Ilya U. Topper: "Los países del sur tienen las cosas más claras respecto al feminismo"
El autor inauguró ayer con ‘El sexo según la izquierda’ (M’ Sur) los encuentros con escritores en la 40 Feria del Libro
La Turquía del bigote ralo
–Por empezar por la pregunta que lo ilustra todo: ¿cuándo se fue al carajo el feminismo?
–Pues aunque haya sido un proceso gradual, el momento que marca una línea fue la convocatoria del 8M de 2022, donde ya se dieron dos manifestaciones distintas. Aunque pueda ser confuso para quien no está metido en el tema, digamos que hay un feminismo oficial; y otro, asociado al feminismo radical. Aunque esté más cerca de uno que de otro, ninguno de los dos coincide con lo que yo entiendo por feminismo. Por un lado, está el feminismo oficial, que abraza lo queer y se erige defensor de las identidades y la orientación sexual –como si te la dieran en pack con una ideología–; y, en el otro bando, hay una postura de enfrentamiento entre hombres y mujeres, al entender que no es posible avanzar junto al opresor.
–Que estaría más cerca, dice, de la postura de un Malcolm X que la de un Luther King.
–Claro, ocurre que no puedes acabar con una clase opresora que es la otra mitad de la humanidad: puedes tratar de hacerlo con la clase social dominante, no sé, burguesa, religiosa. Pero aquí, ¿qué haces? ¿Aislarte?
–Es la opción que se propone.
–Que puede entenderse perfectamente desde lo personal, que te resignes o quieras apartarte de todo, pero entonces no vamos a cambiar nada, como plantearía bell hooks. Puede que también influya en esto mi experiencia en el mundo islámico: en aquellas sociedades donde el patriarcado es más nítido, tienen más claro lo que supone un avance y lo que no. Más allá de la seguridad, que haya espacios segregados de continuo entre hombres y mujeres es algo que las feministas de esos entornos luchan por erradicar, porque es justo lo que se pide desde el corte integrista.
–Por otro lado, el feminismo oficial compra el relato posmoderno, según el cual “no existen los hechos, sino la narrativa”. Jamás pensé que, a estas alturas, pudiéramos creer en el abracadabra.
–Y por eso, por ejemplo, se asume como axioma que el sexo pueda no ser un hecho biológico, sino algo intrínseco, relativo al sentir y al alma; o que desaparezca la opresión del velo, porque lo fundamental es respetar la narrativa islamista.
–No es la primera vez que toca el asunto del velo.
–Que se vende como expresión de identidad religiosa, o como algo cultural; pero nada de eso, qué curioso, afecta a los hombres. El velo define a la mujer como potencial objeto sexual del varón, que considera impúdica a una mujer sin él.
–Y luego está la carga política.
–Ha sido algo político desde el principio: se presenta como identificación del inmigrante frente a una sociedad mayoritaria, pero se inventa en países musulmanes para marcar lo musulmán. A través del velo, se distingue a las mujeres musulmanas (las nuestras) y las otras (impuras).
–Trata también el tema trans. Recoge una realidad significativa:entre críos pequeños, la mayor parte de los que se dicen trans son niños; mientras que, entre las adolescentes, las cifras recogen un contagio social similar al de la anorexia en los 90.
–Porque en niños muy pequeños, lo ‘aberrante’, lo que aún sale de la norma, es que te gusten cosas de niñas; mientras que nadie va a enarcar una ceja porque a una niña le guste el fútbol. Yo podría ir con falda, por ejemplo, pero me sentiría raro. Mientras que en las adolescentes canaliza un rechazo del cuerpo cuando crecen, que es brutal, mucho más grande que en los hombres, y que las convierte ya en objeto de atención.
–Desarrolla una teoría antropológica en la que la mujer ocupa su condición en la jerarquía por ser lo otro. Las mujeres de otras tribus.
–Creo que esa es la parte más original del libro. Se sabe que eso ocurrió:dos mil años a.C., las tribus de Europa oriental, de Asia occidental, avanzaron con sus carros, sus caballos y sus armas de bronce masacrando a la población masculina y conservando a las mujeres. En España en particular, esto se observa de una forma brutal. Este conflicto básico entre etnias convirtió a las mujeres en prisioneras, y a los hombres, en carceleros.
–Comenta cómo es la realidad para el hombre marroquí medio: una realidad en la que, básicamente, se dedica a sobrevivir en medio de las intrigas de las mujeres. Pero no es tan distinto de lo que se ha pensado aquí siempre.
–Tiene toda la lógica:si te dejan poco espacio para actuar, normal que te pases la vida maquinando para sobrevivir.
–Por cierto: el tema del #yosítecreo, tan penosamente arrastrado.
–Ha ido de la vindicación de una realidad vergonzosa (lo difícil que es para las mujeres llevar adelante una denuncia por abusos, por ejemplo), a que haya políticas que digan, a boca llena, que no se puede dudar de lo que diga una mujer.
–Pero, por supuesto, el Código Penal no ha cambiado al respecto.
–No, desde luego, pero con declaraciones como esa hacen pensar que sí, dinamitando todo el derecho jurídico. Además, ¿qué ocurre? ¿Que las mujeres no pueden mentir, nunca, jamás, no tienen imaginación de ningún tipo...?
–El ideal de Clara Campoamor, dice, parece hoy muy olvidado.
–Desde luego, por eso digo que en los países del sur tienen más claras muchas cosas: las líneas patriarcales son aún más definidas y, por tanto, está mucho más claro el modelo a abolir.