Fútbol El Cádiz CF, muy atento a una posible permanencia administrativa

Cádiz

Una fina lluvia de euros

  • Los turistas de cuatro cruceros llenaron las tiendas y las terrazas del centro histórico

Ha dejado de ser noticia, aunque no por ello menos agradable. El pequeño centro histórico de Cádiz fue invadido ayer por turistas de cuatro cruceros que arribaron al muelle. No fueron más a causa de la fina lluvia, que frenó a los que prefirieron quedarse en los barcos. También hubo excursiones a otras poblaciones, pero eran más de 6.500 en total, suficientes para repartirlos y para que el casco antiguo fuera un reguero de cruceristas.

No había tienda sin extranjero en la mañana de ayer. ¿Comprando?, ese es otro cantar. Según con el cristal con el que se mire. "Mejor esto que nada", explicaba el empleado de una tienda que vende recuerdos de Cádiz. En la calle Pelota, confecciones Tinoco, como es habitual, estaba de bote en bote y sus empleados, a destajo. En la misma calle, un comerciante aseguraba avanzada ya la mañana que había vendido más "un día que vino un solo barco cargado de brasileños". Al menos ayer, y gracias al cielo, vendió "unos cuantos chubasqueros". También 'picaron' en la confitería del Pópulo, atraídos por los dulces autóctonos y el bajo coste de las botellas de licor.

A los cruceristas les llama la atención el bajo precio de los zapatos, muchos más caros en sus lugares de origen. De ahí que las zapaterías, que son muchas, alineadas entre las calles más céntricas hicieran negocio. En la calle San Francisco un comerciante esperaba que se animaran las ventas por la tarde aprovechando que dos de los cuatro barcos partían por la noche. Establecimientos de bisutería barata y de souvenirs también vivieron el goteo constante de los desembarcados.

La plaza de la Catedral volvía a ser el enclave más visitado por los turistas. Coincidían con el desmontaje de los palcos de la Semana Santa y subían la rampa sin mecidos para acceder al primer templo de la diócesis, de gran interés especialmente por la Torre de Poniente, que ofreceuna espectacular vista de la ciudad. Las terrazas estaban repletas. Almuerzos tempraneros. Gastando, a pesar de tener la comida asegurada en el barco. La hostelería agradece el gesto. Incluso la recién abierta Taberna La Barrica, en la esquina de Pelota y Cobos, vendía los vinos de la tierra a muchos extranjeros que sabían apreciarlos.

Todas las mesas exteriores de los establecimientos del inicio de Columela entrando por la plaza de las Flores estaban ocupadas por pasajeros, la mayoría de rubio cabello inequívocamente nórdicos. También poblaron las terrazas de San Juan de Dios, cuyo nuevo trazado daba la oportunidad de contemplar la marea de turistas que desembarcó a primeras horas de la mañana.

En el Mercado Central volvían a posar ante las cámaras digitales los filetes de gallo y las cabezas de atún. La Plaza es un atractivo más. Para colmo con entrada gratis y un muestrario de olores y colores que llama la atención a quienes no disfrutan de estos rincones en sus respectivos países.

Diputados doceañistas de empresas de animación contaban lo mejor del Cádiz del XIX a un grupo de cruceristas de trabajosos andares por la calle San Francisco. Completaban el paisaje excursiones de españoles procedentes del interior.

Otra jornada grande de cruceros que habrá sido provechosa para unos y decepcionante para otros. Si el éxito de la presencia de varios buques un mismo día se mide en euros, lo mismo no son para tanto. Hace años en Cádiz estos barcos se veían sólo por la tele, en 'Vacaciones en el mar', estrenada o repuesta. Debates sobre su rentabilidad al margen, está claro que no puede ser peor que contemplar el muelle vacío, el descorazonador paisaje que vive todavía los días que no arriban trasatlánticos.

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