Un emblema del deporte gaditano cumple medio siglo

El gimnasio en memoria de Raúl Calvo celebra 50 años combinando tradición y modernidad

Cádiz se convertirá un año más en la capital del judo con el Torneo Internacional Memorial Raúl Calvo

Raúl y Carlos Calvo, padre e hijo, en el tatami del gimnasio.
Raúl y Carlos Calvo, padre e hijo, en el tatami del gimnasio. / Jesús Marín

Medio siglo cumple uno de los emblemas del deporte en Cádiz. El gimnasio Raúl Calvo celebra 50 años de actividad en la calle del mismo nombre, dedicada al célebre judoka fallecido en 1971 a los 20 años durante una competición.

Su hermano Carlos sigue al pie del cañón junto a sus hijos Raúl, Carlos y Carmen, quienes han continuado la tradición familiar. Carlos recuerda como fue su padre quien le propuso la idea de abrir un gimnasio. “Llegó un día a casa y me dijo que había visto un localito en la calle Dorotea, que era como se llamaba antes esta calle, y que podíamos hacer allí un gimnasio en memoria de mi hermano. Vinimos a verlo y me pareció magnífico, porque esto era muy espacioso. Era una nave de la Comercial Terrestre Marítima, una empresa de transporte que tenía muchos problemas con los vecinos por las maniobras que tenían que hacer con los camiones. Y bueno, el hombre se mudó a la Zona Franca y este sitio era tan grande que nadie lo alquilaba, pero para nosotros era ideal”, recuerda Carlos.

Al principio el local no tenía las cinco plantas ni los 1.000 metros cuadrados con los que cuenta en la actualidad. “Entonces solo había una planta con techos de aluminio. Nosotros pedimos permiso al dueño, porque estábamos alquilados, para añadir una entreplanta y así abrimos el primer gimnasio moderno de aquella época. En la planta de abajo pusimos aparatos y pesas y en la primera el tatami”. Allí colocaron una gran foto de su hermano Raúl, que aún preside esta zona.

Con los años pudieron comprar el edificio a “don Manuel, quien nos dio muchas facilidades”, apunta Carlos Calvo, y a partir de créditos y “poquito a poco empezamos con las obras. A finales de la década de los 80 realizamos una gran transformación y añadimos tres plantas más. También abrimos la primera piscina climatizada de la provincia de Cádiz, lo que fue un boom. Además también metimos una sala de pesas, una de fitness, de baile... Para su época fue uno de los mejores gimnasios que había, solo en Madrid podían verse algunos de esta envergadura”.

Exterior del gimnasio Raúl Calvo, ubicado en la calle del mismo nombre.
Exterior del gimnasio Raúl Calvo, ubicado en la calle del mismo nombre. / Jesús Marín

Las artes marciales, con el judo a la cabeza, siempre se han cuidado y potenciado en este espacio, una disciplina que se cultivó desde casa. “Todos hacíamos judo: mi hermano Raúl, mi hermana Paloma y yo. Mi padre había probado el yuyitsu en Madrid, porque entonces no existía el judo, con un japonés, un tal Raku. El yuyitsu era muy parecido al judo y mi padre nos compró un libro y un curso por correspondencia de CCC”, rememora Carlos.

Su casa se convertía así en un tatami improvisado. “Mi hermano y yo nos poníamos las chaquetas viejas de mi padre y hacíamos el judo que habíamos aprendido por correspondencia”, ríe Carlos.

Era en los años 60, un momento en el que las artes marciales apenas existían en España. “El judo no se conocía, era una cosa completamente desconocida, oriental, japonesa, un misterio. A Salesianos, que era donde estudiábamos, llegó un joven que venía de hacer el Servicio Militar en Cartagena y le habían dado el cinturón amarillo, que fíjate tú, eso es como hacer tres meses de judo. Pero mi padre nos dijo que nos iba a dar clases. Pepe Arellano se llamaba. Pues Pepe, con más interés que conocimiento nos enseñó bien, nos daba unas palizas ahí...”, sonríe Carlos al recordarlo.

Y es que el deporte era algo habitual en casa, con su padre como abanderado. “Mi padre fue muy deportista en su época. Él hacía atletismo, carreras, nos imbuyó desde muy chiquitito en los deportes”.

Además del judo, practicaron también buceo. “Nosotros vivíamos en un pueblo de la Bahía de Algeciras, en una casita a la orilla del mar, y en un viaje a Barcelona nos trajo unos equipitos de buceo. Con cinco o seis años ya buceábamos allí. También nos compró una jabalinas y un saltómetro. Mi padre nos metió el deporte desde chiquititos”, mantiene Carlos.

Una pasión heredada también por sus hijos. “Ellos han nacido en un gimnasio y se han criado en un gimnasio. Cuando gateaban ya estaban en el tatami. Pero no es solo por tradición por lo que han seguido, también es por gusto. Les gusta el deporte. Cuando uno se cría en el deporte, aparte de las buenas costumbres que se adquieren, se le coge cariño, no cabe duda”, afirma Carlos.

Tras 50 años al frente del negocio, sus hijos están “intentando que se jubile del todo”, explica Raúl, pero Carlos aún es feliz en un entorno que le ha rodeado durante toda su vida.

¿Y cómo han sido estos 50 años? “Muy cortos”, responde Carlos, quien añade que “50 años no son nada. Se han pasado en nada”. Muy cortos y rodeados de cariño, con clientes que se han convertido en familia. “Aquí han venido no solo los padres, también los abuelos, los hijos y los nietos. Llevamos tres y hasta cuatro generaciones de familias que han pasado por aquí”.

Usuarios en el interior de la sala de máquinas.
Usuarios en el interior de la sala de máquinas. / Jesús Marín

Apunta Raúl que han tenido 21.500 socios en este medio siglo y que aún conservan alguno desde que inauguraron las instalaciones. “Conservamos los archivos desde el cliente número uno. Manuel Catalán, por ejemplo, es un socio que viene aquí tres días a la semana desde que abrimos y no ha fallado un solo día”, destaca Carlos.

Es habitual dar clases de judo a hijos de clientes que recibieron en su día esas mismas clases, algo que ocurre también en natación. “Nosotros hemos sido pioneros de la natación aquí en Cádiz. Es más, incluso vienen muchos clubes para reclutar niños y llevárselos”, asegura Raúl.

El gimnasio se encuentra actualmente en obras para modernizarlo, algo que se ha ido haciendo con el paso de los años. “La sala de fitness la renovamos hace dos años, era muy buena pero muy antigua y al final hay que adaptarse a los tiempos”, reflexiona Raúl, quien cree que ahora los gimnasios “entran por los ojos, está llegando otra cultura que se basa más en las imágenes. Si no me gustan las máquinas, no vengo y así estamos, de obras. Ahora hay mucha competencia”, continúa Raúl.

En lo que apenas puede competir el resto de gimnasios de la ciudad es en el cariño que se le tiene al Raúl Calvo, precisamente por esa historia que encierra. “Siempre hemos estado ahí, participando en muchas cosas de Cádiz. Yo soy muy de Cádiz, aunque nací por accidente en Madrid, soy gaditano”, enfatiza Carlos.

Un cariño que aún sigue presente, a pesar de los años, por su hermano Raúl. “Hemos procurado que su memoria no se pierda y todavía hay muchos amigos que lo recuerdan y lo quieren mucho. Hace un ratito he estado desayunando con un compañero suyo y hemos estado recordando su sepelio en el pabellón Fernando Portillo, donde nos hartamos los dos de llorar. Mucha gente mira su foto y dice: me acuerdo de su muerte como si fuera ayer”.

Y es que, como (más o menos) decía la canción, 50 años no son nada. Pero sí significan mucho. Por ello, el gimnasio celebrará esta importante efemérides con una fiesta el día 24 de octubre.

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