregunta.–¿Cómo surge este libro?

Respuesta.–Cuando yo hice una tesis sobre la burguesía en el Cádiz de la Restauración y hubo una parte que se quedó de lado; era sobre la Sociedad Protectora de Animales y Plantas de Cádiz, que se fundó en 1872. Dentro de los frentes que tenía la sociedad estaba la defensa de los animales, la naturaleza, la armonía entre los animales, por lo que entraba la crítica al toreo. Y yo pensé que me faltaba algo en el relato: si estoy estudiando e investigando todo lo que es la parte antitaurina, yo debería conocer la otra parte. Y, con el tiempo, aquella pequeña parte de la tesis se convirtió en un trabajo de lo que es la mirada taurina frente a la mirada antitaurina.

P.–¿Y su publicación?

R.–Había varias posibilidades, pero a mí me gustaba más la de la Fundación de Estudios Taurinos. En primer lugar, porque es una coedición que se hace con la Universidad de Sevilla, lo que le da un rango académico. Y, después, que se distribuye muy bien en todas las bibliotecas y en las universidades. Además, aunque evidentemente la Fundación de Estudios Taurinos es una entidad taurófila, al mismo tiempo es una asociación que mira con ecuanimidad todo lo que es la parte contraria, siempre desde el punto de vista académico. El libro no es una apología de nada, sino que es un estudio que intenta confrontar las dos partes desde el punto de vista científico.

P.–Curioso el subtítulo, donde no usa la palabra enfrentamiento, sino encrucijada.

R.–Sí, revela un poco la intención. Si se mira el diccionario, la encrucijada es algo así como un debate en el que tú tienes que tomar decisión por una cosa o por otra... Y, bueno, ¿por quién te decides? Pero es un debate que llevado al terreno actual está muy simplificado. ¿Por qué? Porque casi siempre se habla de que, por un lado, los antitaurinos son radicales, que van a saco, que van a las corridas, que se echan pintura, pero esa es la parte extrema. Después está la otra parte extrema, que casi siempre se vincula a opciones políticas más reaccionarias, que lo vinculan con la caza, con los valores nacionales. Hoy es un debate que tiene poco que ver con lo que ha sido el debate durante siglos.

P.–El libro se centra en el debate intelectual.

R.–Exactamente. Cultural, intelectual, porque también en los siglos XVIII y XIX los toros eran mucho más importantes en la vida. Es verdad que los toros ahora, como negocio, no tienen el volumen que tenían hace 80, 90 años, o más atrás. Pero, evidentemente, es una cultura de siglos y siempre va quedando algo. Pero, en realidad, esa dicotomía entre el por y el contra de los toros tiene mucho más nivel, tiene mucha más profundidad y también es mucho más complejo, porque ahora se simplifica. Lo que intenta el libro es ofrecer una mirada académica, intentar informarnos a través de escritos de pensadores, políticos, tratadistas, gente religiosa, jurisconsultos... La Iglesia mismo.

P.–La Iglesia estaba en contra...

R.–Bueno, una parte, porque la Iglesia de Salamanca, incluso con Fray Luis de León, los defendían. Después hay encíclicas del Papa y después ya, sobre todo al final del siglo XIX, el debate se lleva a Francia, donde el sur es muy taurino, pero, por otro lado, en París hay una sociedad protectora muy potente que intenta llevar adelante una ley que se promulga a mediados del siglo XIX en Francia, que es la Ley Raumont, que era un capitán que defendía la dignidad de los animales domésticos. Entonces, hay un debate sobre la conveniencia de considerar o no al toro como animal doméstico. Los antitaurinos y los proteccionistas intentan defender que el toro es doméstico y, por lo tanto, objeto de protección. Los taurinos dicen que no, que el toro está criado en una ganadería, pero tiene una naturaleza salvaje.

P.– ¿Quien lea el libro puede decantarse por alguna postura?

R.–Bueno, yo me conformaría, que no es poco, con que se lo lean, eso primero. Y, segundo, que si han conseguido informarse de lo que es un poco la historia en líneas generales, también me daría por conforme. Que se esté a favor o en contra, eso ya forma parte de cada uno... Claro, alguna vez me han preguntado, y lo que digo es que he conseguido trabajar durante muchos años un tema que me apasiona. Yo puedo tener mis opiniones, mis matices, ¿no? Yo puedo pensar que, bueno, quizás ahora, como fiesta, podría sí, claro que sí, pero también es verdad que tendría que adaptarse a los estándares actuales.

P.–A lo mejor el debate, visto desde la intelectualidad, tendría menos asperezas.

R.–Claro, es un debate que puede, en un momento dado, generar pasión, encontronazo, pero que va mucho más allá, que tiene un trasfondo. Además, grandes pensadores, filósofos, tratadistas, escritores, todos se han decantado, todos han opinado. Uno de los grandes pensadores de la historia contemporánea, Ortega y Gasset, lo trató muy de pasada, pero quiso hacer un tratado que, finalmente, no lo llegó a hacer. Él le da un enfoque filosófico. Decía que la tauromaquia era algo así como una reflexión metafísica. Tierno Galván, que era un hombre progresista, pues también justificaba y defendía todo eso.

P.–¿Este debate se hace más patente desde la Ilustración?

R.-Quizás, el debate antitaurino se podría decir que tiene más argumentos a partir del siglo XVIII. Sobre todo más argumentos de carácter económico, reflexivo, ideológico, pero es verdad también que no hay que olvidar que hay un debate muy potente en los siglos XVI y XVII que está llevado, sobre todo, por gente de la Iglesia. El propio San Isidoro lo criticaba mucho. O el padre Sarmiento. Hubo religiosos muy potentes que atacaron los toros; o sea, los condenaron mucho por su desviación moral. Pero, claro, esa es la diferencia. Si bien en el siglo XVI y XVII se argumentaba, sobre todo, que los toros eran malos porque podía generar desvíos morales, después, en el siglo XVIII, se argumentaron cuestiones de tipo económico, que no eran rentables, que las dehesas quitaban terreno para poder cultivar...

Y el cambio importante es en el siglo XIX cuando aparecen la sociedades protectoras, donde ya, sistemáticamente, se atacan a los toros, a las corridas de toros, pensando ya no solamente en la gente, sino, además, en los animales, en los toros y caballos:, es el cambio importante del siglo XIX. Ya hay teorías animalistas que defienden que no sufran, que no mueran de la forma que mueren, la crueldad con los caballos y todo eso. Todo lo que ya venía atrás, todo el sustrato que venía de la Iglesia del siglo XVI y XVII y todo el sustrato ilustrado del XVIII, pues va en un conjunto argumentado.

P.–¿Goya era antitaurino?

R.–A ver, se le ha querido ver taurino, pero es verdad que si miras, por ejemplo, lo que son los aguafuertes, hay una mirada, no sé si oculta, donde aparece la crueldad. Personalmente, pienso que algo de antitaurino tenía.

P.–Pues hasta existe la corrida goyesca...

R.–Diríamos que no le gustaría, creo yo, que unas corridas se llamaran con su nombre.

P.–En el libro también aparecen intelectuales gaditanos antitaurinos, como Cadalso o Vargas Ponce.

R.–Y José Navarrete, portuense, que fue un hombre que protagonizó un debate muy importante en la segunda mitad del siglo XIX con sus escritos antitaurinos. Él va a entrar en debate desde el punto de vista dialéctico con los grandes revisteros, con los que escribían en la prensa taurina como Mariano de Cavia, uno de los más importantes. Y Vargas Ponce, también. A Vargas Ponce lo consideraría como el Cossío de la antitauromaquia. Él hace un escrito que, curiosamente, lo presenta como discurso de entrada en la Real Academia de Historia.

Lo que pasa es que este texto se escribe en el siglo XIX, pero no se publica hasta 1966... Hay incluso una tesis doctoral que intenta rescatarlo. Porque la publicación de la Real Academia de Historia es incompleta, es inexacta. El trabajo de Vargas Ponce es una barbaridad porque se dedica a recopilar información de amigos taurinos, antitaurinos, de gente de los pueblos, de los ayuntamientos, y entonces él hace un compendio de todas las celebraciones que hay en cada sitio: las corridas, las capeas, las tradiciones como el toro de la Vega. Investiga el origen de todo, la influencia visigoda, para demostrar, al final, la inconveniencia de las corridas. Cadalso hace una pequeña alusión en las ‘Cartas marruecas’, pero muy breve.

P.–¿La evolución portuguesa de las corridas tuvo alguna vez intento de reflejo en España?

R.–La razón por la que los toros no se matan en Portugal es por intentar no parecerse a la celebración en España. Después de la independencia de España, no se querían parecer en nada.

P.–En su conclusión dice que los taurinos y los antitaurinos mantienen como una especie de alimentación mutua, que no es posible saber de unos sin conocer a los otros.

R.–Hay un espacio de encuentro que es constante siempre. Para pelearte con un antagonista necesitas un punto de encuentro. Siempre ha habido un argumento a favor y en contra, pero siempre ha habido unas reglas del juego. Ahora, en la actualidad, es que se ha simplificado todo, es un debate incontestable, insoportable, tenso... Pero incluso en la historia ha habido algunos que han pasado de un lado a otro, como el portuense José Navarrete, que había sido aficionado en su juventud. O Eugenio Noel, que es uno de los grandes antitaurinos del siglo XX y que, según se dice, se dedicó toda su vida a atacar a los toros porque había sido novillero de joven y fracasó...

P.–¿Y cuál será el futuro de la fiesta de los toros?

R.–Creo que hay dos cuestiones que, a mi modesto entender, antes o después debe resolver el mundo taurino. Uno es un tema cultural-moral y el otro, económico-empresarial. El tema cultural y moral es que las corridas tienen un componente de sufrimiento, de sangre, de muerte, y aceptarlos así realmente se hace muy difícil hoy en día con lo que ha avanzado la legislación nacional y la europea; no sé si el modelo portugués podría ser un modelo viable, no lo sé, pero es un tema que tiene que resolver. Y después hay un tema que también es inevitable: llega un momento en que el negocio de los toros cada vez tiene menos futuro, porque cada vez las ganaderías son más costosas y son menos las coberturas de las corridas; hay dos o tres plazas importantes... No sé qué pasará, pero los toros cada vez son menos rentables.

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