Imágenes para la construcción del saber

Una imagen y mil palabras

Mujeres, embarazo y fetos

La imagen puede ser más poderosa que cualquier texto. Fomenta nuestro deseo de explorar y de saber. Despierta nuestros sentidos y nos dirige a las palabras que se harán más fáciles y entendibles. Imágenes que son la huella de nuestra historia y que deberíamos conocer

Detalle de una lámina de 'Elementos del arte de partear'. Don Juan de Navas. 1795.
Detalle de una lámina de 'Elementos del arte de partear'. Don Juan de Navas. 1795. / Biblioteca de la Universidad de Cádiz. Fondo antiguo.
Hilda Martín
- Historiadora y escritora

30 de junio 2025 - 07:00

Cuando el 25 de abril de 1782 Juan de Navas, cirujano y profesor del Colegio de Cirugía de Cádiz, explica el caso de un feto cuya cabeza estaba pegada a la placenta, estaba compartiendo con otros una experiencia para mejorar la actuación de los cirujanos. Experiencia recogida en las Observaciones que guarda el Archivo de la Universidad de Cádiz dentro del fondo correspondiente al Colegio de Cirugía. El conocimiento empírico y su capacidad para compartirlo le lleva a Madrid donde publicará uno de los primeros libros para la enseñanza de obstetricia.

Estudiar la anatomía solo de memoria, aunque necesario, sería imposible de entender hoy sin recurrir a dibujos y esquemas que hacen visibles los órganos. Vesalio ya propuso láminas para ilustrar lo que podía verse en las disecciones, pero no estaban siempre permitidas hasta que, en el siglo XVIII, se combinan en los tratados junto al texto, imágenes y conjuntos de ceras anatómicas. Estas herramientas pedagógicas inician una etapa importante en la construcción del saber cuyo objetivo es formar a los profesionales, siendo la práctica la parte final de esa formación.

Dos serán los tratados publicados en Madrid y que por primera vez incluyen láminas referentes al cuerpo de la mujer: el primer tratado fue redactado en dos volúmenes en 1790 por Joseph Ventura Pastor y se titula Preceptos generales sobre las operaciones de los partos; el segundo tratado, bajo el título Elementos del Arte de partear, fue publicado en 1795 en dos volúmenes y se le atribuye, como ya hemos dicho, al profesor de anatomía Juan de Navas. Ambos están dirigidos a los estudiantes del Colegio de Cirugía y a las matronas.

Lámina completa.
Lámina completa. / Biblioteca de la Universidad de Cádiz. Fondo antiguo.

En ambos libros aparecen láminas referentes a los órganos genitales femeninos externos e internos, junto a un compendio exhaustivo de láminas sobre los fetos y sus distintas posiciones tanto dentro de la madre como en cuanto a la posición de este a la hora de nacer.

Tanto Ventura como Navas dividen los partos en dos categorías: el parto regular o natural y el parto irregular o contra natural. El parto natural es el que consiste en la expulsión del feto que se presenta normalmente (posición vertical, cabeza primero) sin violencia. El parto patológico se hace mediante extracción cuando el feto se halla bloqueado por su postura, por la anatomía de la pelvis de la madre o cualquier complicación. El cirujano se ve obligado en este caso a utilizar instrumentos (fórceps, tenazas diversas), proceder a embriotomías (para los fetos muertos) o cesáreas (post-mortem).

Aunque el texto de Ventura parece realizado para que estuviera al alcance de un público no demasiado instruido, el de Juan de Navas es una obra más ambiciosa que necesita mayor nivel para su entendimiento.

Las láminas que contemplamos en este artículo corresponden al tratado de Juan de Navas, quien después de un largo prólogo sobre el saber de la época en cuestiones de obstetricia hace un recorrido por Europa. Fue conocedor de cirujanos extranjeros y lector consumado de sus tesis y experiencias sobre los distintos modos de atender al parto en otros países como Francia, Inglaterra o Alemania.

Otra lámina del libro de Juan de Navas.
Otra lámina del libro de Juan de Navas. / Biblioteca de la Universidad de Cádiz. Fondo antiguo.

Las ilustraciones vienen seguidas de una leyenda y de una explicación más detallada de la postura, del feto, del procedimiento que se debe seguir para el parto, de las maniobras que cabe efectuar. Navas describe perfectamente las maniobras como si se dirigiera a sus alumnos, como si estuviera impartiendo una clase magistral.

Cuando se dirige a las matronas, en el primer tomo, sabe que ellas solo pueden atender partos naturales; esto lo intenta dejar en los dibujos muy claro para que ellas pueden atender los partos de forma adecuada y para ello es necesario láminas tan minuciosamente detalladas. El segundo volumen reúne todos los casos particulares del parto complicado y se dirige por tanto a los estudiantes futuros cirujanos que ya no necesitan láminas pues pueden practicar directamente.

La calidad de las ilustraciones procede de haber trabajado con cadáveres con anterioridad. La dificultad de conservar los cadáveres después del mes de abril y el temor a la aparición de enfermedades y fiebres por la descomposición de estos hicieron que aparecieran ceras embriológicas que ofrecían una imagen en tres dimensiones de enorme importancia para la formación de los estudiantes.

La mujer fue considerada durante siglos, siguiendo la visión de Aristóteles y Galeno heredada después por la tradición cristiana, como un hombre disminuido, y sus órganos sexuales como la versión invertida de los órganos masculinos. Los descubrimientos de la anatomía fueron conduciendo durante los siglos XVII y XVIII a la construcción de la visión de hombre y mujer como sexos diferentes. La mujer quedó entonces definida, en función de los órganos que la diferenciaba radicalmente, como una matriz para parir.

La mujer como un ser limitado por sus órganos y funciones sexuales y un ser enfermo o al borde de la enfermedad, tanto física como psíquica. La mujer es una enferma en virtud de su propia naturaleza, su propia razón de ser, que es la reproducción de la especie. Los trastornos y el malestar psicológico de las mujeres quedan explicados por su propia naturaleza y fisiología, sin cuestionar en ningún caso la forma de vida desequilibrante que se les imponía.

“Esta función indispensable para la propagación, expone a las madres a perder su salud y su vida”. Dr. Juan de Navas 1795.

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