Laura Furci: El arte de habitar el presente al piano desde la calma de Cádiz

La compositora, pianista y cantante italiana regresa a los escenarios de la ciudad el próximo sábado 15 de noviembre con un concierto que ofrecerá en el Espacio Cultural Fernando Quiñones, junto a La Caleta

La artista grabó un disco con Michael League, líder de los Snarky Puppy, y otro con el productor de Jorge Drexler, y cantó con Al Jarreau y Javier Ruibal

Laura Furci presenta 'Think con la tua cabeza' en Santa Catalina

Laura Furci, ante el mar de Cádiz.
Laura Furci, ante el mar de Cádiz. / Jesús Marín

Ante una copa de vino tinto y con vistas a ese océano Atlántico que en algún momento cruzó para aprender y perfeccionar los compases, los ritmos y las melodías que mueven las noches de la Gran Manzana, Laura Furci se confiesa feliz de vivir en Cádiz. Feliz de sentir la calma de una ciudad que le permite destilar todo lo que se trajo en la bodega de ese barco de ida y vuelta en el que se ha convertido su vida. Un barco que la devuelve una y otra vez a la misma playa. Desde Nueva York, desde Trieste, desde Berlín. La crítica habla de una voz y un piano que dialogan con el silencio, combinando delicadeza, fuerza y una teatralidad muy italiana. Y advierte de que entre el mar y la quietud, su música invita a vivir cada nota con intensidad y presencia. Charlamos con ella antes de que vuelva a subirse a un escenario de la ciudad que ha elegido para habitar y compartir su presente al teclado de su inseparable piano.

Pregunta.-¿Cuánto hace que no tocaba en Cádiz?

Respuesta.-Volví a vivir aquí hace tres años. Solo he hecho un concierto íntimo nada más llegar porque los amigos me lo pidieron. La última vez que toqué en Cádiz creo que fue en 2015, en El Pelícano, y antes, en el Castillo de Santa Catalina. Me alegra mucho, porque hace ya 15 años desde que vine por primera vez a esta ciudad y veo que la gente se acuerda de mí y eso me ha dado una gran alegría y me han dado ganas de volver a tocar. Además, ahora estoy arropada por un equipo.

P.-¿Qué significa para usted volver a tocar en esta ciudad?

R.-Significa volver a tocar en el lugar que me ha dado la tranquilidad para escribir canciones y buscar dentro de mí la calma para tener el coraje de mirar en mi interior y poder decir lo que quería compartir. En aquel entonces venía de mucho dolor. Muchas veces pasa que se escribe cuando se sufre. La música ha sido en ese momento una manera de superar dificultades. Ha sido una medicina para sobrevivir ante eso que a veces nos pasa a los seres humanos. Me di cuenta de que compartir con los demás a través de la música algunos mensajes que me habían servido mucho y que están reflejados en mis canciones funcionaba en el momento del concierto, que se daba esa comunicación, que sucedía siempre, y eso me daba una alegría muy grande. Y esto sucede ahora, después de haber viajado tanto y vivido en otras ciudades y después de haber hecho este pequeño momento de silencio de tres años, porque he estado tocando durante doce sin parar en muchos lugares. Este momento de silencio, que comenzó en Italia y en mi última etapa, en Trieste, me ha servido para mirar las mismas cosas con otros ojos. Y aunque esté trabajando en músicas nuevas, creo, y así lo digo en una de mis canciones, que la novedad es lo más viejo que existe. Porque en música ¿quién va a hacer algo que no se haya hecho ya? Cuanto más estudias, más te das cuenta de que en realidad no hay nada nuevo en sí, de que lo nuevo es cómo tú miras algo. Ahora lo que yo vengo a transmitir es un abanico de todo lo que ya he compuesto y algunas cosas nuevas, vistas desde otra mirada más apaciguada.

P.-¿Ve la música entonces como una especie de terapia?

R.-Desde luego que lo ha sido. Yo no sé dónde estaría sin la música. No escondo que he intentado alejarme un poco de ella para ver cuánto dependía de ella. Porque nada tiene que ser una dependencia, tampoco la música. Por encima de la música está existir. Antes hay que vivir, hay que entender, hay que tener algo que quieres decir, y luego lo pones en la música, no es al revés. La música es una terapia. Pero las terapias que se basan en el pasado te hacen sufrir. Me gusta más mirar al presente, porque es el único tiempo que existe.

P.-¿De qué vamos a disfrutar el próximo 15 de noviembre en el Espacio Cultural Fernando Quiñones?

R.-Vamos a escuchar una selección de las canciones que más me unen a esta tierra. De canciones que hace muchos años nacieron aquí, que las escribí aquí, que igual son muy diferentes a la manera que tengo de componer ahora, pero que están muy conectadas con esta tierra, porque están compuestas en español, y que también están conectadas con una parte de mi manera de componer, que tiene que ver con poner la música clásica dentro de mis canciones. Y luego habrá algunas guinditas que me gusta compartir siempre con el público, canciones que me dan alegría y que se la dan a los demás.

P.-¿Cómo compone? ¿En cualquier momento, cuando le llega la musa, o siempre le pilla trabajando?

R.-No, no es trabajando ni tampoco es la musa. Mi manera de componer es una continua observación consciente de estar en el presente. Intento pasar por la vida de forma consciente. Basta con observar, sentir y escuchar. Todo el mundo podría hacerlo. Luego, yo he aprendido un arte, que es la música, he estudiado mucho desde pequeña, desde el conservatorio y luego por todo el mundo, compartiéndola con muchos artistas. Ese instrumento es mi manera de comunicar.

Cartel del próximo concierto de Laura Furci en Cádiz.
Cartel del próximo concierto de Laura Furci en Cádiz. / L. C.

P.-¿Cómo pasa de la música clásica al jazz? Porque usted ganó un importante premio nacional en Italia con tan solo 15 años...

R.-En verdad yo quería ser cantante desde que tenía tres años. Lo decía en voz alta, literalmente, todos los días. A la típica pregunta de qué quieres ser de mayor, siempre respondía: ¡Cantante! Creo que mis padres estaban un poco asustados y me apuntaron a piano, convenciéndome de que había que saber tocar el piano u otro instrumento para también cantar. Luego me dejé llevar por el piano. Y la voz es un instrumento más. La música clásica que tocaba, la cantaba. Y cuando cantas, los grandes estándares del jazz son algo imprescindible. Las grandes cantantes como Ella Fitzgerald, o Mina, en Italia. Escuchas esas grandes canciones y las quieres aprender, y las quieres tocar y quieres aprender más. Y si luego vas a Nueva York, a una de las cunas del jazz, pues sigues por ese camino.

P.-La he visto tocar y cantar y, si me lo permite, a veces parece que entra en una especie de trance. Quiero decir que no sólo interpreta y cree en lo que canta, sino que está sintiendo lo que canta, que lo está viviendo en ese momento…

R.-No he pensado nunca por qué lo hago [confiesa con cierta emoción]... Es posible que sea una forma de escapar, pero no huyendo, sino viajando a una realidad un poco más bonita y vivir en ella, gracias a la música. Porque la música es vibración, es algo único, al fin y al cabo. Las palabras crean realidad. Entonces, cantar emocionándose con las palabras y las vibraciones, crea un universo que convive con el real y concreto. Porque muchas veces creemos que lo único que existe es lo que vemos y nos olvidamos que eso es una parte pequeñísima de lo que realmente existe. Sí, puede que sea una especie de trance, pero no voy a ningún sitio que no existe, voy a un sitio que existe y lo quiero compartir. Creo que simplemente tengo un espíritu de teatralidad italiana en mi manera de expresarme, tal como lo describió el periodista Carlos Fresneda en los titulares de un artículo publicado en El Mundo América tras escuchar uno de mis conciertos en Nueva York, en cuyas palabras me reconocí plenamente.

Laura Furci, en el Teatro de Údine, con la Orquesta de Friuli.
Laura Furci, en el Teatro de Údine, con la Orquesta de Friuli. / Césare Bellafronte

P.-¿Se escribe y se compone mejor desde los momentos vitales difíciles o desde los felices?

R.-Yo, sinceramente, nunca he escrito una canción estando feliz. Nunca me ha pasado. No sé por qué. Cuanto peor estoy, mejor sale la canción. Pero porque es, literalmente, la única manera que tengo de sobrevivir a ese momento. Se trata de entrar en esa otra realidad, compartir lo que ese momento me transmite y aprender algo de él.

P.-En Cádiz colaboró con Javier Ruibal y con Nono García ¿Qué momentos especiales recuerda de aquello?

R.-Un momento muy bonito que tengo grabado en mi mente fue cuando estaba tocando todos los domingos en La Isleta, en el primer local que abrió en La Viña, con Johnny Phillips, un guitarrista de Londres. Y llegó por allí gente como Juan José Téllez, que escribió un artículo titulado ‘Ella Fitzgerald ha resucitado en La Viña’. Estamos hablando de hace mucho tiempo ¿17 años, quizá? A partir de aquello empezaron a pasar por allí músicos muy buenos, enter ellos, Javier Ruibal [Un Goya y dos Premios Nacionales, el de las Músicas Actuales y el de Cultura]. Javier se acercó a nosotros y nos pidió abrir un concierto suyo en La Isla. Johnny estaba en Londres y yo me aprendí sus canciones y le acompañé al piano. Y para mí aquello fue algo que me abrió la mente bastante, porque él cantaba un género musical, que yo, que venía de la música clásica, no conocía. Tuve que aprender y esforzarme. Con Javier Ruibal aprendí el oficio. Porque en Italia ser músico sigue siendo algo que no se ve como un trabajo, sino como una especie de hobby, y yo aquí con él me di cuenta de que sí, de que podía dedicarme profesionalmente a la música. En el Teatro Villamarta de Jerez me invitó a cantar una canción suya mientras que él me acompañaba a la guitarra y me encantó. Y desde entonces toco siempre en mis conciertos esa canción que es ‘Esta hora de los besos’.

P.-Juan José Téllez también ha escrito para usted en alguna ocasión ¿se plantea la posibilidad de poner música y de cantar a poetas gaditanos?

R.-Me encantaría, ¡Sí, qué buena idea! Cádiz es una fuente de poesía inestimable. Lo he hecho con algún poeta, en ‘Love’s secret’, por ejemplo, de William Blake, que está en mi disco de Nueva York. Y con una letra de Mario Benedetti, en ‘No te rindas’.

P.-Me parece que algunas de sus composiciones, como ‘No te rindas’, tienen vocación de musical ¿Se ha planteado alguna vez trabajar para ese género?

R.-No, pero hay mucha gente que me dice esto. Me encantaría. Viviendo en Nueva York, conocí ese mundo luminoso y de color y me reconozco en eso. Pero nunca lo he pensado. Yo creo que, simplemente, soy así, como muy teatral.

P.-¿Cómo surgió la aventura de vivir en Nueva York?

R.-Pues desde Cádiz, que estaba cerca de Nueva York y solo había que cruzar el océano… Es una historia muy entrañable, porque yo quería ir allí y no tenía recursos, así que tuve que vender el piano con el que había estudiado toda la carrera del Conservatorio. Y ese dinero de vender el piano en el que me había roto la espalda durante diez años, lo invertí en pagarme todas las clases que pude en Nueva York. Porque allí tenía acceso a los artistas que más me gustaban, acceso directo a esa cultura, no solo a la nueva sino también a la clásica, que luego nos llega aquí. Luego volvía por largos periodos de tiempo a Cádiz porque veía que la ciudad me daba tanta inspiración que cuando regresaba a Cádiz, con esta bonita calma y este tranquilo horizonte que tiene, podía transformar esa inspiración en música.

La pianista, cantante y compositora italiana, grabando con Michael League.
La pianista, cantante y compositora italiana, grabando con Michael League. / L. F.

P.-¿Y cómo consigue grabar un disco con Michael League, el líder de los Snarky Puppy, que atesora cinco Grammy?

R.-De la forma más sencilla y normal posible. Por eso me gusta Nueva York, porque no hay tanta distancia con los músicos de gran éxito como la hay, por ejemplo, en Italia. Tengo un trío allí con Colin Stranahan, un baterista increíble, y con Ugonna Okegwo, contrabajista del trompetista Tom Harrell, entre otros músicos. Yo estaba en Italia y tenía una colección de temas y me dijeron ¿por qué no se los mandas? Le escribí y me respondió que en ese momento no tenía tiempo, pero que mis canciones le habían parecido muy interesantes. ‘Vamos a sacar ese tiempo’, me dijo. Nos organizamos. Monté un crowdfunding, funcionó, me lo preparé y grabamos en su casa piano y voz de ‘Think con la tua cabeza’. Michael tocó el bajo y la guitarra y toda la sección de viento y percusión corrió a cargo básicamente de los Snarky Puppy. Se grabó en dos estudios diferentes, uno muy bonito, en Dumbo, desde donde se veía el puente de Brooklyn. Luego, con el productor de Jorge Drexler [18 Grammy Latinos y un Óscar] en Madrid estuve durante una semana grabando 'Campi Campón'. La música tendría que ser así: un punto de encuentro en el que todos somos iguales ¿no? Si la música comunica, podemos trabajar juntos.

Laura Furci, cantando con Al Jarreau.
Laura Furci, cantando con Al Jarreau. / L. F.

P.-También ha tocado nada menos que con Al Jarreau…

R.-Bueno, abrí uno de sus conciertos en Italia, sí. Él ganó seis Grammy y ha sido el único músico en conseguirlos en tres géneros diferentes: jazz, R&B y pop. Escuchando las pruebas de sonido le dijo a su manager que quería hablar conmigo y me llamó a su camerino. Estuve allí con él una hora, que grabó mi representante con una Go-Pro. Esto nunca había pasado, me aseguró. Y Al Jarreau me miró con esa mirada clara que él tenía y me dijo: Yo no sé por qué, pero el Universo me ha dicho que tenía que hablar contigo. Fue como muy místico. Luego calentó su voz, me explicó todo lo que hacía y desde entonces yo también lo hago. Tenía un papelito muy viejo en el que lo tenía escrito todo. Él se preguntaba: ¿Les gustará a estos italianos lo que voy a hacer yo hoy? Eso me enseñó cuánto de humildes son los mejores. Luego me preguntó si quería hacer un dueto al final de su show. Yo no me lo podía creer. Piénsatelo, me propuso. Yo se lo comenté a su manager y me dijo que si me lo había planteado era porque creía que podía hacerlo. Y lo improvisamos, y lo hice. Nunca voy a tener un recuerdo del que estar tan orgullosa.

P.-¿Cuáles son las pianistas de jazz que más admira?

R.-Aprecio profundamente la elegancia de Shirley Horn y la intensidad cruda de Nina Simone. Entre las dos, me siento más cercana, en mi manera de ser, a Nina. Y Hiromi Uehara me encanta. Es de un nivel altísimo. Lo que más me gusta de ella, después de su virtuosismo, es que también parece entrar en trance. Sonríe, se le cambia la cara y es buenísima... Pero yo no sé si lo que toco es realmente jazz, porque es un género que tiene muchos lenguajes y yo sigo siempre intentando aprenderlos.

P.-¿Cómo definiría su estilo musical?

R.-Yo se lo diría en una sola frase [dice bromeando e impostando en grave la voz]: Mi único estilo es la música ¿Qué le parece? Estaba preparado, porque no tengo una respuesta a esa pregunta. Entre la clásica, la música que se escucha aquí, todo lo que se puede absorber en Nueva York, en Berlín; porque también escucho mucha música electrónica... No sé. Me quedo con esa frase, porque no tengo el coraje, la valentía de decir: Yo hago jazz. Porque para mi el jazz es tan grande, es un pilar… De la música clásica sí que puedo hablar con autoridad porque la he estudiado profundamente.

P.-En diciembre del año pasado perdimos el Cambalache para siempre. Imagino que también tocó allí…

R.-Fue el primer local que conocí al llegar aquí como italiana, que no sabía ni donde estaba. Porque llegué aquí para tocar en un grupo, contratada desde Barcelona. Estaba alojada en La Isla y me dije: tiene que haber un local donde toquen jazz. Busqué, lo encontré y lo vi claro: ¡Este es mi sitio! Fue el principio de mi socialización en Cádiz. Y ya desde el primer día comencé a conocer a músicos. Lo bonito de ser músico es que donde quiera que vayas siempre tienes una familia allí lista para ti. Es inmediato. Y ahora, claro, se nota que ya no está y se echa mucho de menos.

P.-En breve deberían salir a licitación otros dos locales municipales donde también hubo mucha música en directo: El Pelícano y La Canela…

R.-Espero que reabran. Eran los dos sitios donde más tocaba y de los dos tengo recuerdos increíbles. Que alguien, los reabra, por favor, que se echan de menos. Ese sentirse parte de una comunidad ligada a la música a la que pertenecen tanto los que tocan, los que los gestionan y los que escuchan. Es una comunidad que tiene un valor muy grande, que no tiene que ver con la ganancia económica, sino con otra mucho mayor para todos los seres humanos, porque el arte es lo que genera. Sin arte, todo el beneficio económico pierde el sentido, porque nunca se acaba lo que uno puede querer. Lo tenemos ya todo y necesitamos muy poco del exterior. Las certezas están dentro de nosotros. El arte ayuda a recordar esto. Y quizá por eso yo toco. Porque entro en el presente, en la verticalidad del tiempo, recordando a Eckhart Tolle. Porque siempre vemos el tiempo en horizontal, que es el tiempo sicológico, pero la verticalidad es el tiempo en un instante en el que creamos el siguiente. Pero no nos comportamos como si fuera así. Siempre pensamos en el futuro, que solo es una promesa de redención, porque pensamos que vamos a ser felices o que algo va a ser mejor, pero eso no existe. Y el pasado es nuestra identidad, que tampoco es así, porque cada cinco minutos nuestra identidad puede cambiar por lo que nos sucede, si lo vivimos… Mi canción ‘Vivir la pregunta’, que recuerda las palabras de Rilke, se refiere un poco a eso: se trata de vivirlo todo aunque nunca tengamos la respuesta. No podemos vivir atrapados en nuestra mente, que no lo es todo, que es solo un instrumento.

P.-¿Próximos proyectos?

R.-Este concierto es una forma de calentar motores para volver a compartir el momento presente en el que confluye todo eso que hemos hablado: Cádiz con el mundo y con quien quiera escucharlo, estar allí y vivirlo juntos. La música en vivo, como tiene que ser. Volver a vivir esa magia. Y habrá nuevos escenarios y estoy trabajando en nuevas músicas. Pero no se sabe cuando saldrá un nuevo disco, porque eso no depende de mí. Depende de la vida.

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