“El ictus es una epidemia que da pánico y que nos vamos tomando en serio”
Joan Montaner Villalonga | Neurólogo
El médico gaditano, jefe de servicio en el Hospital Virgen Macarena de Sevilla, ha sido premiado esta semana por la Sociedad Española de Neurología por su labor frente al accidente cerebrovascular
Galardón para el neurólogo gaditano Joan Montaner

El doctor Joan Montaner Villalonga nació en Cádiz en 1970. De padre catalán y de madre menorquina, pasó su infancia entre Conil y Cádiz hasta que su familia se estableció en la capital, donde cursó los estudios superiores y se licenció en la Facultad de Medicina. Hace solo unos días ha sido premiado con el galardón que otorga la Sociedad Española de Neurología por su trayectoria y labor de investigación ante el ictus. Jefe del Servicio de Neurología del hospital Virgen Macarena de Sevilla, Joan Montaner habla en esta entrevista con pasión de su trabajo, de la incidencia del ictus en la sociedad andaluza, de los logros obtenidos y de los retos del futuro para hacer frente a este accidente cerebrovascular que cambia en unos segundo la vida de tantas personas.
Pregunta.–¿Qué es el Teleictus?
Respuesta.–El centro de Andalucía del ictus es una maravilla, eso es un sueño. La verdad es que en Andalucía, al ser un territorio tan extenso, teníamos un problemón con los hospitales comarcales. Cuando una persona iba con un ictus, no le daba tiempo a llegar a los grandes hospitales. Entonces, lo que hicimos fue montar un sistema de forma que en los grandes hospitales está de guardia un neurólogo con especial dedicación al ictus. Así, si en Vejer me da un ictus, pues me voy al centro de allí, al hospital comarcal de allí, y nosotros nos conectamos con una cámara, interrogamos al paciente, lo exploramos, vemos el tac craneal, vemos si hay zonas del cerebro que se puedan salvar, indicamos el tratamiento que hace falta, y decidimos si el enfermo se puede quedar en Vejer o se tiene que trasladar a Puerto Real o al Puerta del Mar. Somos como un controlador aéreo de todo el territorio con 40 hospitales implicados.
P.–Como si fuera una red de atención telemática
R.–Sí, es así. Y con esto se consigue, y no es por presumir, que los 15 o 20 mejores neurólogos andaluces que se dedican al ictus puedan ser tus médicos si tienes la desgracia de que tienes una embolia y estás en un pueblo pequeñito. Eso antes era impensable, te quedabas allí en el pueblo, no llegabas a tiempo, no te podían hacer nada. Ahora quien se conecta, al cabo de unos minutos, igual es el médico del Virgen del Rocío o del Virgen de las Nieves o de Córdoba; de los mejores que están en esa guardia. Es cierto que ha funcionado tan bien que, al final, el volumen ha sido enorme, llevamos casi 10.000 enfermos atendidos desde que montamos el Teleictus.
P.–¿Y hay después un seguimiento del paciente?
R.–Ahora estamos planteando un poco esa cuestión. Es decir, vale, ya lo he tenido, me habéis curado, pero ¿y esto por qué me ha pasado? Hay que hacer una serie de pruebas para ver de dónde me viene, poner la mejor prevención, y eso sí que lo hacemos en estas unidades de ictus, pero si estás en ese hospital pequeñito es más difícil. Entonces, ahora estamos haciendo un proyecto, pero es de investigación, no es todavía asistencial, que consiste en hacer unidades de ictus virtuales, de forma que desde las grandes unidades de ictus podamos hacer el seguimiento. Tú estás en ese hospital comarcal, pues yo cada día me conecto con tu médico de familia, el internista o el intensivista, y vamos llevando juntos el paciente. Es un modelo muy nuevo, que no existe, y vamos a evaluar si implementarlo tiene sentido, si funciona bien, si conseguimos realmente que la gente salga con más proporción del diagnóstico de la etiología del ictus bien hecha; en fin, va a ser un proyecto muy bonito.
P.–Si tuviera que resumir el momento actual del ictus, su incidencia...
R.–A ver, el ictus... Sí, el ictus sigue siendo brutal. Es una epidemia cerebrovascular que da pánico y que yo creo que nos la estamos tomando muy en serio. Andalucía ha hecho muy bien los deberes y ahora la atención al ictus es como en cualquier país europeo de los más avanzados.
Dicho esto, hay que recordar que sigue siendo la primera causa de muerte en mujeres andaluzas. Cada año, y no baja, tenemos 21.000 ictus nuevos en Andalucía. ¿Qué pasa? Que estamos curando muy bien a los pacientes con el centro de Teleictus, con los centros de trombectomía, con las unidades de ictus, y lo que pasa es que más gente, que antes se moría, ahora sobrevive. Son gente que vive, con más o menos secuelas, pero que van viviendo. Se mantiene la incidencia, pero curamos bien a los pacientes, la población se hace más mayor y está creciendo la prevalencia, la gente que vive con la enfermedad.
Ahora mismo en Andalucía, la cifra se acerca a las 150.000 personas; o sea, que todos esos andaluces están viviendo tras sufrir un ictus, y eso va a más. Hemos mejorado mucho la fase aguda, la rehabilitación, pero no estamos haciendo bien la prevención. Ahora mismo sabemos que la mitad de todos los andaluces, de los 8 millones y medio hasta con los niños en el saco, tienen algún factor de riesgo vascular: o son hipertensos o el colesterol alto. Es una locura lo que puede venir en los próximos años.
P.–Es para preocuparse.
R.–Las dos enfermedades han pasado del 20%. Hay un 23% de andaluces con hipertensión y un 25% con el colesterol alto. Estamos haciendo mucha investigación en eso, porque estamos trabajando mucho en el tema de la prevención, las dietas... Pero no hay un plan andaluz de hipertensión arterial. Igual que hay un plan andaluz de ictus o un plan andaluz de cardiopatías, pues no hay de hipertensión. La verdad es que es una faceta en la que nos gustaría hacer un gran esfuerzo en los próximos años, porque lo veo muy necesario.
P.–Además de la alimentación, está el sedentarismo, el tabaco... hay trabajo por delante.
R.–Claro, de hecho los que has nombrado son muy importantes, pero te has dejado uno que es el más importante, que es el elevado consumo de sal en nuestras dietas. Ese es el killer number one, ese es el que está matando ahora a más gente en todo el mundo: el consumo excesivo de sal. El sodio alto se nos cuela en dietas, en la alimentación procesada. Y ahí estamos intentando trabajar con plantas de la bahía de Cádiz, la salicornia. Nos lo estamos pasando súper bien con ese proyecto. Tenemos una zona ahí en Puerto Real de salinas y, en colaboración también con Cupimar, estamos plantando estas plantas, y bueno, con estas plantas se produce una sal que no tiene sodio. La gente que tiene hipertensión arterial, cuando la consume, se le normaliza la presión. Hay muchas posibilidades con la dieta de mejorar estos factores de riesgo.
P.–Habrá que reeducar también el paladar. Estamos tan acostumbrados a lo salado...
R.–Exacto. Es verdad que a lo mejor ahí se tienen que mojar también las administraciones, con cambios legislativos. Muchos países han sido bastante agresivos en la reducción del consumo de sal. O, por ejemplo, ¿cuánta sal puede tener el pan? El pan tiene muchísima sal, y ahí, si vas haciendo cambios poquito a poco, nos acostumbramos, no nos damos cuenta de que nos han ido bajando poquito a poco la sal del pan o de otros alimentos, como los quesos y embutidos, que tienen cantidades de sal increíbles.
P.–Hace algo más de una década explicaba en una entrevista que no daba lo mismo el lugar en el que te diera un ictus a la hora de afrontarlo. ¿Ha mejorado esta situación con el Teleictus?
R.–A ver, yo soy optimista por naturaleza, y te diría que, ahora mismo, da exactamente igual dónde lo tengas porque la atención es idéntica. Es verdad que puede haber alguna laguna porque hay zonas de difícil cobertura, pero en general, desde aquella entrevista a ahora, es el día y la noche. Hemos hecho unidades de ictus en Huelva, Córdoba, Almería, Granada, Jaén... En fin, es que ahora hay 16 unidades de ictus.
Y se puede mejorar porque, por ejemplo, tenemos un problema en Andalucía donde no la tecnología no nos permite visualizar un tac craneal que se realiza a un paciente en un hospital concertado, no somos aún capaces de verlo con nuestro sistema, no se meten sus datos en el Diraya, y ahí tenemos un reto tecnológico. Pero creo que hay voluntad por parte de la Consejería de solucionarlo, y sé que lo están trabajando.
P.–¿Por dónde debe caminar la investigación? ¿Por ahondar en las causas del ictus, en su prevención, o por mejorar la vida de los pacientes que lo han sufrido?
R.–Pienso que las grandes necesidades no cubiertas son hacer el diagnóstico muy rápido, con una gotita de sangre. Que, de repente, te quedas sin hablar y se te queda paralizado medio cuerpo y puede que sea un ictus, pero no sabes si se ha roto una arteria o si se ha tapado, si es un tipo de ictus u otro, lo que varía el tratamiento. Y si supieras cuál es, podrías estar haciendo el tratamiento cuando el paciente va en la ambulancia. Hoy en día, hasta que nos llevamos al paciente al hospital y le sometemos a un tac, no podemos darle nada. Si supiéramos que el paciente tiene un ictus hemorrágico, que se le ha roto una arteria, pues bajaríamos la tensión arterial ya en la ambulancia. En eso sí que hay una verdadera carrera entre los centros del mundo que están investigando, buscando el diagnóstico rápido del ictus en la misma ambulancia con distintas técnicas, como se mide el azúcar en la sangre.
Y, luego, otra cosa que se nos resiste en neurología mucho es que todos los tratamientos que tenemos para curar el ictus son muy de fontanería. Se me cierra la arteria del cerebro y ahora yo voy y, con un fármaco, lo disuelvo o con un catéter quito el trombo. Pero no hemos conseguido encontrar lo que se llaman neuroprotectores, y eso iría muy bien. Serían fármacos que protegerían las neuronas que se quedan sin el oxígeno y sin el azúcar cuando se tapa la arteria. Porque lo que hemos visto es que, por desgracia, a pesar de hacerlo todo perfecto, aunque abramos la arteria del paciente, casi la mitad no responde de forma óptima al tratamiento. Es decir, aunque tú hagas todo perfecto, tengo un ictus, me ves en dos minutos, me diagnosticas, me tratas..., aún cabe la posibilidad de que yo no me recupere del todo. Y en esos casos sí que habría que tener este tipo de neuroprotectores.
P.–Hay que proteger las neuronas.
R.– Exacto, exacto. Enseguida, a los pocos minutos de que no les llegue el azúcar y el oxígeno, empiezan a morir. Y podrían combinarse las dos cosas que digo. Te hago el diagnóstico en la calle o en la ambulancia, y te empiezo a poner ya tratamientos mientras vas de camino al hospital y con esos neuroprotectores además. Eso es como un poco el Santo Grial, lo que está la gente buscando como loco.
Luego, lo otro que has dicho, la recuperación. Pero entramos en un mundo un poco diferente. Alguien que realmente se ha quedado mal y no puede mover, no puede hablar o no puede mover la mano. Ahí sí que, bueno, se está trabajando mucho más en técnicas de simulación, esos exoesqueletos, la robótica... Este campo yo, personalmente, no lo domino, pero creo que también es muy bonito y apasionante. Y la prevención: para mí es el futuro, y, por lo que sea, no lo estamos sabiendo hacer bien.
P.–Es necesario bajar las estadísticas.
–Sí, sí, el mejor tratamiento de una enfermedad es no tenerla. Y es una inversión, eso también se lo decimos mucho a la gente mayor. La gente mayor te suele decir que fuma, que está un poco gordita... Pero que ya tiene 70 años y que qué más da. Y les decimos que no, que es una inversión en salud impresionante. ¿Usted sabe lo que es que de los 75 a los 90 pueda vivir andando solo, siendo independiente; o vivir sin mover medio cuerpo y que lo tengan que cuidar? Porque, claro, esa es la otra parte, cómo queda el paciente. El cuidador, el entorno familiar y social... Una de cada cuatro personas en España y en Andalucía va a tener un ictus. Y hay que trabajar mucho.
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